Arquíloco

Como ya dijimos en la entrada introductoria, para este autor seguiremos el texto Yambógrafos griegos de Emilio Suárez de la Torre, publicado por la editorial Gredos.

Como sucede con todos los autores arcaicos, es difícil saber gran cosa de la vida de Arquíloco. Dado que en uno de los fragmentos conservados de sus obras se nombra al soberano lidio Giges (687-652 aC), podemos suponer que vivió en su tiempo, o poco más adelante. Los testimonios antiguos, no siempre fiables, sitúan su akmé (el florecimiento como artista) en los años de la 23ª Olimpíada (688-685 aC) o bien en el comienzo de la 29ª (664-663 aC). Otras referencias, como la posible coincidencia con otros poetas, o el eclipse que se menciona en un fragmento, no ayudan a precisar más. Sí sabemos, sin embargo, que Telesicles, el padre de Arquíloco, participó en la colonización de Tasos, que se da por finalizada como muy tarde en el 650 aC. En definitiva, podemos asegurar que la vida de Arquíloco transcurrió en pleno siglo VII aC, y poco más.

Durante el siglo XX aparecieron en Paros, la patria del poeta, dos inscripciones (la de Mnesíepes, del siglo III aC, y la de Sóstenes, del 100 aC) que permitieron valorar la aparente contradicción habida entre el pésimo juicio moral que se le daba a la poesía de Arquíloco (opinión personalizada en el propio autor) y los textos sobre las bondades que el poeta y su familia recibían de los dioses, además de las cualidades que le hacían ser considerado rival del propio Homero.

El juicio negativo tomó la forma de un cliché: Arquíloco era un lascivo mercenario, hijo de una esclava, que usaba los yambos para descargar sus frustraciones. Pero esta visión es producto de una lectura literal de sus composiciones. Es decir, todo eso puede deducirse de la lectura de los fragmentos conservados, pero solo si no se tiene en cuenta que esta poesía no tiene una finalidad narrativa, ni mucho menos biográfica.

Al mismo tiempo, hay noticias sobre cómo los abuelos de Arquíloco fueron quienes llevaron el culto de Deméter desde Paros a Tasos, cuya colonización había sido encargada a Telesicles. En las inscripciones mencionadas, se observa la pervivencia entre los parios de una tradición que hacía de Arquíloco una suerte de héroe local, inspirado por las Musas y protegido por los dioses. Una pseudobiografía, por tanto, de un poeta antiguo que pasó a recibir honores de su ciudad. Fruto de esta tradición nace una anécdota con la que se personaliza en Arquíloco el mito sobre la llamada xenía de Dionisio (es decir, el rechazo inicial que sufre su culto en diferentes lugares de Grecia): el poeta habría creado una composición considerada demasiado obscena por sus vecinos, que lo habrían juzgado por ello. Poco después, las tierras se habrían vuelto estériles, y sus vecinos habrían sufrido algún tipo de enfermedad (probablemente, priapismo y excitación continua). Será el oráculo de Apolo el encargado de indicarles que deben honrar a Arquíloco para solucionar sus problemas. Con este pseudomito, la comunidad deja constancia de la función del poeta en su seno.

En esta misma línea, otro detalle de la tradición biográfica (que, recalcamos, no tiene visos de ser una biografía real) hace a Arquíloco enemigo de Licambes, una de las personalidades de Paros. Licambes habría anulado el compromiso entre su hija y el poeta, y este habría escrito algunos yambos tan insultantes que habrían provocado la muerte de Licambes.

En cuanto a su obra, sorprende la riqueza y la variedad de sus composiciones, tanto en métrica como en registro lingüístico, aunque abundan aquellas que deben interpretarse dentro del marco del simposio.

  • Un primer grupo de 17 composiciones (aunque de dos de ellas no está clara la atribución al poeta) está constituido por elegías, con temas que van desde la autoproclamación del poeta al lamento por la pérdida de un amigo, pasando por temas bélicos o reflexiones sobre el destino. Entre el ambiente real donde se recita, el banquete, y la situación imaginaria tratada en la composición, se da una conexión temática a través del vino, materialización de Dioniso.
Un par de ejemplos de elegías:

Algún sayo se envanece con mi escudo; aquel que, junto a un arbusto,
arma intachable, abandoné mal de mi grado.
Mas yo me salvé. ¿Qué me importa aquel escudo?
¡Que se pudra! De nuevo lograré otro no peor.

