Titanomaquia

La antigüedad griega cultivó una poesía, llamada «teogónica», que se centraba en el nacimiento de las diferentes deidades y en las batallas que acometieron. La Teogonía de Hesíodo es la única obra de este tipo que nos ha llegado completa, quizá porque los elementos míticos aparecen con mayor coherencia y concisión, y seguramente porque su valor literario era superior.

El resto de producciones teogónicas ha quedado reducido a fragmentos míseros, y ni siquiera puede saberse si pertenecen a una misma obra o a poemas diferentes. Así, por ejemplo, uno de los fragmentos conservados hace referencia a una Gigantomaquia, lo cual ha dado pie a cierto debate sobre si se trata de otra obra, o si la propia Titanomaquia hacía una digresión para tratar el tema de la guerra contra los gigantes, si la confusión entre gigantes y titanes se produjo ya en tiempos antiguos o si es algo posterior.

Parece que, de hecho, este sincretismo comienza con Calímaco y Licofrón, ya en el siglo III aC, y por tanto los fragmentos en los que se nombran a los gigantes corresponderían a otras obras, quizá posteriores. Del mismo modo, otros fragmentos son dudosos, y algunos estudiosos rechazan unos u otros. Recordemos que tratamos aquí con referencias de otros autores, que introducen en sus obras notas como «el autor de la Titanomaquia dice que», y a continuación un pequeño fragmento de uno o dos versos.

Ni siquiera podemos saber algo seguro al respecto del autor de estos fragmentos. La llamada Tabula Borgiana, una inscripción romana en griego que contiene una lista de poemas épicos, atribuye la Titanomaquia a un tal Télesis de Metimna del que nada más se sabe. Los escritores antiguos que mencionan este poema señalan a Eumelo como su autor, o a Arctino en algún caso. Este último era de Mileto, se le tenía por alumno de Homero y nació en la 9ª Olimpíada (744-741 aC). Eumelo, por su parte, fue el fundador de la escuela corintia de poetas genealogistas y es contemporáneo del fundador de Siracusa de Corinto (en el 734 aC).

El poema, por tanto, tendría fecha antigua. Esto además es apoyado por un fragmento de los conservados, en el que se dice que el autor de la Titanomaquia fue el primero en referir el viaje del Sol en un caldero; dado que Mimnermo y Estesícoro tratan también este tema (a partir de 600 aC y 550 aC), la composición de la Titanomaquia se situaría al menos en la segunda mitad del VII aC.

No nos ha llegado ningún resumen de la obra, por lo que cualquier interpretación de los fragmentos debe hacerse con el apoyo de otras obras, en especial de la Teogonía. Los poemas teogónicos intentan explicar el orden del mundo mediante diversos mitos de soberanía, comenzando con una cosmogonía que narra el origen del mundo como el nacimiento de diversos elementos, más o menos divinizados. A esta le sigue una genealogía, primero de divinidades primigenias, monstruosas y violentas, y después de divinidades antropomorfas y racionales, que se imponen sobre las anteriores. Los poemas incluyen una rebelión de las divinidades primigenias, lo que lleva a una batalla entre seres divinos. La rebelión resulta frenada, y el orden universal vuelve, con la soberanía distribuida entre las divinidades del bando vencedor.

En el caso de los fragmentos atribuidos a la Titanomaquia, los versos iniciales aludirían a Éter como padre de Urano y origen de todo. Este Éter divinizado anticipa las especulaciones presocráticas sobre una arché o materia original. Sigue la unión de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra) y una genealogía de divinidades: los Centímanos («Hecatonquiros», si usamos un término más cercano al original griego) y Cíclopes como hijos de esta unión, y Egeón como hijo de Gea y Ponto (el Mar).

Todo esto difiere en parte de lo escrito por Hesíodo, que toma a Caos como elemento primario y no hace intervenir al Mar. En la Ilíada, Homero dice que Egeón es el nombre dado por los humanos al Centímano que los dioses llaman Briareo. Este Briareo es, en la Teogonía, hijo de Cielo y Tierra.

No sabemos qué papel tendrían los Cíclopes en este poema. Así, mientras en Hesíodo son quienes fabrican el rayo de Zeus como recompensa por su liberación, y en la Odisea son pastores salvajes, Helánico diferencia de estos grupos a aquellos que construyeron los muros que aún hoy se llaman ciclópeos, como los de Micenas.

El poema narra el combate entre la deidad establecida al fin de la genealogía (Zeus) contra los Titanes, fuerzas primigenias a cuyo lado combatiría Egeón. Hesíodo designa a cada Titán con un nombre, pero en la tradición original formaban un grupo sin individualidades y en número indefinido, con paralelos en poemas hetitas o babilonios. Esto los convertiría en divinidades importadas de Oriente, aunque bien pudieran ser deidades micénicas cuyo culto no llegó a tiempos históricos.

Dos de los fragmentos se ocupan de Quirón, el único centauro benévolo e ilustrado que escapa a las características que los mitos asignan a su raza: la ferocidad y el salvajismo. Uno de los fragmentos resalta sus talentos docentes («encaminó hacia la justicia a la raza de los mortales, tras enseñarles los juramentos, los sacrificios convenientes y las formas del Olimpo»), mientras el otro trata de su nacimiento a partir de Fílira, hija de Océano, y Cronos, metamorfoseado en caballo. Se desconoce qué papel realizaba Quirón en el poema.

El fragmento que alude al recorrido del Sol parece una digresión. Se habla de los animales que tiraban de su carro: dos caballos y dos yeguas. El nombre de estas, Bronte («trueno») y Estérope («relámpago»), son los que en la Teogonía se otorga a los Cíclopes nacidos de la tierra, aunque es cierto que en otro punto Hesíodo relaciona los truenos y relámpagos con otro caballo, el famoso Pegaso. Los nombres de los caballos, Eoo («mañanero» u «oriental») y Étope hacen referencia a dos cosas diversas y desparejas: el ascenso del sol y el calor veraniego que hace madurar las cosechas. Esta falta de equilibrio podría deberse a una confusión entre elementos míticos diferentes. Por la noche, el Sol viaja en una suerte de cuenco o caldero por el Océano. El tema, que conocemos por Mimnermo y Estesícoro, tiene paralelo en los Vedas.

Este viaje nocturno del Sol puede estar relacionado con el fragmento en el que se habla de las Hespérides, pues en su país empezaba dicho viaje. Otra posibilidad es que se tratara de la visita de Heracles al jardín de las Hespérides. Por ejemplo, en la Gerioneida de Estesícoro se comenta que Heracles hizo uso del caldero del Sol para su larga travesía.

Otros fragmentos son aún más difíciles de analizar: uno podría ser una digresión astronómica, al hablar de las Pléyades como hijas de Atlante; otro presenta a Apolo en la batalla, como ayudante de Zeus; y otro más podría ser la descripción de un escudo, del Océano, o del estanque de Delos en el que Leto parió a sus hijos («Flotando sobre él, unos escamosos peces de ojos de oro juegan, nadando, a través del agua imperecedera»).

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Si desea saber más sobre la épica arcaica o consultar la bibliografía utilizada, visite nuestra entrada al respecto.

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