Demóstenes: Sobre la paz

La toma de Olinto por Filipo en 346 aC produjo una inmediata alarma en Atenas, y sus ciudadanos enviaron embajadores a las demás ciudades griegas con el fin de formar una coalición antimacedónica. El intento fue infructuoso, y lo único que pudieron hacer fue enviar una armada a las órdenes de Cares, cuyo único logro fue establecer algunas plazas fuertes en la costa tracia.

Por su parte, Filipo parecía necesitar una tregua para consolidar sus victorias, recuperarse de su frenética actividad y replantearse con nuevos bríos sus aspiraciones de penetrar en la Grecia central.

Se entiende así que se aprobara la moción, presentada en 346 aC por Filócrates, según la cual debían nombrarse embajadores para tratar con Filipo las condiciones para la paz. Entre otros, fueron embajadores Demóstenes y Esquines, y de esta misión surgirían los conocidos discursos mutuos Sobre la embajada fraudulenta. El hecho de que en su discurso Esquines no se defendiese de las graves acusaciones vertidas por su contrincante en el presente discurso, hizo pensar a Libanio que Demóstenes no llegó a pronunciarlo, aunque lo dejara escrito.

En una primera fase de la embajada se firmó la llamada paz de Filócrates, claramente favorables a Macedonia: se reconocía el statu quo de ambas partes, pero no se contemplaban en el tratado ni la alianza ateniense con los focidios, ni los vínculos de Atenas con el rey Cersobleptes ni con la población tesalia de Halos, a la sazón asediada por Filipo. De la segunda fase del proceso, que debía administrar los juramentos al monarca macedonio, regresó Demóstenes enfurecido, y no tardó en denunciar a los otros embajadores ante el Consejo: Atenas no pudo hacer nada mientras Filipo penetraba en Grecia, ponía en poder de Tebas las ciudades beocias y dispersaba a la población de la fócide tras someter a Faleco, caudillo de los focidios.

Los atenienses habían sido engañados una vez más por un "bárbaro" que, tomando la vacante de los focidios en el Consejo anfictiónico, se atrevía incluso a presidir los Juegos Píticos. En Atenas se reconoció que Demóstenes era un patriota, y que Filócrates y Esquines habían actuado favoreciendo los intereses de Filipo.

Sin embargo, cuando Filipo envió mensajeros a los atenienses para que aceptaran su presencia en el Consejo, Demóstenes pronunció este discurso, en el que, tras recordar aquellos casos en que su opinión había sido contraria a la de la mayoría y el tiempo había acabado dándole la razón, aconsejó que en la situación a la que se había llegado, la mejor actitud era reconocer la paz. En caso contrario, los atenienses podían verse atacados con facilidad en su propia tierra, y además no sólo por un ejército macedonio, sino compuesto por todas las ciudades griegas.

Isócrates: A Filipo

Hacía ya tiempo que Isócrates había dejado de confiar en la capacidad de Atenas para lograr la concordia entre los griegos y dirigir una expedición militar conjunta contra Asia, y así, se había detenido en diferentes monarcas como posibles ejecutores de su plan político: había escrito a Dionisio de Siracusa en 367 aC, al rey Arquidamo de Esparta en 356 aC, y posiblemente también al tirano Jasón de Feras en algún momento anterior a su asesinato (en el 370 aC).

Pero a partir de 359 aC, había irrumpido con fuerza la figura de Filipo II de Macedonia, cuya política había chocado con la de Atenas y cuyo avance sobre Grecia, por la agresión o la vía diplomática, revela una genialidad fuera de lo común. En el año 346 aC, se firma entre Filipo y los atenienses la paz de Filócrates.

Isócrates había criticado a Amintas, el padre de Filipo, en su discurso Panegírico, y había aplaudido su coraje en el Arquidamo. Ahora, tras varios años de silencio y con noventa en su haber, Isócrates recupera la iniciativa política y su prestigio, y aprovecha la paz para proponer una tarea doble para Filipo: conseguir la armonía entre los estados griegos para guiarlos a la conquista de Persia. Es muy posible que el macedonio no olvidara algunos de estos consejos, y también que exista cierta influencia hacia Alejandro, el hijo y sucesor de Filipo, que se embarcaría en la conquista de Asia.