Esímidas, si uno se preocupa de la maledicencia del pueblo,
no disfrutará de muchas experiencias deseables.

  • Un número mucho mayor de obras (67) son consideradas propiamente yambos (trímetros yámbicos), aunque en su mayor parte nos llegan muy mutilados, al haberse conservado en papiros en mal estado (de hecho, una veintena de ellos se reducen a algunas palabras sueltas, o incluso menos). Entre ellos se encuentran varios ejemplos de lenguaje obsceno, y hay un tono evidente de sátira e insulto. Existe cierta acumulación de nombres, que debían ser personajes conocidos por los asistentes al banquete, que es también en este caso el ambiente en que se recitarían los versos. Se rememora, por tanto, lo más próximo, y así, los más numerosos son los que toman el tema de Licambes y sus hijas.
Ejemplos de yambos:

No me importa de Giges la fortuna, de aquel tan rico en oro;
jamás de mí se apoderó la envidia, ni me irritan
las obras de los dioses; y no ansío la poderosa tiranía.
Lejos en verdad está de mis ojos.

Como un tracio o un frigio la cerveza, con la caña
sorbía ella; y agachada se afanaba.

  • Una cantidad aún mayor (79) se presentan en tetrámetros. En general, nos han llegado en inscripciones o citas de autores posteriores. Su contenido es muy diverso, aunque en general sirven para ilustrar las vicisitudes de la comunidad de Paros, entre las que destacan los episodios más o menos históricos, como los enfrentamientos con los naxios o las luchas en Tasos. Aún se mantiene el tono de vituperio, ironía o erotismo que podemos encontrar en el grupo anterior, mientras al mismo tiempo su temática roza la elegía. Estos fragmentos llevan asociado el entorno geográfico de las islas Cícladas, siempre con el mar como telón de fondo. Se entienden así las metáforas náuticas, como esa imagen que en la literatura posterior gozará de larga vida: la «nave del estado».
Algunos ejemplos de tetrámetros:

Siete cadáveres yacen por tierra, de aquellos que atrapamos a la carrera.
¡Entre mil los matamos!

Glauco, mira; ya con las olas se agita el profundo mar
y a ambos lados de las cimas de los Giras
recta se levanta una nube, señal de tempestad
y nos alcanza inesperadamente el temor.

Infunde valor a los jóvenes: en los dioses están los límites de la victoria.

No me gusta el general corpulento o que a zancadas camina
o que presume de rizos o cuida su afeitado.
El mío ha de ser menudo, que en sus canillas se aprecie que es zambo,
plantado firmemente sobre sus pies, lleno de valor.

¡Corazón, corazón mío, por irresistibles penas agitado!
¡Arriba! ¡Frente a los enemigos, saca tu pecho y defiéndete
y en las insidias de tus contrarios, firme cerca de ellos, aguanta en pie!
No te jactes ante todos si eres vencedor
ni, vencido, te lamentes en casa postrado.
Con tus alegrías regocíjate y con las desgracias aflígete
sin desmesura: ve comprendiendo qué clase de cadencia al hombre rige.

  • El último grupo, con 36 composiciones, está formado por los epodos. Desde el punto de vista métrico, parece haber tanto versos adecuados al canto como versos estíquicos (constituyentes de un diálogo rápido en el que la intervención de cada participante se reduce a un único verso cada vez). Conforman el ejemplo más antiguo de composición estrófica de la tradición jonia. En su forma, es una unidad de ritmo completa, de significado concentrado y fácil retención para el auditorio. En algunos de ellos se usa la fábula (el águila y la zorra, el mono y la zorra), como una parte más de la sátira, en forma de referencia inmediata a la realidad.
Algunos fragmentos de epodos:
Carilao, hijo de Erasmón, un asunto de risa
te contaré a ti, el más querido de mis compañeros,
y disfrutarás al oírlo.

Fuiste infiel a un solemne juramento,
a la sal y a la mesa.

