Mimnermo de Colofón

Los datos biográficos conservados sobre Mimnermo son escasos, y además parece haber ciertas confusiones a raíz de tomar sus poemas como base verídica, como sucede habitualmente con los autores antiguos. De hecho, algunas fuentes lo hacen procedente de Esmirna, en lugar de Colofón.

Ni siquiera está fuera de duda la cronología de su vida. Algunos estudiosos toman en consideración que en sus versos hay una referencia a un eclipse, y esto podría ser en el año 648 aC o en el 585 aC, o también hacer referencia a un eclipse sucedido tiempo atrás. Mimnermo nombra en su poema Esmirneide la lucha de los habitantes de Esmirna contra los lidios de Giges, quizá hablando de su victoria en la batalla junto al río Hermo (660 aC). Algunos suponen que esto podría hablar del ataque del sucesor de Giges, Aliates, en torno al 600 aC. Pero de nuevo, esta referencia puede haberse realizado solo como una comparativa épico-exhortativa en otro contexto. El léxico de Suidas, de cualquier forma, sitúa la madurez del poeta hacia el 632-629 aC.

Con Mimnermo, una vez más, nos damos de bruces con la mala conservación de sus composiciones. Sus versos fueron bien valorados por aquellas generaciones que, en la Antigüedad, pudieron disfrutarlos, y su influencia fue enorme en la época helenística y alcanzará a Horacio o Propercio por su fuerza y sensibilidad al tratar el tema del amor. La poesía de Mimnermo es decisiva para la evolución de la elegía, pues abrió horizontes temáticos y formales que solo pueden apreciarse en parte.

Se le atribuyen dos grandes composiciones de estructura y tema muy diferentes. Una es la Emirneide, de la que hemos hablado más arriba. La otra es Nanno y debía de ser una obra de gran variedad temática donde el amor serviría como hilo conductor. Al parecer, si la asignación de fragmentos es acertada, en la obra se mezclaban reflexiones más o menos personales (sobre la vejez, los placeres de Afrodita, etc.). y la representación de estas ideas a través de los mitos. Así, Jasón y Medea son ejemplo de las vicisitudes amorosas. Por escolios de otras obras se entrevé que en la obra se acumularían referencias a amores fatales y desesperados, sin dejar de hacer hablar de la historia de Colofón y Esmirna. Esta diversidad de temas convertía el poema en una sucesión de pequeñas elegías engarzadas.

Un par de las composiciones de Mimnermo:

Sobre la vejez (parte de Nanno):
Mas poco tiempo dura, como un sueño,
la juventud preciada; y la penosa y deforme
vejez sobre la cabeza enseguida pende,
odiosa a la vez que despreciable, que torna irreconocible al hombre
y daña sus ojos y su razón al derramarse por todo su cuerpo.
 Sobre el mito del Vellocino de Oro:
Ni el propio Jasón habría traído jamás el gran vellocino
desde Ea, recorriendo dolorosa ruta,
cuando para el desmesurado Pelias llevó a cabo difícil prueba,
ni habrían llegado hasta la hermosa corriente del Océano
a la ciudad de Eetes; allí los rayos del raudo sol
yacen en áureo aposento,
junto a la boca del Océano; allí, adonde fue el divino Jasón.
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Para saber más sobre la elegía puede leer nuestra entrada sobre los Elegíacos antiguos, a los que pertenece Mimnermo. Allí encontrará la bibliografía utilizada.

Tirteo

Las fuentes sobre la vida de Tirteo no son fiables en absoluto. Nos dicen que fue un ateniense al que, para cumplir las instrucciones de un oráculo, los espartanos llamaron no solo como poeta, sino incluso como general. Los detalles sobre su persona se van volviendo más imaginativos conforme transcurre el tiempo: en las fuentes antiguas Tirteo, llamado como estratego, se queda entre los lacedemonios como ciudadano y mentor de la juventud; en Pausanias se le hace cojo y tonto; y en Porfirio tiene deformes todos los miembros. Al mismo tiempo, esta caracterización lo va convirtiendo en un ser prodigioso: su capacidad de influir con la palabra (para animar a la lucha) se traslada a una explicación física basada en la fuerza de su voz, similar al sonido de una tuba (que él mismo habría inventado) y capaz de hacer huir a los mesenios.

