Epiménides

Epiménides fue un sacerdote cretense, teólogo y escritor. Fue incluido por algunos entre los Siete Sabios, y su vida se vio pronto envuelta en leyenda: Aristóteles dijo que fue Epiménides quien purificó la ciudad después de que Cilón intentase convertirse en tirano y tanto él como sus seguidores fuesen sentenciados a muerte a pesar de refugiarse en la Acrópolis (596/593 aC o 604/601 aC, según la fuente). Aunque Platón indicó que llegó a Atenas diez años antes de las Guerras Médicas (esto sería un siglo después), quizá confunde la llegada del poeta con la llegada de un libro suyo desde Creta, justo cuando los persas amenazaban Grecia. Por tanto, la producción de Epiménides debe situarse hacia el 600 aC.

Se le atribuyen muchos títulos, de los cuales la mayoría deben ser falsos: un poema de cinco mil versos sobre el nacimiento de los Curetes y los Coribanes, junto a la Teogonía; otro de seis mil quinientos sobre la construcción de la Argo y el viaje de Jasón a la Cólquide; una obra en prosa sobre la constitución política de Creta; otra sobre Mino y Radamantis; unas Purificaciones; Oráculos; una Historia Telquínica.

Lo único que sabemos sobre una Teogonía es que Epiménides reelabora la de Hesíodo e introduce algunas modificaciones: usa un elemento gaseoso como principio universal, incorpora un huevo en lugar de la reproducción sexual y realiza algunos cambios en las genealogías de algunas divinidades menores. En este contexto debía de aparecer el siguiente fragmento, conservado por Eliano:
Pues también yo soy de la raza de Selene de hermosa cabellera, la que, violentamente estremecida, se sacudió a la fiera, el león. Pero en Nemea, estrangulándolo por causa de la soberana Hera lo domeñó la fuerza de la energía heráclea.
Respecto a una Argonáutica, tenemos algunas referencias a la obra, que indican también ligeros cambios genealógicos, pero sin alejarse de la versión hesiódica.

Como adivino, a Epiménides se le atribuían unos Oráculos. Un fragmento, transmitido por Plutarco, parece quitar importancia al ombligo del mundo, el centro de la tierra que, según la tradición, se situaba en Delfos:
Pues no existió un ombligo, centro de la tierra ni del mar. Si alguno existe, es evidente a los dioses, pero invisible a los hombres.
Diferentes autores cristianos (San Pablo, Clemente de Alejandría, San Jerónimo) nos transmiten un verso que podría ser de Epiménides o haberse transmitido como respuesta del oráculo de Delfos al anterior fragmento:
¡Cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos!
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Si desea saber más sobre la épica arcaica o consultar la bibliografía utilizada, visite nuestra entrada al respecto.

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