Del ditirambo al drama

El género de la tragedia nació como tal en la Grecia Antigua. Su motivo es el mismo que el de la épica (el mito), pero desarrollando nuevos significados al fundirse con la acción. El público puede ver a los personajes como entidades distintas que actúan de forma independiente y poseen cada uno su propia dimensión psicológica.

Su origen no está completamente claro. Etimológicamente (¿tragedia = canto del macho cabrío?), parece tener relación con un ritual de sacrificio, en el que se ofrecían animales a los dioses con el fin de obtener buenas cosechas y buena caza. En época más reciente (aunque todavía anterior a la escritura), los sacrificios se irían transformando en danzas rituales, en las que se oponía la luz (el día, la primavera) a la oscuridad (la noche, el invierno).

Aristóteles afirmó que la tragedia nace como improvisación del coro que entonaba el ditirambo (el himno a Dionisio). Al principio este tipo de manifestaciones eran breves y poseían un tono burlesco, pero el lenguaje se va haciendo más grave. Asume luego una forma escrita y establecida, con el coro dirigiéndose al altar de los sacrificios, alrededor del cual se hallaban dispuestos. Posteriormente, la figura del corifeo (el portavoz o líder del coro) sufrió una separación como personaje individual, creándose el diálogo entre éste y el coro. La siguiente evolución fue dividir el coro en dos semicírculos, con la adición de un nuevo corifeo que daría réplicas al primero con las palabras del propio Dionisio.

Así, el canto épico-lírico del ditirambo se transformó en el drama. Al mismo tiempo, los rasgos más populares de las danzas dionisíacas sobreviven en el drama satírico.

Si bien no conservamos ninguna obra, se considera a Tespis como el vencedor del primer concurso de tragedias (durante las Dionisias de Atenas en algún momento entre el 536 y el 533 aC). Se le atribuyen cuatro piezas de tema mitológico (todavía con el coro caracterizado como sátiros): Sacerdotes, Muchachos, Penteo, y Juegos en honor de Pelias o Forbante. Se le atribuye haber introducido la máscara como elemento caracterizador del personaje. Aristóteles afirmó que fue suya la idea de crear un actor a partir del corifeo, y Temisteo (siglo IV) vio en él al creador del prólogo.

Quérilo, sucesor de Tespis, vivió también durante el siglo VI aC. Compuso unas 160 obras dramáticas, obteniendo trece victorias. Únicamente conocemos el título de una: Álope, que tocaba el mito de Teseo. Introdujo algunas modificaciones a máscaras y vestuarios.

Frínico nació en el VI aC, y acabó su vida en Sicilia, en el 470 aC. Influido por Hesíodo, Estesícoro y los poetas épicos, y contemporáneo de Esquilo, fue considerado renovador del género trágico. Sólo conservamos fragmentos de sus obras. Fue famoso por su elegancia personal y la belleza de sus melodías, pionero en la introducción de protagonistas femeninos y de los sentimientos de ternura y piedad. Su afinidad al partido de Temístocles le llevó a cultivar el drama histórico, una temática insólita para la época: por La toma de Mileto (496 aC) fue multado al recordar la derrota ante los persas; sin embargo, obtuvo el premio de 476 aC por Las fenicias, y acabó siendo modelo para Los persas de Esquilo.

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