En este diálogo se debate la validez del lenguaje como medio de acceder al conocimiento de la realidad. Platón vuelve a poner en escena a su maestro, esta vez acompañado de Hermógenes y Crátilo (personajes poco conocidos). El primero de ellos invita a Sócrates a terciar en la conversación que mantiene con Crátilo acerca de la «rectitud de los nombres». Es decir, acerca de si la relación de los nombres con las realidades que designan viene dada por la naturaleza (como sostiene Crátilo) o si esa relación es arbitraria y está establecida por una convención entre los hablantes (postura de Hermógenes).
Nos encontramos, en definitiva, con la oposición physis / nómos entre el naturalismo y el convencionalismo. Por un lado, la indistinción entre realidad y palabra, propia de los presocráticos, donde pronunciar un nombre entraña la manifestación de lo nombrado con todos sus elementos. Por otro, la tesis abanderada por los sofistas, en que el lenguaje es fruto de la actividad humana, y un valioso instrumento.
Aunque Sócrates (es decir, Platón) parece en un primer momento más cercano a la tesis naturalista, no tomará partido por ninguno de los bandos. Ante el relativismo de Hermógenes (al que Sócrates ha llevado a asumir la tesis de Protágoras según la cual «el hombre es la medida de todas las cosas», lo que por razones obvias contradice la noción de «convención»), el filósofo reivindica la estabilidad de la esencia de las cosas, su inmutabilidad y su existencia en sí mismas. Sin embargo, ante la tesis de Crátilo de que los nombres son imitación de las realidades, Sócrates expone que todo vendría a ser doble. Entre ambas refutaciones se instala una «sección etimológica», que ocupa buena parte del diálogo (lo que lo hace más aburrido que otros), y en la que Sócrates pasa revista a numerosas palabras, analizando el modo en que el Legislador las forjó. Sólo un porcentaje muy bajo de estas etimologías son ciertas (y se basan en aproximaciones con otras palabras de su misma raíz), pues por todo el pasaje planea ese aire de ironía tan característico de los diálogos. Una ironía, en este caso, destinada a ridiculizar los procedimientos de los sofistas, y a criticar la enraizada creencia griega en la capacidad reveladora de la palabra. Todo ello, sumado al rechazo de las dos teorías, pretenden descalificar el lenguaje como medio de acceder a la realidad: las cosas deben ser conocidas directamente, prescindiendo de la mediación de la palabra.
Ésta es la estructura del diálogo, clasificado por sus epígrafes (numerados del 383 al 440):
- 383-384 - Inicio del diálogo: exposición de la tesis convencionalista de Hermógenes y la naturalista de Crátilo.
- 385-390 - Refutación de la tesis de Hermógenes: los enunciados pueden ser verdaderos o falsos, por lo que los nombres son parte de ello también. Es decir: si se puede hablar falsamente, la teoría de que todos los nombres son exactos por convención resulta negada. Mediante un paralelismo con la acción de tejer y otras actividades artesanales, Sócrates llega a la conclusión de que la acción de nombrar tiene un instrumento, el nombre, un artesano, el dialéctico, y un fabricante, que llama Legislador.
- 391-421c - Sección etimológica: análisis de nombres propios de dioses y héroes, y prueba de que muchos nombres signfican «rey» (391-396); análisis de nombres comunes -dios, daimon, héroe, cuerpo, alma...- (397c-400c); análisis de otros nombres de dioses (400d-408d); nombres de astros y fenómenos naturales (408e-410); nombres abstractos referidos a nociones morales (411a-421c). En estas últimas subyace como base común la idea de que el Universo está en continuo movimiento (las nociones con valor positivo tienen el significado de «lo que se mueve o favorece el movimiento», y lo contrario las negativas), relacionando así la tesis naturalista con Heráclito.
- 421d-428a - Examen de los nombres primigenios: se examinan los términos de los que derivan los demás. Pero, ¿de dónde provienen a su vez los primigenios? Se habla a continuación de las letras y sílabas y se analizan algunas letras como imitación de las cosas. El lenguaje sería así un arte imitativo más, como la pintura.
- 428b-435d - Refutación de la tesis de Crátilo: el nombre como imitación de la cosa no debe ser doble de ella, pues entonces existiría dos veces la misma cosa. Crátilo sostiene que quien conoce el nombre conoce la cosa, pero Sócrates replica que quien puso los nombres podía albergar un concepto erróneo de las cosas.
- 435e-440 - Esbozo de un nuevo punto de partida y conclusión: el lenguaje no es un medio válido para el conocimiento de las cosas. Sócrates alude a un sueño (como si fuera un mito) en el que los seres son en sí («el bien en sí, lo bello en sí y lo demás»), porque en caso contrario no habría conocimiento al no existir un objeto estable del mismo. El diálogo queda inconcluso, como tantos otros, pero la posición de Platón es clara en este caso: el lenguaje no es un camino engañoso para acceder al conocimiento de la realidad.
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