Los puntos tratados en esta vigorosa obra (tal vez la de mayor calidad literaria de su autor) son los siguientes:
  • 1-29. Introducción: propósito del discurso; alabanza de Filipo.
  • 30-38. Deuda de Macedonia con los principales estados griegos.
  • 39-56. Posibilidad de una reconciliación.
  • 57-67. Ejemplos históricos de políticos que desde una posición difícil alcanzaron éxitos.
  • 68-80. Méritos a que Filipo se hará acreedor si logra la armonía entre los griegos.
  • 81-123. Superioridad de Filipo sobre los persas; elogio de Heracles, antepasado de Filipo; consecuencias favorables de la conquista del imperio persa, o, al menos, de Asia Menor.
  • 124-155. Gloria que reportará a Filipo la acción.

Demóstenes: Olintíacos

Tres discursos que tratan de mover a los atenienses a favor de la ciudad de Olinto, para frenar el avance macedonio. Para entender su contenido no vendrá mal un planteamiento del trasfondo histórico.

Olinto, antigua colonia griega en el istmo de Palene, en la Calcídica, había entrado a formar parte de la Liga Ático-Délica en el 475 aC. Pero pronto se rebeló contra el imperialismo ateniense y apoyó a los enemigos de sus antiguos aliados durante la guerra del Peloponeso, contribuyendo al éxito de la expedición espartana de Brásidas durante el 424 aC, dirigida contra las colonias y posesiones de Atenas en Tracia.

Sin embargo, Olinto pudo comprobar que la soberanía de Esparta también era una carga onerosa, y desde el 395 aC fue aumentando su poder para gestar su propia autonomía. Pasó a convertirse en la cabeza de una confederación de ciudades griegas en la Calcídica, pero dos de estas ciudades, Acanto y Apolonia, dispuestas a mantenerse fieles a los lacedemonios, pidieron a Esparta que interviniese. Así que entre el 383 y el 379 aC, los espartanos, a instancias del que fuera rey de Macedonia, Amintas, atacaron la ciudad de Olinto y la obligaron a pedir la paz y aceptar la supremacía de Esparta.

Tras la batalla de Leuctra, que en 371 aC dio fin a la hegemonía espartana, Olinto se sintió libre de nuevo, y comenzó a planear una confederación calcídica. Pero de nuevo su enemigo fue Atenas, dispuesta a formar una confederación marítima. Así, en el 364 aC Timoteo conquistó veinte poblaciones en la Calcídica, aunque no pudo hacerse con la propia Olinto, que en años sucesivos retomaría poco a poco su grandeza.

En ese ambiente entra en escena Filipo II de Macedonia, que en 358 aC retorna exitoso de sus campañas contra ilirios y peonios e inesperadamente pone sitio a Anfípolis, que toma a traición al año siguiente.

Los olintios, viendo su avance imparable, no dudan en que serán su próximo objetivo, y envían embajadores a Atenas para solicitar una alianza contra el macedonio. Pero en la capital del ática el oro de Filipo ha empezado a ganar adeptos, y los embajadores son despedidos sin ser escuchados. Entonces el rey macedonio urde una hábil estrategia política: finge ser amigo de los olintios, les cede el estrecho de Antemunte, y tras tomar la ciudad de Potidea, se la entrega (356 aC).

Esta alianza le da a Filipo un casus belli para moverse contra los tracios en una campaña de la que regresó exitoso. Luego, ya en 355 aC, vence de nuevo a ilirios y peonios, y dos años más tarde ocupa Abdera y Maronea, y destruye Metone. Los atenienses se veían así despojados de todas las ciudades que, en Tracia y Macedonia, habían sido aliadas suyas. Sólo la toma de las Termópilas por Atenas en 352 aC logró que Filipo, quien regresaba de vencer a los focenses, penetrara en Grecia.

Olinto, convencida de la infiabilidad de la política de Filipo, firmó con Atenas un tratado de paz. Al año siguiente, Filipo retomó su campaña contra Tracia, dejando que su ejército se exhbiera frente a las ciudades de la Calcídica en una clara amenaza. Luego penetró en Iliria, invadió el Epiro y entró en guerra con el rey de los molosos. En el año 350 aC, los olintios solicitan a Atenas que les proporcione caballería para hacer frente a los ataques macedonios que creen inminentes. Y todo eso, mientras el oro de Filipo seguía fluyendo, también en Olinto: Apolónides, contrario a la política expansionista de Macedonia, es exiliado.