¡Zeus, padre Zeus! Tuyo es el dominio del cielo,
tú las obras de los hombres contemplas,
villanas e ilícitas, y a tu cuidado están
la insolencia y la justicia de los animales.

Tal fue el torbellino de pasión amorosa que envolvió mi corazón
y derramó sobre mis ojos espesa niebla,
tras arrebatarme del pecho mis delicados sentidos.

  • Por último, casi un centenar de fragmentos son muy difíciles de clasificar debido a su brevedad y a la ausencia de referencias externas que permitan precisar su contenido.

Yambógrafos antiguos

Para esta serie de autores seguimos el texto Yambógrafos griegos de Emilio Suárez de la Torre, publicado por la editorial Gredos. El mismo autor se encarga de anotar e introducir su traducción, revisada por Carlos García Gual.

El yambo, como composición poética, nace en la fiesta pública, en el ritual religioso (en especial en los de Deméter y Dioniso), y queda luego incorporado y asociado al simposio. El término «yambo» alude a una variedad métrica concreta (la conjunción de una sílaba breve con otra larga), que por extensión llegó a designar este tipo de poesía satírica, que en realidad usa también su contrapartida, el pie troqueo (sílaba larga y breve).

Lo yámbico nace en relación con el vituperio personal, probablemente a partir de una forma dialogada de contenido cómico. Esto podría explicar que se usara al principio el tetrámetro trocaico (un verso que Aristóteles consideraba más adecuado para la danza, y que se componía de cuatro metros, o partes, cada uno de ellos con dos pies troqueos). Esta forma sería abandonada en favor del trímetro yámbico (verso con tres metros, cada uno de cuatro sílabas, siendo las tres últimas larga, breve y larga).

Estas formas iniciales se daban por ejemplo en los rituales a Deméter en Eleusis, en cuya procesión aparecían personas enmascaradas que, desde un puente, lanzaban insultos contra personajes destacados. O en las Tesmoforias, también en honor de Deméter, en las cuales las mujeres realizaban gestos obscenos durante el período de ayuno. En Atenas, la fiesta que precedía a las Tesmoforias también incluía un intercambio de insultos entre grupos de ambos sexos. También en Egina, durante las festividades de Damia y Auxesia, divinidades de la fertilidad, aparecía un coro femenino que dirigía insultos contra las mujeres. Tampoco podemos dejar de nombrar aquí el mito de Yambe, que los griegos tenían como origen de la palabra «iambos»: sirviente del rey Celeo, Yambe es la única que actúa siempre según los deseos de Deméter, por lo que consigue mejorarle el ánimo y que llegue a sonreír y a romper el ayuno que la diosa mantiene tras la desaparición de su hija Perséfone. Este mito sería una traslación del ritual en honor a Deméter, con una entronización de la diosa, el ofrecimiento de ciceón («kykeón», una bebida creada en este caso con harina de cebada, agua y poleo –la forma más habitual se producía con vino, miel, cebada y queso rayado–) y la ruptura del duelo con las bromas y gestos obscenos.

Más adelante, la forma yámbica aparece también en otros géneros vinculados con lo ritual, en todos los casos relacionados de alguna forma u otra con Dioniso, como el ditirambo o la sátira. Así lo veían los propios griegos cuando indagaban sobre los orígenes de estos géneros. Por ejemplo, cierta inscripción de Mnesíepes, decía que Arquíloco entonó por primera vez un canto fálico con contenido dionisíaco cuando su padre regresaba de la consulta oracular que anticipaba la próxima gloria del poeta. Relacionado con el yambo, aun de forma oscura, aparece el «thríambos», que en Roma será ya el himno triunfal («triumphus»).

Es innegable, por tanto, que los orígenes de esta poesía son oscuros, y anteceden a las formas conservadas, tanto en el caso de poetas individuales, como en aquellos cantos populares, que llegan a nosotros por fuentes bastante más tardías, que seguro han recibido influencia de los textos literarios. Así, si tomáramos el canto de la golondrina rodio («chelidonismós») que nos transmite Ateneo (ya a finales del siglo II y principios del III), podríamos pensar que su parte final –donde una serie de trímetros yámbicos se usan para expresar un contenido entre humorístico y amenazador– es un reflejo de una alternancia de partes recitadas por un solista con otras cantadas por un coro. Sin embargo, en las épocas helenística y romana aparece cierta tendencia a una dramatización de los rituales, con la intención de reforzar su lado espectacular, por lo que ese duelo solista-coro debería quedar solo como algo hipotético.

