Las epístolas atribuidas a Platón que nos ha legado la tradición son dieciocho, aunque cinco de ellas (de la XIV a la XVIII) son tan evidentemente falsas que la mayoría de editores ni siquiera las publican. El resto han tenido sobre ellas la duda sobre su autoría, al menos desde el Renacimiento.
Durante la segunda mitad del siglo XIX se produce un cambio en esta visión, al aclararse las aparentes inexactitudes históricas y comprobarse que la lengua era la misma que en los diálogos platónicos (aunque la estilometría es más fiable cuanto más extenso sea un escrito). Es posible, verbigracia, que muchas de estas cartas fueran obra de discípulos de Platón, con la intención de propagar la fama de la Academia. Sea como fuere, algunas cartas revelan discrepancias entre sí (como las ocho que tratan temas de Siracusa), por lo que no todas pueden ser auténticas. Son especialmente sospechosas aquéllas que tocan temas de carácter privado, pues de ser auténticas no pudieron ser escritas para su divulgación. Al mismo tiempo, la existencia de esta tradición de cartas platónicas puede haber surgido de una original (probablemente, la VII, que es la de mayor extensión, la de argumentos más importantes, y de la que beben algunas de las otras, tanto en ideas como en expresiones concretas). Una clasificación de las cartas según su posible autoría platónica quedaría como sigue:
- Seguramente falsa: I
- Probablemente falsas: IV, V, IX, X, XII, XIII.
- De autenticidad dudosa: II, III.
- De autenticidad incierta: VI, VIII, XI.
- Probablemente auténtica: VII.
La importancia de estas epístolas, si bien marginal, es mostrar la personalidad de Platón y ser testimonio de la azarosa vida siracusana del siglo IV aC, ya que la mayoría de ellas, las más importantes, se dedican a estos asuntos. De hecho, si son ordenamos por el destinatario, se obtienen tres grupos:
- Las cartas a Dionisio: I, II, III y XIII.
- Las cartas a Dión o a sus amigos: IV, VII, VIII y X.
- El resto, enviadas a otros gobernantes y hombres de estado.
En cuanto a su orden cronológico, nosotros las estudiaremos siguiendo su fecha interna esto es, la fecha en que fueron escritas (si son auténticas) o en que pretenden haber sido escritas (si no lo son). Al basarnos únicamente en referencias a hechos fijos, en muchas ocasiones debemos conformarnos con un margen de varios años.
Carta X:
Compuesta únicamente por tres oraciones, nada permite indicar que no sea de Platón, salvo su propia brevedad y el carácter privado del contenido. Bien pudiera ser un ejercicio retórico obra de un conocedor de los diálogos platónicos, pues hay una reminiscencia de su pensamiento (particularmente del libro VI de República). Va dirigida a un tal Aristodoro, del que nada sabemos. El autor le felicita por su lealtad, firmeza e integridad por mantenerse junto a Dión. La fecha interna se sitúa entre el 387 (el regreso de Platón de su primer viaje a Sicilia) y el 354 aC (la muerte de Dión).
Cartas IX y XII:
Ambas son muy breves, y ambas están destinadas al pitagórico Arquitas de Tarento (por tanto, la fecha interna es posterior al 387 aC). Por su carácter privado y su escaso contenido filosófico, la IX es probablemente falsa, a pesar de haber sido citada en un par de ocasiones por Cicerón. De la XII ya existían dudas en la Antigüedad; es un simple acuse de recibo de unos tratados pitagóricos, en respuesta a una carta anterior de Arquites, en la que se habla de Ocelo de Lucania, un pitagórico del siglo I aC. Se cree que ambas cartas pudieran participar de una corriente antiplatónica, que pretendía hacer de sus obras un plagio de las pitagóricas.
