Ilíada, canto séptimo: Combate singular de Héctor y Ayante. Levantamiento de cadáveres

Vueltos a la lucha, Héctor y Paris dirigen a los troyanos. Atenea, compadecida por las muertes aqueas, desciende del Olimpo hacia Ilión, pero Apolo la retiene. Ambos deciden parar la lucha haciendo que Héctor sostenga una lucha individual con uno de sus enemigos.
Heleno, sacerdote hijo de Príamo, se lo comunica a Héctor, quien detiene las tropas. Lo mismo hace Agamenón.
Como el Céfiro cayendo sobre el mar encrespa las olas, y el ponto negrea, de semejante modo sentáronse en la llanura las hileras de aqueos y teucros. Y Héctor, puesto entre unos y otros, dijo:
-(...) Entre vosotros se hallan los más valientes aqueos; aquel a quien el ánimo incite a combatir conmigo, adelántese y será campeón con el divino Héctor. (...)
Así dijo. Todos enmudecieron y quedaron silenciosos, pero por vergüenza no rehusaban el desafío y por miedo no se decidían a aceptarlo. Al fin levantóse Menelao, con el corazón afligidísimo, y los apostrofó de esta manera:
-¡Ay de mí, hombres jactanciosos; aqueas, que no aqueos! Grande y horrible será nuestro oprobio si no sale ningún dánao al encuentro de Héctor. (...)
Agamenón convence a su hermano para no luchar, pues Héctor le supera en fuerzas. Entonces Néstor arenga a las tropas, recordando cómo él mismo mató a Ereutalión y lamentándose de su vejez. Consigue así que se alcen Agamenón, Diomedes, ambos Ayantes, Idomeneo y su escudero Meriones, Eurípilo, Toante y Ulises.
Echan a suertes mediante unas tarjas quién debe combatir, resultando Ayante Telamonio. Ambos se aprestan para la lucha, intercambiando golpes con heridas menores. Pero Zeus envía dos heraldos, Taltibio e Ideo.
-¡Hijos queridos! No peleéis ni combatáis más; a entrambos os ama Zeus, que amontona las nubes, y ambos sois belicosos. Esto lo sabemos todos. Pero la noche comienza ya, y será bueno obedecerla.
Se suspende así la lucha entre ambos; acuden los aqueos a sus naves, y los troyanos a Ilión.
Néstor propone a Agamenón suspender la lucha, recoger los cadáveres y formar un túmulo, y crear una muralla como defensa adicional. Lo mismo parece pensar Príamo en la reunión troyana, y además trata de ofrecer la paz mediante las riquezas de su hijo Paris (que no está dispuesto a devolver a Helena).
Ideo es enviado como mensajero, y Diomedes es el encargado de darle la negativa a la paz: ni siquiera aceptarían a Helena, pues es evidente la proximidad de la derrota troyana. Agamenón acepta pausar la lucha para inmolar los cadáveres.
Así lo hacen, disfrutando después los ejércitos de sendos banquetes en sus respectivos campamentos.

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