Sin embargo, la guerra era imparable, sobre todo cuando Arrideo, hermanastro de Filipo y perseguido por él, pide refugio en Olinto, donde se le otorgó la sagrada protección a los suplicantes. El rey de Macedonia, al mando de un ejército, llegó a los muros de Olinto, dispuesta a resistir sus ataques. Una embajada fue enviada a Atenas (349 aC), pero encontró a sus ciudadanos con poco ánimo para la guerra. La liga marítima había sido disuelta por la Guerra Social entre Atenas y sus antiguos aliados (Quíos, Cos, Rodas y Bizancio), y la política estaba dominada por el partido pacifista encabezado por Eubulo. La escasa economía de la ciudad se dirigía sobre todo a halagar a los ciudadanos mediante la creación de fondos para espectáculos y festivales.

Así pues, la propuesta de alianza fue aceptada, pero los ciudadanos no estaban dispuestos a sacrificar su tranquilidad, así que cualquier campaña militar debería hacerse sin recurrir al dinero destinado a otras ocupaciones. Es entonces cuando se alza Demóstenes como opositor al partido que actualmente estaba en el poder. En sus Discursos olintíacos, no se limitaba a enardecer los ánimos de sus conciudadanos, sino que trataba de hacerles ver que, previa a la acción en el exterior, se hacía necesaria una reforma de buen número de elementos internos.

En el Olintíaco primero, pronunciado poco después de la llegada de los embajadores olintios, recuerda que la guerra tendrá lugar, por suerte, lejos del Ática, así que aconseja crear dos ejércitos: uno destinado a ayudar a Olinto y el resto de las ciudades de la Calcídica, el otro con el objetivo de saquear el territorio de Macedonia. Así podría aprovecharse una ocasión idónea para frenar a Filipo cuando todavía no ha llegado al Ática. Se requieren para estos planes fondos económicos, y si no pueden tomarse de lo destinado a los espectáculos públicos, deberán realizarse fuertes contribuciones. Por último, recuerda que Filipo es vulnerable, porque no puede fiarse de los tesalios y los príncipes bárbaros que rodean Macedonia no han dejado de ser una amenaza para él.

Pero los atenienses se contentaron con enviar en socorro de sus aliados dos mil peltastas mercenarios y treinta trirremes, por lo que Demóstenes, no mucho después, pronunciaba su Olintíaco segundo, donde repite los argumentos esgrimidos sobre la oportunidad y la necesidad de combatir, y hace hincapié en la debilidad de Filipo, la urgencia de socorrer a Olinto y la necesidad de animar a los tesalios a la rebelión. Es, pues, una arenga para cumplir los planes especificados anteriormente.

Entretanto, el rey macedonio interviene en Tesalia, expulsando de Feras al tirano Pitolao. Las tropas mercenarias de Atenas y los olintios acaban imponiéndose, pero la acción está lejos de constituir una victoria: a su regreso de Tesalia, Filipo invade de nuevo la Calcídica, toma treinta y dos poblaciones y vence en dos importantes batallas a los olintios y mercenarios atenienses, plantándose de nuevo frente a Olinto. Sus ciudadanos envían una nueva embajada a Atenas con el ruego de que no les abandonen, pero esta vez recomiendan que las tropas enviadas estén constituidas por ciudadanos atenienses y no por mercenarios.

Demóstenes pronuncia entonces su Olintíaco tercero, donde expone con mayor insistencia las dos condiciones necesarias para que el estado pueda imponerse: una reforma política (echar mano de los fondos para espectáculos) y una militar (obligar a todos los ciudadanos a cumplir el servicio militar). Esto último se cumplió, y se reclutó un ejército entre los ciudadanos, pero el dinero destinado a las celebraciones no pudo emplearse en otros usos hasta tres años más tarde. De hecho, el orador ni siquiera menciona el tema directamente, sino que únicamente se atreve a sugerir la creación de un comité legislativo que se encargue de abrogar la ley que impide que se hable de este espinoso tema.

Desafortunadamente, Olinto cayó en manos macedonias en el 348 aC, a pesar de los esfuerzos de Demóstenes por movilizar a sus conciudadanos: la propia ciudad fue destruida, sus habitantes esclavizados de por vida, y el resto de ciudades de la confederación calcídica pasaron a formar parte de Macedonia.