Respecto a su nacionalidad ateniense, puede sospecharse de la propaganda de los propios atenienses, como un efecto de su tendencia hegemónica durante el siglo V aC y ese motivo tradicional sobre el poeta errante o el poeta extranjero, llegado de centros culturales. Esta propaganda ha llegado al punto de que a Esparta no se le reconoce ningún poeta «nativo». La lengua usada en los versos no puede servirnos esta vez para dilucidar la cuestión: el dialecto predominante es el jonio, por lo que se ha visto en Tirteo un representante continental de la tradición elegíaca de origen jonio. Y aunque algún estudioso defiende que la redacción original tuvo que ser en dorio (para ser entendida por aquellos a quienes exhortaba: la masa guerrera espartana) y que luego la transmisión modificó el dialecto, no parece haber una prueba evidente para ello, dadas las escasas variaciones léxicas. En definitiva, la nacionalidad espartana está afirmada en los propios versos, y aunque pueden tenerse dudas por aquello del «yo poético», no hay una explicación plausible que nos permita negarlo.

Con Tirteo entra en el género lírico por primera vez la cuestión del papel del poeta y su poesía en la sociedad en la que vive. Sus funciones son variadas: rememorar los hechos, exhortar a los ciudadanos a actuar en momentos de crisis, o reflexionar sobre la moral. Los versos conservados de nuestro autor nos permiten observar la evolución interna que trata de superar la brecha entre aristocracia y damos (la asamblea de ciudadanos espartanos, el organismo gubernamental más cercano a la democracia que tuvo la ciudad), y desviarla hacia la distinción hilotas (mesenios) y libres (espartanos) que se dio tras la victoria de Esparta sobre Mesenia en la segunda de sus guerras (hacia 640-600 aC, lo cual nos da cierta idea sobre la cronología de Tirteo hacia finales del siglo VII aC). Esto hace que el papel del poeta sea configurar una ideología de la comunidad y una identidad basada en la diferencia con el «otro».

En los versos de Tirteo encontramos un cambio en la función de la exhortación con respecto a la épica: de un nivel meramente narrativo, se pasa aquí a buscar un efecto inmediato y real entre la palabra y la acción guerrera. El poeta destaca los valores de la sociedad espartana, con insistencia en la repercusión que la conducta individual tiene en la colectividad.

Los fragmentos conservados son bastante breves, como en otros casos de poetas antiguos, y no sabemos si existe una unidad entre ellos o proceden de obras diferentes. Las fuentes antiguas nos hablan de una Eunomia, pero este no es el título que le dio el poeta, sino un nombre común aplicado en la Antigüedad a las obras que hablan sobre el buen gobierno y el texto legal que lo rige. Así, otros hablan al referirse a estos fragmentos de una «constitución» de los lacedemonios. Con respecto a otros fragmentos, algunos son englobados en unos supuestos cinco libros que incluirían consejos expresados mediante elegías y cantos de guerra. En general, todos ellos se dedican a alabar la valentía, a recordar el honor y la gloria alcanzados por quien lucha (aunque muera).

Dejamos aquí un par de los fragmentos:

Sobre la condición de los mesenios, obligados incluso a llorar por gente hacia la que no tenían más relación que la del vasallaje:
Oprimidos como asnos por pesadas cargas,
a sus amos aportan, obligados por dolorosa necesidad,
la mitad de todo el fruto que sus campos producen.
A sus amos lloran por igual sus esposas y ellos,
cuando a alguno le alcanza el maldito destino de la muerte.
 Una de las variantes en que se anima a la valentía guerrera:
¡Tened valor, pues sois del linaje del invencible Heracles:
aún no tuerce Zeus con desprecio la cabeza!
No temáis a la multitud de enemigos ni seáis presa del pánico
y que cada hombre vaya derecho hacia las primeras filas, sosteniendo su escudo,
que su vida se le torne aborrecible y las negras divinidades
de la muerte tan queridas como los rayos del sol;
pues sabéis hasta qué extremo las acciones de Ares,
que de llanto inunda, son aniquiladoras.
Conocéis bien la índole de la dolorosa guerra y vosotros, jóvenes,
os habéis encontrado en compañía de fugitivos y de perseguidores,
pues aquellos que, aguantando unos junto a otros,
tienen la audacia de ir al combate cuerpo a cuerpo en las primeras filas
mueren en menor número y salvan al ejército que les sigue,
mientras que si los guerreros se aterrorizan, perdido está el valor.
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Para saber más sobre la elegía: Elegíacos antiguos. Allí encontrará la bibliografía utilizada.

