Píndaro: odas Nemeas

Este es el listado de las obras de Píndaro, conservadas prácticamente en su totalidad, y clasificadas según el sistema alejandrino por su aparición en las competiciones Nemeas. Como es habitual, añadimos algunos versos que nos parecen interesantes.

~ Nemea I, a Cromio de Siracusa, vencedor en la carrera de carros.
Era Cromio un brillante general al servicio de Gelón y de Hierón, primero en Siracusa y luego en la recién fundada Etna. Casó con la hermana de Hierón y fue regente de esta última ciudad. Vencedor en el año 477 aC, esta oda se cantaría durante la visita de Píndaro a la isla al año siguiente. Resuenan en ella elogios a Siracusa, a la fértil Sicilia y a la hospitalidad del general. Para hablar de fortaleza recurre al mito de Heracles.
Y presentéme a la puerta de palacio
de un hombre amigo de huéspedes, bellas cosas cantando,
donde un grato
banquete me está preparado, y con frecuencia
no son sus estancias ajenas
a extranjeros. (...)
~ Nemea II, a Timodemo de Acarnas, vencedor en el pancracio.
Breve oda que celebra la llega del campeón a Atenas. Como la salida de la pequeña constelación de las Pléyades precede a la salida de otra mayor (la de Orión), así la victoria en Nemea es esperanza de triunfos más insignes. Evoca la gloria de Salamina, donde residía Timodemo, y encomia a la familia de éste, famosos deportistas. La obra es anterior al 480 aC, pues no aparece ninguna referencia a la derrota persa en Salamina.

~ Nemea III, a Aristoclides de Egina, vencedor en el pancracio.
Elogia esta oda un hombre de avanzada edad, con una brillante carrera deportiva a sus espaldas. Se cantó en una fiesta conmemorativa (quizá en el 475 aC) en el templo de Apolo en la isla de Egina. Tras una súplica a la Musa, el poeta se centra en el encomio de la isla y de la estirpe de los Eácidas (Peleo, Telamón, Aquiles). Coinciden los mitos de todos estos personajes en la importancia de la disposición natural, aunque la educación y el entrenamiento tengan también su valor.
Brillando a lo lejos queda la luz de los hijos de Éaco, desde allí, desde Troya:
¡Zeus!, porque tuya es la sangre, y tuyo el agón, que el himno en su dardo
alzó por la voz de los jóvenes, celebrando la patria alegría.
~ Nemea IV, a Timasarco de Egina, vencedor en la palestra.
El joven Timasarco pertenecía a una familia de tradición deportiva y poética. Al comienzo de la oda se pone de relieve el efecto psíquicoterapéutico del arte de los sonidos. La obra, que data del 473 aC, se interrumpe brevemente para dirigirse contra un rival del autor y hablar de su propia energía poética, que el destino llevará a su cima.

~ Nemea V, a Píteas de Egina, vencedor en el pancracio juvenil.
Otro miembro de una familia noble de tradición deportiva, los Psaliquíadas de Egina. A su hermano le dedicará la Ístmica V, y a ambos la VI. Píndaro narra en esta oda, probablemente del 483 aC, el esplendor de la boda de Peleo y Tetis. Hace también una traslación interesante, al describir como los himnos de Píndaro pueden ser exportados por los barcos de Egina, como lo son sus famosas esculturas.

~ Nemea VI, al joven Alcímidas de Egina, vencedor en la lucha.
El adolescente Alcímidas era también miembro de una familia exitosa, los Básidas, y así son nombrados varios familiares en la obra. La oda empieza con una reflexión sobre el ser de los hombres y de los dioses. Para justificar la escasez de éxitos durante temporadas anteriores, compara el poeta la necesidad de reposo de los hombres con la que sufre la tierra tras varias cosechas.

~ Nemea VII, al joven Sógenes de Egina, vencedor en el pentatlón.
Oda escrita probablemente en el 485 aC, en la que, tras la invocación a la diosa del nacimiento y de la fuerza juvenil, alaba el poeta la isla de Egina, lo que le da ocasión para mostrar la eficacia de la poesía, a veces engañosa. Con la mirada puesta en Homero recuerda el mito de Neoptólemo, hijo de Aquiles, que logró el descanso en Delfos y recibió el oficio de vigilar la fiesta délfica. Termina la obra con súplicas a Heracles, Zeus y Atenea.

~ Nemea VIII, a Dinias de Egina, vencedor en la doble carrera.
Esta oda, cantada probablemente en el 459 aC bajo la propia dirección de Píndaro, celebra la victoria de otro joven miembro de una famosa familia de deportistas, los Caríadas. Se recuerda al padre, fallecido poco tiempo atrás, se invoca a Hora, diosa de la belleza juvenil, y se eleva una oración a Éaco por el bienestar de la ciudad. Desea el poeta para sí una vida libre de envidias y de censuras.
(...) Pasto a los envidiosos son las palabras del poeta,
la envidia se apodera siempre de lo noble, y con lo vil no riñe.
Las tres últimas Nemeas no celebran victorias ocurridas realmente en Nemea. Su colocación responde a un criterio arbitrario: los alejandrinos las colocaban en último lugar por su menor importancia, siguiendo a Olímpicas, Píticas, Ístmicas y Nemeas. Al invertirse el orden de los dos últimos grupos (Nemeas, Ístmicas), estas tres ocuparon el lugar actual.

~ Nemea IX, a Cromio de Etna, vencedor en el carro.
Obra dedicada al mismo general que se llevó el elogio en la Nemea I, todavía regente en Etna del hijo de Hierón en el año 474 aC (cuando fue probablemente compuesta esta oda). Esta oda canta una victoria en Sición (ciudad próxima a Corinto). Tras la invocación a las Musas aparece una alabanza a Ártemis y Apolo, en cuyo honor se habían inaugurado los juegos de Sición. Se suplica a Zeus protección para Etna, y finalmente se encomia a Cronio.

~ Nemea X, a Teeo de Argos, vencedor en la lucha.
Teeo era un atleta con victorias en diversos juegos, que abrigaba la esperanza de triunfar en Olimpia. La oda celebra dos victorias en los Juegos de Hera, en su ciudad natal. Se realiza así una obra más larga que las anteriores, tocando los mitos relacionados con Argos o con Hera: Perseo, Épafo, Linceo, Diomedes, Anfiarao, Dánae y Alcmena, Cástor y Pólux. Estos relatos son enmarcados por las victorias de Teeo.
Exigua es mi boca para contarlo todo: en cuántas nobles gestas tiene parte
la tierra Argiva. Y también es molesto tedio de los hombres encontrárselas de golpe.
Mas, con todo, ¡despierta la lira de buenas cuerdas,
y tómate desvelo por las lides atléticas! (...)
~ Nemea XI, a Aristágoras de Ténedos, prítano.
Aunque se recuerdan varios triunfos de Aristágoras, esta oda no celebra una victoria deportiva, sino su toma de posesión del cargo en el Pritaneo de Ténedos. Es una obra tardía, quizá del 446 aC, que reflexiona sobre la caducidad de las cosas humanas.

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