De la misma forma que hiciera Platón algunos años antes (así como Lisias y otros autores), Jenofonte escribió una obra de tipo apologético sobre Sócrates. Aunque algunos autores alegan cierta mediocridad y también inverosimilitud en las ideas atribuidas a Sócrates, el estilo es inconfundiblemente de Jenofonte.
Fue escrita en algún momento entre los años 394 y 387 aC, al parecer como protesta por las libertades que se tomó Platón al escribir su obra. Es una versión más natural, y aunque Jenofonte no se había encontrado con Sócrates desde el 401 aC, utilizó el testimonio de Hermógenes.
No pretende realizar un reportaje completo sobre el juicio, sino exponer que la actitud de Sócrates y su altivo lenguaje ante el jurado se justificaban por su creencia de que era el momento para morir, basándose en los achaques de la vejez (no en la creencia en una vida posterior, como sucedía en la obra de Platón). El lenguaje elevado, que para el autor era una falta, podía ser utilizado en determinadas ocasiones, teniendo en cuenta la teoría retórica que exige que un orador use palabras y pensamientos adecuados a su carácter. Así es reivindicado en el texto, dejando claro que no era el estilo habitual en el filósofo.
La obra se puede dividir en tres partes, aunque sólo la central y más larga justifica su título global, al reproducir los argumentos de Sócrates contra sus acusadores.
- 1-9: Jenofonte explica los motivos de la altanería, introduciendo al relator Hermógenes. Sabemos por su intervención que Sócrates se niega a defenderse porque su vida entera ha sido una apología («¿No crees que me he pasado la vida preparando mi defensa?»), porque su genio divino se opone a ello, y porque la muerte le evitará los problemas de la vejez.
- 10-21: El discurso de defensa de Sócrates: las advertencias de su voz divina provocan las protestas del tribunal y debe defenderse. «Pero mientras ellos llaman augurios, voces, encuentros fortuitos y adivinos a los que les dan advertencias, yo a eso lo llamo genio divino, y pienso que al llamarlo de esta manera me expreso con mayor verdad y más piadosamente que los que adjudican a las aves el poder que tienen los dioses». Sócrates les hace frente con la respuesta del oráculo a Querefonte, afirmando que nadie es más libre, ni más justo ni más sabio que Sócrates.
- 22-34: Sócrates es declarado culpable, se niega a proponer otra pena, y también a evadirse cuando más tarde sus amigos se lo piden. Pronuncia su tercer discurso, alegando que no tiene conciencia de las faltas que le reprochan; la vergüenza será para quienes le han condenado; el futuro le hará justicia, como a Palamedes. Sócrates les recuerda a sus amigos la oportunidad de la muerte; anécdota relativa a Apolodoro (sobre la muerte injusta) y severa advertencia respecto a Ánito (su acusador principal), con la predicción sobre el sombrío porvenir de su hijo. Observaciones de Jenofonte y epílogo. «Demostró así la fortaleza de su espíritu, pues cuando se dio cuenta de que para él era preferible morir a seguir viviendo, lo mismo que no se opuso a los otros bienes de la vida, tampoco se acobardó ante la muerte, sino que la aceptó y la recibió con alegría».
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