En toda Grecia el ritmo yámbico se introduce en el canto y la danza, pero es en el mundo jonio donde se verá desarrollado en su faceta más limitada al contexto del banquete. Encontramos entre sus poetas diversos rasgos comunes; e incluso si aceptamos lo fragmentaria que fue la conservación de su obra, estos rasgos resultan suficientes como para permitirnos hablar de cierta homogeneidad en el género. Estas coincidencias ya las hemos visto al hablar de los orígenes rituales del género: el uso de los mismos metros (con las mismas variantes) y la presencia de la invectiva o, cuanto menos, de la censura. Por supuesto, aparece una clara variedad: la virulencia de Arquíloco, la fijación de Semónides por el enfrentamiento verbal entre sexos o la vivacidad descriptiva de Hiponacte son algunas de ellas.

Con el tiempo, la expansión del yambo (geográfica y cronológica) diversificará su uso, en buena parte debido a que será utilizado como forma para otros géneros, como ya hemos dicho. Así, Solón lo usará en la Atenas del siglo VI aC con un marcado tono cívico y político, al combinar la defensa propia con la censura ajena. El comediógrafo Hermipo (siglo V aC) ridiculizará a Pericles, lo mismo que el filósofo Boidas será atacado por un tal Dífilo. A partir del siglo IV aC, la influencia del teatro es clara, lo que da lugar a creaciones mixtas, como las paradojas cínicas que recoge Diógenes de Sínope en los Tragodaria o el Himno a Pan de Castorión de Solos. En época helenística el verso yámbico revivió un tanto, incluso con cierta finalidad narrativa (con Calímaco, por ejemplo), con influencia teatral (como en la Alejandra de Licofrón) o usos peculiares muy alejados de su origen crítico (como sucedía con ciertos oráculos). El yambo se usará en polémicas filosóficas, como hicieron Hermeas de Curion y Timón de Fliunte, que atacaron a los estoicos, o también en la crítica literaria, como es el caso de Alceo de Mesenia, quien ridiculizó lo que consideraba plagios de Éforo.

El género, finalmente, vivirá hasta ser ahogado por las formas dramáticas. Estas, además de incorporar el verso yámbico, adoptaron también su finalidad –la crítica y el escarnio–, y de hecho algunos de los poetas yámbicos son en realidad, como hemos adelantado, comediógrafos cuyas obras se han conservado de forma exigua y muy parcial.

Fueron los filólogos alejandrinos quienes recopilaron y editaron los textos antiguos. Esta labor, junto a lo transmitido de forma indirecta por Ateneo, Plutarco, Estobeo y Aristóteles, fue fundamental para conocer la poesía yámbica, hasta que a lo largo del siglo XX fueron saliendo a la luz diversos conjuntos de papiros, como los de Oxirrinco, que permitieron aumentar este conocimiento y corregir los fallos y manipulaciones de eruditos y copistas.

Cuatro son los principales poetas que cultivaron este género en el período antiguo, que serán tratados en sus respectivas entradas:

Anaxímenes de Lampsaco y la Retórica a Alejandro

Sabemos muy poco de este rétor e historiador, y la mayoría a través de referencias de otros autores.

Su vida se extendió durante el siglo IV aC, aproximadamente entre el 380 y el 320 aC. Contrario a la escuela de Isócrates, habría escrito su propia Helena, aunque de carácter más apologético que encomiástico, a diferencia del discurso de Isócrates.

También trabajó como logógrafo, y una referencia de Ateneo lo hace creador del discurso de acusación contra la hetaira Friné, que sería defendida por Hiperides con aquella famosa anécdota del desnudo frente a los jueces.

Escribió una historia de Grecia, que abarcaba desde el origen de los dioses hasta la batalla de Mantinea (632 aC), y una Filípica, historia sobre Filipo II de Macedonia. Fue uno de los favoritos de Alejandro Magno, a quien acompañó en sus campañas por el Imperio Persa. Hostil hacia Teopompo, publicó un libelo paródico bajo su nombre, imitando su estilo y atacando a Atenas, Esparta y Tebas.