Carta XIII:
Cuenta con más rechazo que aceptación, y es completamente diferente al resto. Tiene un carácter estrictamente privado, y su fecha interna rondaría el 366/365 aC, poco después del regreso de Platón de su segundo viaje a Sicilia, y todavía en buenas relaciones con Dionisio. La epístola nos presenta a un Platón desconocido, relacionado con el tirano de Sicilia como un vulgar cortesano y hombre de negocios. En el tono obsequioso de la misiva (disimulado pero evidente) y en la acumulación de anécdotas, tal vez puede verse la mano de un falsificador antiplatónico, o bien la de un ensayista interesado (de forma malintencionada) en la intimidad de Platón. En la carta, el fundador de la Academia comunica a Dionisio el cumplimiento de diversos encargos personales, el envío de unas obras, y varios regalos que le ha comprado. Sigue una referencia a Dión (en la que parece hacerle cómplice del tirano sobre un tema del que sólo habla a medias) y diversos temas de interés privado.
Carta V:
Pasa por ser una carta a Perdicas de Macedonia (hermano mayor de Filipo), que fue rey de su tierra desde el 365 al 359 aC (la fecha interna de la carta). En respuesta a su solicitud de consejo, le envía a Eufreo, elogiando sus dotes políticas. Sabemos que Eufreo fue miembro de la Academia, y que murió al enfrentarse con los partidarios de Filipo, por lo que el escrito puede estar motivado por este hecho. La autenticidad de la epístola es sospechosa, y puede verse más como un ejercicio retórico que reelabora pasajes de la carta VII y emplea ideas de otros diálogos (como Político o República). Su intención apologética permite inscribir el texto en la rica tradición que defendía a Platón de no implicarse en la política ateniense, y ofrecer sin embargo consejos a los gobernantes extranjeros.
Carta XI:
Respuesta a una petición de colaboración para un código de leyes que, en relación con la fundación de una colonia, le ha presentado Laodamante. Este debe de ser el matemático de Tasos, y en tal caso la carta podría tener la fecha interna de 360/359 aC, pues en ese año los tasios fundaron dos colonias. Además, esto coincidiría con la edad avanzada de Platón indicada en el texto. Nada parece indicar que se trate de una falsificación
Carta I:
No puede haber sido escrita por Platón y debe de ser, más bien, un simple ejercicio retórico, como pone en evidencia la acumulación de citas poéticas en un texto tan breve. En la ficción de la epístola, Platón ha regresado a Atenas tras su tercer viaje (por lo que la fecha interna estaría situada en el 360/359 aC), y envía a Dionisio un reproche sobre su trato indigno y su tacañería.
Carta II:
Pretende contener las respuestas a algunas cuestiones planteadas por Dionisio mediante la intervención de Arquedemo (discípulo de Arquitas de Tarento). Tras comenzar con una defensa de sus amigos, que habrían censurado en Olimpia al tirano, pasa a hablar de los términos en que debe desarrollarse su relación; para ello introduce una serie de lazos entre la sabiduría y el poder. De aquí pasa a los estudios de Dionisio, con una breve alusión a la geometría; a continuación discute la actitud del tirano ante la filosofía y ante su persona. Después de unos párrafos referidos a lo inconveniente de que las doctrinas esotéricas lleguen a conocimiento de la multitud, la carta se cierra con una alusión a cuestiones personales. La datación interna depende de la fecha que se acepte para los Juegos Olímpicos mencionados: Sabemos que Platón acudió a los del 360 aC, pero resultaría extraño que la relación entre Platón y Dionisio siguiera en los términos expresados en el texto, habida cuenta del final del tercer viaje a Sicilia del fundador de la Academia. Pero 364 aC (Juegos para los que no tenemos referencia sobre la asistencia de Platón), tampoco cuadra, porque es improbable que tras el segundo viaje surgiera una conversación filosófica con Dionisio, que había mostrado su rechazo. Así pues, todo apunta a que la epístola es apócrifa y se basa en datos de la carta VII. Es probable que haya surgido de un círculo pitagórico, ya que algunos datos cobran mejor sentido en este ámbito: la alusión a una enseñanza oral, el secretismo, y la digresión filosófica sobre los tres principios.