Calino de Éfeso

De su biografía todo lo que puede decirse es que vivió en la primera mitad del siglo VII aC. Ni siquiera su vinculación a Éfeso es segura.

No hay duda, sin embargo, de que es uno de los primeros poetas no épicos de la literatura griega, como lo demuestra el hecho de que algunas fuentes antiguas le mencionen (igual que a Arquíloco o a Mimnermo) como inventor del verso elegíaco.

Estrabón anotó que la vida de Arquíloco debía ser más reciente que la de Calino, puesto que el primero habla de las «desgracias de los magnesios», mientras que Calino los describe como un pueblo próspero, y narra su victoria sobre los de Éfeso. Es decir, que en tiempos de nuestro autor aún no habían ocurrido las invasiones de los treres (una tribu del misterioso pueblo de los cimerios), que entre otras cosas prendieron fuego al templo de Artemisa en Éfeso. Es justamente la amenaza de estos cimerios la que hace de trasfondo a los fragmentos conservados del poeta, que son solo cuatro (y no demasiado extensos).

Aunque en el plano formal los veinte versos del primer fragmento están muy influidos por la epopeya (hay paralelos en Homero y en Tirteo), es el primer testimonio en el que se encuentra esa exhortación guerrera que luego tendrá una larga vida en la poesía: es bello morir por la patria. El estilo une la apelación a la dignidad del guerrero con el contraste entre el valeroso y el cobarde (contraposiciones desarrolladas gracias a la secuencia hexámetro - pentámetro característica del dístico elegíaco). Se habla así del valor y la vergüenza de los jóvenes guerreros, de la importancia de lo propio y de la gloria y el respeto de sus conciudadanos.

El segundo fragmento aparece citado por Estrabón como una oración o un discurso a Zeus, y en efecto sus escasos versos (en los que se solicita a un dios que recuerde actos piadosos anteriores) parecen responder a una súplica de ayuda. Los dos fragmentos restantes (cada uno de un verso) hacen referencia a los cimerios y a los treres.

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Para saber más sobre la elegía: Elegíacos antiguos. Allí encontrará la bibliografía utilizada.

Elegíacos antiguos

Para esta serie de autores seguimos el texto de Emilio Suárez de la Torre publicado por la editorial Gredos. El mismo autor se encarga de anotar e introducir su traducción, revisada por David Hernández de la Fuente.

La elegía es una de las formas poéticas más características del período grecolatino. Nació en época antigua, quizá como una alternativa a la poesía épica. Se habla habitualmente de «género elegíaco», pero dada la amplia variedad de contenidos y los diversos fines a los que ha servido, el término no es completamente adecuado. Servía, como sirve hoy, para expresar el lamento por la muerte de una persona; pero en el mundo clásico también podía usarse para tratar temas placenteros.

La estructura métrica, el dístico elegíaco, estaba conformada por un hexámetro (el verso usado en la poesía épica) seguido de un pentámetro (que puede considerarse, en resumidas cuentas, como la duplicación de la mitad de un hexámetro). Así se obtiene una forma a medio camino entre la épica y la composición destinada al canto (o al menos al recitado con acompañamiento musical). Esta miniestrofa permitía muy pocas innovaciones formales, pero podía albergar los recursos ya desarrollados en la poesía épica para tratar circunstancias y fines muy diferentes, aunque es cierto que ya entre los griegos se dio cierta tendencia a asimilar lo elegíaco a lo fúnebre.