Demóstenes: Contra Midias, acerca del puñetazo

Midias, un rico y poderoso ciudadano ateniense, gustaba de hacer alarde de su influjo y opulencia: pretendía todos los cargos públicos, hablaba en todas las sesiones de la asamblea, no dejaba de recordar sus servicios prestados, etc. Llegó así a convertirse para algunos en individuo insoportable por arrogante y jactancioso.

Su enemistad con Demóstenes venía de lejos: durante el asunto de los abominables tutores del orador había apoyado a su hermano Trasíloco, quien a su vez prestaba ayuda al infiel tutor Áfobo. Mientras Demóstenes pleiteaba con éste, Trasíloco le había ofrecido al joven traspasarle la trierarquía (el pago de la preparación de un trirreme de guerra). En una situación normal, Demóstenes hubiera tenido opción a la antídosis, el intercambio de bienes (ya que Trasíloco era claramente más rico que él), pero si lo hacía, la cuestión de la herencia en litigio hubiera sido diferida por Trasíloco, así que Demóstenes tuvo que ocuparse del desembolso que suponía la trierarquía. Por si fuera poco, Midias irrumpió en casa de Demóstenes de malas manera, e incluso dirigió palabras indecentes a la madre y a la hermana del orador. Éste le planteó un pleito por ofensas verbales, al que Midias no se presentó. Fue multado por ello, pero no sólo no pagó la multa, sino que se las apañó para privar de sus derechos de ciudadano a quien, actuando como árbitro, le había impuesto el castigo. Demóstenes volvió a lanzar una querella contra él, frenada por lo farragoso de los trámites.

A estas viejas rencillas se le sumó con el tiempo la animosidad política, cuando Plutarco de Eretria acudió a Atenas en busca de apoyo, y a diferencia de Midias y la mayoría de políticos influyentes, Demóstenes se la negó.

Así estaban las cosas cuando Demóstenes se ofreció voluntario para ser corego de su tribu, la Pandiónide, en las fiestas Dionisias del 350 aC. Al parecer, Midias no desaprovechó oportunidad para entorpecer su labor: intentó que los coreutas contratados marchasen a la guerra de Eubea, corrompió a su entrenador, trató de destruir los vestidos y adornos, pretendió sobornar al arconte que presidía las fiestas y a los jueces del concurso, y puso en su contra al resto de coregos. Ya en plenas fiestas, delante de numerosos espectadores, insultó al orador y le asestó un puñetazo en la cara.

Acabadas las fiestas, Demóstenes denunció ante la Asamblea la infracción cometida contra su persona y contra el carácter sagrado de la celebración. El pueblo declaró a Midias culpable. No contento con eso, Demóstenes entabló un proceso judicial.

Mientras tanto, la guerra en Eubea no iba bien para Atenas, y Midias aprovechaba para echar las culpas a Demóstenes y para acusarlo de deserción. Esta última acusación estaba en manos de un tal Nicodemo, quien poco después aparecía muerto y mutilado. Midias, consciente de no poder culpar a Demóstenes de este hecho, acusó a su amigo Aristarco, pero por complicidad pretendía que el orador no optase a ser uno de los Quinientos, el senado elegido anualmente.

Finalmente, Demóstenes terminó por aceptar de su ofensor el pago de treinta minas, cortando así los procesos judiciales. {Sobre ello incidirá más adelante Esquines, por cuyo discurso sabemos de este hecho}. Por esta razón, hemos de pensar que Demóstenes no dio una forma definitiva a este discurso, al que le faltaría un repaso que eliminaría ciertas repeticiones de temas, algunas transiciones bruscas, referencias poco claras o reiteración de frases y locuciones. Aún así es muestra de su habilidad y de su estilo vigoroso, caracterizado por la mezcla entre simplicidad de expresión y alteza de pensamiento.

pseudo Demóstenes: Sobre la organización financiera

Una serie de hechos nos hacen suponer que la autoría de Demóstenes no sea en absoluto cierta: que el discurso está constituido por consideraciones generales que no llevan a una propuesta concreta; y que en él aparecen pasajes de otras obras de Demóstenes, reproducidos casi literalmente (fundamentalmente de Olintíaco III y Contra Aristócrates). Esta última circunstancia podría explicarse con dos hipótesis: si el discurso, fechado entre Contra Aristócrates (del que se nutriría) y los Olintíacos (de los que sería fuente), en realidad nunca hubiera sido pronunciado; o bien, de forma más plausible, si el discurso fuera obra de un hábil recopilador que con fragmentos de Demóstenes hubiese creado una composición de una especie de ideario político al modo oratorio.