Carta III:
Se supone escrita después del tercer viaje a Siracusa y antes de la expedición de Dión que desplazó a Dionisio del trono (por tanto, la fecha interna sería el 358 aC). La epístola se abre con un párrafo introductorio en el que se discute sobre la forma más conveniente del saludo (en unos términos más propios de un sofista retórico de época más tardía), para pasar a plantear los temas que va a desarrollar: la réplica a las calumnias que tuvo que soportar durante su estancia en Siracusa (la supuesta ingerencia de Platón en los asuntos políticos) y también a las que ahora se dejan oír contra él en la corte de Dionisio (según las cuales Platón habría estorbado dos planes del tirano: el restablecimiento de las ciudades griegas arrasadas por los cartagineses en Sicilia y la conversión en monarquía de la tiranía siracusana). Esta distinción entre calumnias viejas y nuevas parece calcar el motivo estructural de la Apología de Sócrates. Un breve párrafo conclusivo cierra la carta. Aunque muchos críticos suponen auténtico este texto, otros lo ven como apócrifo por su reelaboración de muchos pasajes de la carta VII.
Carta IV:
Dirigida a Dión después de apoderarse de Siracusa, cuando comenzaba a mostrar desavenencias con Heraclides (por lo que la fecha interna es 356 aC). Platón, sin ocultar sus simpatías, le escribe dándole consejos para que iguale sus éxitos militares con una buena actuación personal y una sabia conducta política. Esta epístola no contiene nada que convenza de su autenticidad: su actitud contrasta con la de la carta VII, donde se condenan las operaciones militares de Dión, tiene aire retórico, un pasaje parece imitar el Evágoras de Isócrates, e incluye una profecía que no viene a cuento.
Carta VII:
Dirigida a los amigos y asociados de Dión tras su asesinato (353 aC), es la carta de mayor enjundia (ocupa una extensión mayor que todas las otras juntas) y la que goza de mayor reconocimiento de autenticidad (aunque puede resultar obra de un estudioso posterior). Quiere responder a una petición de colaboración, pero claramente se trata de un texto abierto a la audiencia de siracusanos y atenienses, y contiene una descripción y una justificación apologética de la participación de Platón en los asuntos de Sicilia. Empieza con un exordio que expone su disposición a colaborar en los proyectos de Dión y hace un resumen de su propia formación política. Sigue hablando de su amistad con Dión, la muerte de Dionisio, su regreso a Atenas y su segundo viaje con Dionisio el Joven en el poder. Cuando llega al destierro de Dión interrumpe la exposición de acontecimientos para reflexionar sobre el propósito de su carta (los consejos sobre la situación del momento: no imponer un consejo, evitar la violencia, etc). Luego retorna a la discordia de Dionisio y Dión, el destierro de éste, la liberación de Siracusa, el asesinato de Dión y la personalidad de sus asesinos. Vuelve de nuevo al tema central para responder a la forma de llevar a cabo los planes de Dión (reformar a los ciudadanos, promulgar leyes equitativas, etc). Pasa otra vez a la narración de sus viajes, exponiendo cómo tuvo que ceder a las instancias de Dionisio y de Dión. Se dedica a explicarle al príncipe en qué consiste su verdadera filosofía, a cuya austera pedagogía no fue capaz de plegarse el tirano. Viene a continuación una larga digresión sobre la teoría del conocimiento. En ella, se plantea cómo es posible el conocimiento de las realidades objetivas, cuáles son los papeles de la intuición y del pensamiento discursivo. La respuesta es que el conocimiento requiere cinco factores: un nombre, una definición, una representación sensible (copia imperfecta y no permanente), el conocimiento (de los anteriores) y la realidad (el objeto genuino o Idea). Termina la digresión llegando a la conclusión de la falta de aptitud de Dionisio para la filosofía. Reanudando la historia, recuerda las peripecias de sus últimos días en Sicilia, sus diferencias cada vez mayores con el tirano y su completa ruptura. Después de muchos obstáculos, regresa a Atenas, deteniéndose en Olimpia, donde encuentra a Dión con sus partidarios. Termina la carta con reflexiones parecidas a sus consejos y se despide excusándose por la extensión de la epístola.