Esto se debe a una cuestión etimológica: los términos usados para referirse a las composiciones que utilizan este tipo de verso (elegeion, elegeia) estaban relacionados con otro más antiguo (élegos) que parece usado al parecer en ocasiones para referirse a un canto de lamentación acompañado por el aulós (un instrumento de viento similar a una flauta, cuyo sonido era más parecido al del oboe o el clarinete). La identificación se reforzó posteriormente al ir componiéndose elegías con carácter funerario que conmemoraban ciertos acontecimientos y por el uso del dístico elegíaco para los epitafios versificados (epigrama). Esta composición siguió un camino bien diferente al de la elegía: el término se extendió para aplicarse a cualquier obra breve en dístico elegíaco (aunque no fuera creada para un monumento funerario), y en época helenística y romana a su contenido elogioso se le dio un tinte mordaz y de censura.

No solía usarse para composiciones extensas, salvo notables excepciones (la Salamina de Solón, la Esmirneide de Mimnermo o la elegía a la batalla de Platea de Simónides). También es cierto que los textos se conservan principalmente por métodos indirectos (citas de otros autores, glosas de términos oscuros), y por tanto no puede asegurarse con absoluta certeza la longitud exacta de cada poema. Tampoco la estructura de las obras aparece absolutamente clara, pero se ve cierta tendencia, al menos en algunos autores, a agrupar las partes importantes del poema elegíaco en grupos de cinco dísticos.

La elegía, aunque no está del todo ausente del ámbito público como hemos visto, pertenece al mundo del banquete. Esto lo une al yambo, que también se desarrolló principalmente en el entorno del simposio de la polis antigua. El dístico elegíaco evoluciona en el ámbito del banquete aristocrático de las florecientes ciudades jonias. Los ideales de clase y las inquietudes políticas se comunican a través del lenguaje tradicional de la épica, y la composición podía servir para relatar un contenido mítico, para desarrollar una narración histórica o, más frecuentemente, para realizar una argumentación reflexiva; podía adoptar un tono didáctico, al introducir enigmas y otros entretenimientos típicos del banquete, o acercarse al terreno del yambo (pero sin llegar a ser tan escabroso).

El género elegíaco fue cultivado durante toda la Antigüedad, y la forma sobrevivió al yambo y se desarrolló no solo en el contexto del banquete, sino también en el de la ceremonia pública. La elegía helenística será un medio de experimentación que ampliará sus temas, mientras que su adopción por los poetas romanos supondrá un desarrollo casi exclusivo del contenido amoroso.

Se atribuían elegías a Olimpo, el mítico poeta anterior a la guerra de Troya, y tanto estas atribuciones como las menciones a autores más antiguos se refieren a innovaciones musicales. Así sucede con Clonas de Tégea o Polimnesto de Colofón, poetas del siglo VII aC de los que no se ha conservado ni un solo verso. La primera aparición histórica será con Arquíloco de Paros, con un variado rango temático. La lista de autores de elegías después de este primer poeta quedaría como sigue:
  • Calino de Éfeso, poeta del siglo VII aC.
  • Tirteo, a finales del VII aC.
  • Mimnermo de Colofón, entre los siglos VII y VI aC.
  • Solón, procedente de Atenas, también entre el VII y el VI aC.
  • Anacreonte.
  • Teognis de Mégara, poeta del VI aC.
  • Asio de Samos, del VI aC (o quizá del IV aC).
  • Jenófanes, procedente de Colofón, en el VI aC.
  • Focílides de Mileto, del VI aC.
  • Demódoco de Leros. No hay seguridad de que existiera alguna vez un poeta con ese nombre, más allá del aedo ciego que visita la corte de Alcínoo en el canto VIII la Odisea. Si existió, fue en el siglo VI aC.
  • Simónides, uno de los nueve líricos arcaicos.
  • Melanípides de Melos, entre los siglos VI y V aC.
  • Arquelao, procedente de Atenas o de Mileto, del siglo V aC.
  • Jon de Quíos, también en el V aC.
  • Critias, procedente de Atenas, en el V aC.
  • Dionisio Calco, del siglo V aC.
  • Melantio de Atenas, en el siglo V aC.
  • Pigres, quizá de Cario, en el V aC.
  • Eveno de Paros, entre los siglos V y IV aC.
  • Antímaco, entre V y IV aC.
Se han dejado fuera de esta lista aquellos autores semilegendarios o arcaicos de quienes no nos han llegado obras (los ya nombrados Olimpo, Clonas y Polimnesto, junto a, ya en el siglo VI aC, Equémbroto de Arcadia y Sácadas de Argos), los representantes de la sabiduría arcaica a quienes se atribuyen composiciones tampoco conservadas (Periandro, Pítaco, Bilante y Quilón), trágicos a los que se atribuye composiciones (como Esquilo Sófocles) y aquellos autores que se adentran en el siglo IV aC (como Antímaco o Aristóteles).

