Primero de una serie de tres discursos conocidos como «chipriotas» por estar dirigidos a Evágoras y a su hijo Nicocles, reyes de Salamina, y que reflejan la intensa relación de Isócrates con esta familia.. Los dos primeros pueden enmarcarse dentro del género de «espejo de príncipes», y el tercero es un encomio retórico bastante exagerado.
A Nicocles está escrito tras la muerte de Evágoras (374-373 aC), así que la fecha que se le asigna habitualmente es el 370 aC. La autenticidad de la obra es segura, aunque hay sospechas de muchas interpolaciones. Muchos de los consejos que da Isócrates se encuentran, reducidos, en Sobre el cambio de fortunas. La obra guarda grandes paralelismos con el posterior A Demónico: se trata de una exhortación con reflexiones de orden moral.
En primer lugar, Isócrates ofrece estas lecciones como regalo (pues las riquezas materiales ya las poseen los reyes, y no es necesario regalarles más), para que pueda gobernar mejor. Mediante un argumento parecido al de la espada de Damocles (el peligro de ser rey), señala cómo los gobernantes se ven privados de consejos, a pesar de necesitarlos más que un ciudadano corriente. «Porque los que educan a los hombres corrientes, sólo les ayudan a ellos; en cambio, si alguien exhortase a la virtud a quienes dominan a la masa, ayudaría a ambos, a los que tienen el poder y a sus súbditos; pues conseguiría para los unos autoridad estable, y para los otros constituciones más suaves». Habla de la tarea de los reyes, que puede resumirse en que debe, si su ciudad es infortunada, terminar con esa situación, y si es pequeña, engrandecerla. Para ello deberá ejercitar su espíritu mediante el ejercicio de las virtudes, preocuparse de sus gobernados con afecto, no juzgar con favoritismos y mantener siempre el mismo criterio, gobernar sin castigos excesivos y sin una ambición injustificada, distinguir a los aduladores de los buenos servidores, dominar las pasiones, etc. Después de indicar que, probablemente, Nicocles ya conozca estos consejos, le aconseja acudir a los poetas gnómicos (Hesíodo, Teognis y Focílides) es busca de enseñanza moral, a pesar de que la mayoría prefiera dedicarse al placer de la comedia. Lo importante es educarse, y da igual hacerlo siguiendo a los filósofos que para ejercitar el espíritu usan prácticas dialécticas, a los que utilizan discusiones políticas, o a los que apoyan otro modo. Finalmente, Isócrates se despide con el mismo argumento del inicio: su regalo nunca perderá su valor, sino que su uso constante lo hará mejor y más valioso.
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