Algunos estudiosos creen que tanto la carta de Filipo transmitida dentro del corpus demosténico como la respuesta a la misma, son obra de Anaxímenes.

Retórica a Alejandro

Atribuida durante mucho tiempo a Aristóteles, hoy la mayoría de estudiosos la consideran obra de Anaxímenes de Lampsaco. Seguimos para esta obra la edición de la Universidad de Salamanca, a cargo de José Sánchez Sanz.

Se trata de un manual de teoría retórica del siglo IV aC. Su autor dice haberse basado en la Techné de Corax y en la Teodectea de Aristóteles, aunque esta última se publicó de forma bastante tardía, y parece claro que en realidad se basó en Sobre la retórica, obra también aristotélica y cuya estructura sigue en parte. Pero al contrario que Aristóteles, el autor de esta obra casi no usa ejemplos para ilustrar sus preceptos.

El esquema de la obra, según la división tradicional de capítulos, queda como sigue:
  • Capítulos 1-5: Clasificación de la oratoria en tres géneros (deliberativo, epidíctico y judicial) y definición de sus siete tipos, llamados especies (suasoria, disuasoria, encomiástica, reprobatoria, acusatoria, defensiva e indagatoria). Se tratan los argumentos más utilizados en cada especie retórica, como los recursos de las especies suasoria y disuasoria (lo justo, lo legal, lo conveniente, lo noble, lo grato, lo fácil, lo posible y lo necesario, todos ellos obtenibles a partir de lo semejante, lo contrario y lo ya sancionado), diversos temas de deliberación (celebraciones religiosas, leyes y constitución, alianzas, guerra y paz, recursos financieros para el erario público) o la amplificación y la minimización de las especies encomiástica y reprobatoria).
  • Capítulos 6-28: Recursos retóricos. Los capítulos 6-22 son los usos (llamados «tópicos» por Aristóteles), con la argumentación en los capítulos 7-17 y dividida entre argumentos propios (lo probable y su división, los ejemplos, las deducciones, los entimemas o consideraciones, las sentencias, los indicios y la refutación) y argumentos aportados (opinión del orador, testimonios, declaraciones mediante tortura y juramentos). A partir del capítulo 18 se ocupa de la anticipación (críticas de los oyentes y los oponentes), de las súplicas, de los modos de recapitular (reflexión, enumeración, resoluciones, interrogación e ironía), de la expresividad y de la extensión del discurso. Los capítulos 23-28 tratan del estilo: composición nominal, expresión desdoblada (referido a oración bimembre) y claridad (ambigüedad, hiato, artículos, combinación de palabras, partículas conectivas), antítesis, parisosis (equivalencia entre miembros de oración que no son ni semejantes ni opuestos) y paromeosis (una parisosis con rima o finales equivalente).
  • Capítulos 29-37: Partes del discurso. Para cada una de las especies definidas anteriormente. define un proemio (que anticipa el asunto, reclama la atención y capta la benevolencia), una narración, su confirmación, los razonamientos contra el adversario y la recapitulación.
  • Capítulo 38: Apéndices. Por un lado un apéndice ético, que trata de la adecuación de la vida del orador a estas doctrinas, y por otro un apéndice que realiza un resumen de algunos aspectos tratados al inicio de la obra y que es considerado una compilación posterior.
No parece que esta obra tuviera un gran impacto en los estudios retóricos posteriores, y es muy posible que solo se haya conservado por creerse que estaba escrita por Aristóteles.

Un par de citas interesantes:

«Lo mismo que te afanas en llevar una vestimenta más hermosa que el resto de los hombres, así también has de procurar que tu capacidad oratoria sea lo más distinguida posible, ya que es mucho más noble y más regio tener buen cuidado del alma que del atavío del cuerpo».

«El pueblo, siendo dueño de dar honores a quienes quiera, no recelará de aquellos que los reciban, y las personas notables ejercitarán más sus buenas cualidades si saben que la estima de los ciudadanos no dejará de aprovecharles».