pseudo Esquines: Cartas

La tradición nos lega un conjunto de doce cartas atribuidas a Esquines, pero todas ellas son hoy consideradas apócrifas. De hecho, por rasgos estilísticos y de contenido, aunque parecen obra de una sola persona, su composición sería de un punto tan tardío como el siglo II dC.

Por su tema, pueden dividirse en tres grupos. El más extenso está compuesto por las primeras nueve cartas (las únicas que conoció Focio), que resultan más intimistas. En ellas se persigue presentar a un Esquines más personal y humano, con ocupaciones cotidianas y una evidente nostalgia. La décima carta es un juego literario entre lo burlesco y lo erótico, próximo a un esquema de cuento milesio (una suerte de relato picante que llegó a conformar un género propio en el siglo II aC). Tuvo cierto eco es la literatura posterior, como en Boccaccio. Las dos últimas retoman el enfrentamiento político con Demóstenes, y están en contraste con las dos primeras cartas de este.

Carta I, a Filócrates. Narra cierto viaje a Delos, donde encontraron algún tipo de enfermedad contagiosa, y las vicisitudes que, por culpa de los caprichosos vientos, encontraron para llegar de nuevo a tierra.

Carta II, a Ctesifonte. Le reprocha, desde el exilio, la actitud hacia su tío (aunque el nombre de este personaje solo aparece aquí, por lo que su existencia resulta cuanto menos dudosa).

Carta III, al Consejo y al Pueblo. A pesar de haber sido desterrado, se alegra de poder compartir la suerte de otros grandes del pasado que sufrieron la misma mala reputación. Esta carta es lo bastante breve como para parecer un fragmento, o una simple práctica retórica.

Carta IV. Ensalza a un tal Cleócrates, pues pertenece a una estirpe de campeones olímpicos. Cuenta una anécdota sobre una mujer que se atrevió a entrar al recinto deportivo (espacio exclusivo de los hombres), que contarán de diferente manera Pausanias y Eliano.

Carta V. Habla de la buena acogida que Cleócrates le dispensa durante su exilio en Rodas, y se alegra de estar apartado de la política, pues se siente «dichoso en su desgracia».

Carta VI, a Filócrates. Una pequeña nota para que cierto banquero reciba con cordialidad a quien lleva el mensaje.

Carta VII, al Consejo y al Pueblo. Arremete contra Melanopo, que a su vez había atacado al exiliado Esquines, y recuerda que podrá defenderse si se le permite regresar a la patria.

Carta VIII. Una brevísima nota dirigida a un desconocido que, a pesar de decir que visitará en su destierro a Esquines, nunca inicia ese viaje.

Carta IX. Cuenta su visita a Fisco, ciudad rodia, y detalla sus hermosos parajes. No deja, sin embargo, de añorar su ciudad.

Carta X. Cuenta la anécdota en la que un tal Cimón engañó a una virgen haciéndose pasar por el río Escamandro transfigurado, aprovechándose de cierta costumbre extendida entre los habitantes de la región troyana.

Carta XI, al Consejo y al Pueblo de los atenienses. Aconseja prudencia ante las propuestas de los antimacedonios, que parecen partidarios de emprender acciones revolucionarias (es obvio que el autor quiso simular que la carta estaba escrita tras la muerte de Alejandro, o tal vez un poco antes, pues se nombra a Antípatro como rey Macedonio). Es una obra más densa, y constituiría una respuesta (simulada, repetimos) a la carta I de Demóstenes.

Carta XII, al Consejo y al Pueblo de los atenienses. Solicita el perdón y la misericordia para sus hijos, que se han visto obligados a seguirle en su destierro. Recuerda que otros oradores, contrarios a los macedonios, viven de forma plácida en Atenas, como Demóstenes, y se les muestra misericordia, como a los hijos de Licurgo, mientras que los filomacedonios que habían sido comprados, como Démades, han obtenido sus recompensas en tierras macedonias. Sin embargo, Esquines permanece en el exilio, junto a su familia y un par de amigos.