Hiponacte

La patria de Hiponacte fue Éfeso, uno de los enclaves griegos más importantes ya desde tiempos arcaicos. La relación de esta ciudad y del resto del mundo griego con las civilizaciones cercanas en el continente asiático es en buena parte contradictoria: en determinados momentos de su historia la hostilidad llega al punto del enfrentamiento armado, pero también es evidente la admiración y el influjo cultural entre uno y otro lado. La obra de Hiponacte refleja esta contradicción, como enseguida veremos.

Como es habitual entre estos autores antiguos, los datos biográficos deben ser extraídos de referencias y hallazgos indirectos. Hay una referencia a un exilio del poeta en Clazómenas, y es probable que esto corresponda al período inmediatamente posterior a la toma de Éfeso por el general Hárpago, que tuvo lugar en 541 aC. Proclo, por su parte, databa la madurez del poeta en época de Darío (522-486 aC). En resumen, podemos situar la vida de Hiponacte en la segunda mitad del siglo VI aC.

En la vida de Hiponacte pueden verse puntos en común con la biografía semificticia de otros yambógrafos, como son el encuentro con un personaje que le transmite su poder (en el caso de Hiponacte, la anciana Yambe) y la finalidad denigratoria de las composiciones, ya que al parecer hubo cierta rivalidad entre el poeta y dos escultores: Búpalo y Atenis.

Como en el caso de Arquíloco, este enfrentamiento se teñirá de un halo de leyenda. En cualquier caso, gracias a que Plinio nos dejó la genealogía de estos escultores, y dado que fue hallada una estatua (datable hacia 540-537 aC) con los nombres del padre y del abuelo de ambos, esta rivalidad nos permite confirmar el período vital del poeta. Según las fuentes, Búpalo habría representado deforme a Hiponacte en una escultura con motivo de una fiesta religiosa, pero la violencia que le causaron las burlas del poeta hicieron que se ahorcara. Se refleja aquí una confrontación entre manifestaciones artísticas, una contraposición entre el poder de las artes plásticas y la fuerza de la palabra. Sin embargo, en las composiciones de Hiponacte se nombra a una mujer, Arete, por lo que la rivalidad entre ambos parece haber sido mucho más terrenal.

Otros personajes, además de los citados escultores, aparecen en los fragmentos de Hiponacte, como el pintor Mimnes o el alfarero Esquílides. Pero no podemos aportar datos sobre su relación exacta con el poeta o su posición en la sociedad, más allá de lo planteado por el autor. Aún menos si se tiene en cuenta, insistimos, la dificultad para distinguir entre el nivel ficticio de la composición y la vida real. Por ejemplo, hay un sacerdote, llamado Cicón, que parece protagonizar unos rituales parodiados, pero no tenemos constancia de que sea así realmente.

Hiponacte usó en sus composiciones el dialecto jónico oriental, pero debido a su situación geográfica aparecen algunos vocablos lidios. Son numerosos (si se compara con otros autores) los términos que no pueden encontrarse en ningún otro lugar (lo que se conoce como un hápax), aunque algunos de ellos son compuestos de otras palabras, con un uso paródico o cómico (por ejemplo, trenzamimbres, alzafaldas o coitoveloz). Un recurso que también usa de forma abundante la comedia ateniense, como hemos visto múltiples veces con Aristófanes. El léxico popular y las características del yambo se funden con ciertos rasgos más característicos de la épica, y los diminutivos y formas coloquiales aparecen junto a recursos poéticos como las asonancias o los paralelismos.

