Odisea, canto décimo: Lo relativo a Eolo, a los lestrigones y a Circe

Llegamos a la isla Eolia, donde moraba Eolo Hipótada, caro a los inmortales dioses; isla flotante, a la cual cerca broncíneo e inquebrantable muro, y en cuyo interior álzase escarpada roca.
Un mes pasan junto a Eolo, relatándole sus aventuras. Cuando deciden partir, le ofrece a Ulises un cuero de buey conteniendo soplos de viento.
Tras otros nueve días de travesía, los hombres de Ulises se interesan por el regalo mientras el héroe está durmiendo, figurándose que son riquezas. Al abrirlo, la salida de los vientos causa una tormenta que lleva las naves de vuelta a la isla de Eolo. Éste, sin embargo, los expulsa en esta ocasión:
-¡Sal de la isla y muy pronto, malvado más que ninguno de los que hoy viven! No me es permitido tomar a mi cuidado y asegurarle la vuelta a varón que se ha hecho odioso a los bienaventurados dioses. Vete noramala; pues si viniste ahora, es porque los inmortales te aborrecen.
Tras siete días de navegación llegan a Telépilo, la ciudad de la Lestrigonia, tierra de grandes rebaños. Las naves amarran en el puerto, salvo la de Ulises, que se encuentra apartada en un peñasco. Se envían tres hombres a visitar la población, pero al encontrarse con los enormes lestrigones el rey Antífates mata y devora a uno de ellos. Luego, los enormes seres parecidos a gigantes atacan al resto de hombres, perdiéndose todas las naves salvo la de Ulises, que se ve obligado a partir.
Arriban luego a la isla Eea, donde mora la divina Circe. Al tercer día de estar en la playa, Ulises sube a un monte y divisa una columna de humo. Divide en dos grupos a sus hombres, y envía hacia el origen del humo a veintidós hombres, liderados por Euríloco. Encuentran lobos y leones encantados por Circe, y confiando en ella (salvo Euríloco) entran y comen lo que les prepara. Con una varita los transforma luego en cerdos, guardándolos en pocilgas y alimentándolos de bellotas. Euríloco regresa a la nave, aunque ignora el destino de sus compañeros.
Ulises, sólo, parte hacia el palacio de Circe, y Hermes se le presenta en el camino, dándole un remedio contra las drogas que ella pone en las comidas y aconsejándole lo que debe hacer: cuando le toca con la varita, él la amenaza con la espada; y cuando le ofrece yacer en el lecho, Ulises la obliga a jurar que no maquinará otro engaño. Antes de seguir, Circe transforma de nuevo a los compañeros en personas.
-¡Laertíada, del linaje de Zeus! ¡Ulises, fecundo en ardides! Ve ahora a donde tienes la velera nave en la orilla del mar y ante todo sacadla a tierra firme; llevad a las grutas las riquezas y los aparejos todos, y trae enseguida a tus fieles compañeros.
Euríloco está en contra de la idea, y sigue al grupo únicamente por miedo a Ulises. Un año entero transcurre en el palacio de Circe y al final son sus hombres los que recuerdan al héroe el deseo de regresar a Ítaca. Ulises se lo comunica a Circe, quien le indica que, para saber cómo volver a su patria, deben visitar al adivino Tiresias en el Hades, enseñándole cómo penetrar en él.

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