Carta VIII:
De autenticidad generalmente aceptada, esta epístola está dirigida a los mismos que la VII (los parientes y camaradas de Dión), y su fecha interna parece situarse pocos meses después que ella (353 aC), poco después de que Calipo, el asesino de Dión, fuera expulsado del poder por Hiparino, hijo de Dionisio I y sobrino de Dión. En ella, Platón trata de poner de acuerdo a los dos partidos en lucha, el de Dión y el de Dionisio, sin disimular la dificultad de la tarea. Empieza recordando todo lo que debe Sicilia a la casa real de Dionisio y haciendo ver que el resultado de una nueva guerra seria la esclavización por los cartagineses. Todos los griegos deben unirse para evitar la catástrofe, abolir el régimen tiránico y convertirlo en monarquía constitucional (sin absoluta libertad ni reacciones totalitarias). Como consejos prácticos (en boca de Dión) sugiere que establezcan una autoridad responsable a cargo de tres jefes: Hiparino, el hijo de Dionisio el Viejo y Dionisio el Joven.; y que convoquen una asamblea para que se nombre a tres guardianes de la ley y establezca tribunales. La extensión de la carta está llena de contenido político, ya que es la única que da detalles específicos de tipo constitucional y se acerca mucho a los principios y al lenguaje de Leyes. Si el autor no fue Platón (existen ciertas incoherencias históricas y pequeñas incongruencias con su pensamiento), sin duda tuvo muy en cuenta ese escrito y la carta VII.
Carta VI:
Dirigida a Hermías, tirano de Atarneo que alcanzó el poder hacia la mitad del siglo IV aC, con la intención de ponerlo en contacto con Erasto y Corisco, dos de sus discípulos naturales de Escepsis. La fecha interna de la misiva se situaría hacia el 350 aC, dado que Platón falleció en el 347 aC. Como la carta II (con la que guarda semejanzas), la epístola trata de la relación entre sabiduría y poder, ejemplificada ahora por los personajes: el político necesita la asistencia del filósofo, y éste requiere el apoyo de un hombre con poder. A pesar de que en general parece ser aceptada como auténtica, tres detalles pueden llevar a pensar lo contrario: la expresión «la sabiduría de las ideas» (para referirse a las enseñanzas de Platón) que no aparece nunca en los diálogos; que Platón parece no conocer a Hermías, lo cual entra en conflicto con lo legado por Estrabón; y la referencia a dos divinidades (padre e hijo) que introduce un aire religioso que, como la carta II, tiene sabor pitagórico.
Cartas XIV-XVIII:
Las cinco últimas cartas no estaban incluidas en la colección conocida por Trásilo (siglo I aC) y no forman parte del corpus transmitido por los manuscritos principales; de hecho, el único códice en el que aparecen data ya del siglo XV. Tanto su estilo como su contenido niegan la paternidad platónica, por lo que como ya hemos indicado la mayoría de editores ni siquiera las publican. Es probable que procedan del ambiente cultural de la segunda sofística, a partir del siglo II. El interés de estos breves textos puede radicar en demostrar cómo el primitivo cuerpo de cartas platónicas (probable imitación, todo él, de la carta VII), se acaba convirtiendo de nuevo en modelo literario, recreado en épocas posteriores. Así, la epístola menos consistente del grupo anterior, la I, parece haber inspirado la carta XIV, emplazada a un siracusano (tal vez Dionisio) y empeñada en demostrar la misantropía de Platón. La XV pone a un tal Crenes bajo el cuidado de su destinatario (tal vez Dionisio). La carta XVI, casi un calco de la X, felicita a unos amigos por mantenerse cerca de Dionisio. La XVII, que toma como modelo la VI, indica a su desconocido destinatario que se ponga en contacto con Georgio, alumno suyo. Por último, la epístola XVIII es una carta de recomendación, probablemente destinada a Dionisio, para que se libere de prisión a un tal Calímaco.
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