Tenemos en esta ocasión dos discursos pertenecientes al mismo proceso, aunque sus nombres tradicionales parezcan sugerir lo contrario (uno es «Por deserción» y el otro «Por no alistamiento»). El primero, que llevaría el título correcto, sería una deuterología (aunque parece que llevó el peso principal de la acusación), mientras el segundo, con un estilo llamativamente diverso sería una tritología. Un ciudadano de nombre Arquestrátides incoa contra el hijo del célebre Alcibíades (llamado como su padre). Tras su discurso, dos amigos colaboran con estas dos obras. El proceso debió de tener lugar en el 395/394 aC, y aunque algunos estudiosos consideran espurio bien uno bien el otro (debido a las diferencias estilísticas) o creen que no pertenecen a Lisias, no hay nada seguro que nos permita una conclusión a este respecto.
Entre los delitos de carácter militar, la legislación ateniense incluía procesos muy diversos. Entre ellos, podía entenderse por astrateías, además de la deserción propiamente dicha, el alistamiento en un cuerpo de ejército diferente al que correspondía a un ciudadano, como en el proceso de nuestros discursos. Sería complicado, además, diferenciar los delitos de «abandono del pueblo» y «abandono del escudo», y esta legislación confusa es aprovechada por el orador, que mezcla diferentes acusaciones aunque sólo la primera es aplicable. Por otra parte, también estaba prohibido servir en la caballería sin pasar un examen de capacidad, porque como elemento secundario de los ejércitos de la época, este puesto era mucho menos peligroso que unirse a la infantería.
Sabemos poco del joven Alcibíades, y debe de ser una información parcial y distorsionada. Un cúmulo de villanías difícil de creer referido a un niño de doce o trece años: que a los tres años estuvo a punto de ser expulsado de Atenas junto con su padre; que desde su adolescencia fue un libertino que se exhibía con amantes poco recomendables y se dedicaba a francachelas diurnas en compañía de una hetera; que se confabuló con su amante (un tal Teotimo que luego le abandonó) para arrebatar a su propio padre las propiedades de Ornos; que se jugó la hacienda a los dados; que en un viaje por mar trató de arrojar por la borda a sus compañeros; que tuvo relaciones incestuosas con su propia hermana (a la que repudió su marido). Esta imagen es apoyada por el discurso de Isócrates Sobre las bigas, puesto que nada meritorio logra alegar en su favor.
El exordio del primer discurso alude en general al carácter de Alcibíades, exagera tópicamente la responsabilidad de los jueces y adelanta la conclusión señalando lo inútil de absolver a un individuo irreformable. Carece de narración (que ya se había pronunciado en el discurso principal). La demostración insiste primero brevemente en la interpretación de las leyes que contemplan los delitos militares, subraya el desprecio de Alcibíades por los jueces y acusa a sus defensores de apoyarlo únicamente por ser hijo de quien es. Hacia el final del discurso vuelve a insistir en las traiciones del padre hacia Atenas (la entrega de Decelia y la defección de las islas), concluyendo que el joven es un «enemigo hereditario» de la ciudad.
El segundo discurso es mucho más breve y se centra en el ataque a los defensores de Alcibíades: pone de relieve la irregularidad de un proceso en que los propios instructores actúan a favor de una de las partes, y trata de mostrar como inaceptable la alegación de los estrategos de que fueron ellos los responsables de alistar a Alcibíades en la caballería. Contiene finalmente una serie de generalidades sobre las obligaciones de los jueces y concluye con una recapitulación de la acusación principal.
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