Este es un discurso de defensa por sacrilegio, pronunciado por un codefensor (era habitual que las personas influyentes pronunciaran discursos en apoyo de sus amigos). Nos falta buena parte, aunque no sabemos su extensión exacta, por la pérdida de unos folios del manuscrito Palatino. Ante su brevedad, ni siquiera podemos preguntarnos si procede de la mano de Lisias, o saber en qué fecha fue escrito.
Los discursos de codefensores (y de coacusadores también) eran breves, pues restaban tiempo del otorgado a los litigantes, y no contienen un cuerpo de argumentación completo. Para que no pudiera haber duda sobre su carácter altruista, el que los pronunciaba dejaba bien claro que era amigo o familiar del litigante, y que sería inexcusable no cooperar con él.
Precisamente con ese dato comienza este discurso. Sabemos que al acusado, de nombre Calias, se le imputa un cargo por robo sacrílego, una designación muy vaga (que puede referirse a delitos diferentes que van desde el robo de objetos sagrados propiamente dicho hasta la destrucción de un olivo sagrado). El punto desarrollado en el presente discurso es el testimonio de los esclavos de Calias contra su amo. Insiste el orador en el escaso valor de las confesiones extraídas mediante tormento (al contrario de lo que se dice en otros discursos, según interese a la causa): nada pierden los esclavos con sus mentiras, y mucho pueden ganar (pues recuperarán la libertad). Además, dado que todo el mundo posee esclavos, darles crédito en el juicio sentaría un mal precedente.
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