En el aspecto métrico, el autor se muestra aún más original. Su creatividad le ha granjeado el honor de ser considerado creador del coliambo (una variedad del trímetro yámbico con la penúltima sílaba larga, en lugar de breve). El efecto rítmico era descrito como una «cojera», y de ahí que se llame a este verso «yambo cojo». Las fuentes clásicas describen el efecto cómico de rasgo estilístico. Paradójicamente, no se ha conservado ninguna obra de Hiponacte que use el verso que en la Antigüedad recibió su nombre (hiponacteo), y que está muy presente en la poesía coral.

Los yambos de Hiponacte conservan esa finalidad inmediata crítica: el vituperio es empleado para reforzar la estructura tradicional de la sociedad del poeta, a pesar de que sus versos parezcan atentar contra los cimientos de esa misma sociedad. Estamos aquí ante un proceso de catarsis, por tanto. Al mismo tiempo, la evolución del género y su adaptación al medio jonio del siglo VI aC pueden verse en tres características de la poesía de Hiponacte:

  • Transpone situaciones cotidianas a un escenario mítico parodiado. Toma motivos de Homero, por ejemplo, y los fusiona con sus personajes contemporáneos, incluido el propio poeta (que vendría a ser Ulises). La referencia mítica le sirve a Hiponacte como ejes de coordenadas donde situar la recreación de su realidad.
  • Recurre a la parodia ritual para reforzar la eficacia de la sátira yámbica y remarcar el beneficio para la sociedad. Varios fragmentos hacen referencia al rito purificatorio llamado pharmakós, una suerte de sacrificio con paralelismos en el chivo expiatorio de los pueblos semíticos, pero con una víctima humana que no acaba ejecutada. A pesar de que algunas fuentes afirmen que sí existía una muerte ritual, están siguiendo la descripción poética, que refuerza el sacrificio del personaje en beneficio de la comunidad. Así, en Hiponacte el elegido para este sacrificio es el más feo y deforme, y al llevar al extremo los detalles del ritual obtiene su comicidad: la eliminación del despreciable ser (por feo) es beneficiosa para la sociedad.
  • Describe las escenas con gran vivacidad y abundancia de elementos obscenos y escatológicos. Aunque sigue aquí la tradición de la literatura yámbica, Hiponacte se muestra mas realista y descarnado.

Como se ha comentado más arriba la influencia de Hiponacte se nota en la comedia ateniense (a pesar de que no sea muy mencionado en el siglo V aC), tanto en el léxico compartido como en las situaciones escenificadas. Aristófanes, de hecho, llega al punto de mencionar el asunto de Búpalo y el nombre de Hiponacte. Con posterioridad, autores como Cércidas de Megalópolis, Fénice de Colofón o Herodas lo tomaron como modelo. Por su parte, Calímaco se identifica con el poeta al comienzo de sus yambos. Entre los romanos, es Catulo donde encontramos una influencia más palpable (mezcla de humor y escarnio, uso de diminutivos).

Los fragmentos de Hiponacte conservados (unos dos centenares, si se cuentan los dudosos) proceden principalmente de una edición alejandrina que contenía una colección de composiciones yámbicas. Como en el caso de otros poetas, luego aparecen muchos fragmentos dudosos, atribuidos por autores posteriores y glosas etimológicas. Además, también como en otros casos, muchos fragmentos son tan breves que no dan posibilidad de averiguar el contexto en que se producen o siquiera un significado exacto.

Una pequeña selección de las composiciones de Hiponacte, donde pueden verse los recursos comentados:

Que de hambre se quede seco y que, expulsado como víctima expiatoria,
se le golpee siete veces en la verga.
Hermes, querido Hermes, cachorro de Maya, Cilenio,
te suplico, pues no hago más que tiritar de mala manera
y me rechinan los dientes...
concede un manto a Hiponacte y una capita,
sandalitas, zapatillitas y sesenta
estáteros de oro del otro platillo.
¡Atenea Málide, ayúdame! Y te suplico que, ya que me ha tocado
un amo estúpido, no me lleve yo las bofetadas.
Dos son los días más gratos que una mujer te da:
cuando te casas con ella y cuando la llevas a enterrar.