Aún así los antiguos trataban este discurso como obra genuina de Demóstenes, y no tuvieron dudas Dídimo, Harpocración ni Libanio. La excepción es Dionisio de Halicarnaso, que ni siquiera lo cita.

El punto de partida es un objetivo claro: que los fondos públicos sean percibidos por los ciudadanos siempre que éstos estén comprometidos a servir a la ciudad y estén dispuestos a participar personalmente en las campañas militares. El orador hace hincapié en la necesidad de regular la percepción de salarios por prestación de servicios públicos, y de una reforma del ejército ateniense, a la sazón formado exclusivamente por mercenarios. Pero a partir de ese momento aparecen ideas generales: que el peligro de la ciudad es su funesta organización militar, que los políticos aspiran a un cargo movidos por vanidad o por el deseo de lograr ventajas personales, que los oradores se confabulan con los generales para defender sus intereses, y que los tiempos demagógicos del presente no son como los respetables de antaño.

Demóstenes: Por la libertad de los rodios

En 357 aC, Rodas había roto su alianza con Atenas y, junto a Cos, Quíos y Bizancio, se había enfrentado a su antigua aliada en la llamada Guerra Social. El conflicto alzó una violenta reacción oligárquica en el seno de las comunidades enfrentadas a Atenas, de la que sólo se libró Bizancio. Acabada la guerra en 355 aC, Mausolo, el sátrapa de Caria que había prestado ayuda a las democracias insurrectas, estableció una oligarquía apoyada por una guarnición caria.

Pero algún tiempo después de la muerte de Mausolo, ocurrida en 353 aC, los demócratas rodios exiliados solicitaron ayuda a Atenas. Pero los atenienses, llenos de rencor por las viejas heridas, son partidarios de no prestar ayuda a quienes, unos años antes, habían menoscabado el poder de la ciudad por su rebeldía. El pretexto esgrimido para encubrir esta venganza era que Atenas no ponía intervenir en Rodas sin violar el tratado que había puesto fin a la Guerra Social. Hacerlo supondría arriesgarse a molestar a Artemisia, la hermana y esposa de Mausolo que gobernaba Halicarnaso y Caria tras la muerte de éste, y que contaba con el apoyo del rey de Persia.

Contra esta línea de actuación se alzó el presente discurso de Demóstenes, quien solicitaba la ayuda para los rodios y exhortaba a sus conciudadanos a olvidar viejas injurias en nombre del glorioso pasado de Atenas y del interés del presente. En su breve discurso, argumenta que es un honor ser la única salvación de un pueblo que otrora fuera su enemigo. Aquéllos que ahora parecen temer al rey de Persia, dice, no mucho antes habían apoyado intervenir en Egipto contra él, y eso que los rodios son griegos, y no una parte del imperio medo. Las dificultades, por otra parte, harán que Rodas se muestre prudente en el futuro, y a Atenas le será más provechoso un estado democrático que uno oligárquico, incluso si con este último se está en paz.

Demóstenes: Contra Filipo I

Este discurso, pronunciado en 351 aC, inicia las hostilidades abiertas entre Demóstenes y el monarca macedonio. Nuestro orador cuenta con treinta y cuatro años de edad, y Filipo es ya un consumado estratego, y en ocho años (357-351 aC) ha vencido a peonios, ilirios y tracios, y ha penetrado en Tesalia. Los atenienses no han podido frenar su avance, mucho menos desde que estallara en 357 aC la llamada Guerra Social entre Atenas y sus aliados. Tan sólo en 352 aC la flota ateniense logró que Filipo, deseoso de traspasar las Termópilas, tuviera que retroceder.

Demóstenes, pese a su juventud, ya tiene un plan elaborado para exponer ante la Asamblea. En este primer ataque a Filipo desarrolla tres tesis: que el monarca de Macedonia no es invencible; que Atenas necesita contar con ejércitos de defensa y ataque, de los que deben formar parte los ciudadanos; y que existe un medio eficaz para procurar el dinero indispensable para hacer frente a los gastos del plan propuesto.

Éste es el esquema del breve discurso, con los epígrafes que ocupa cada parte.
  • 1. Captatio benevolentiae. El orador explica su motivo para, al contrario de lo habitual, ser el primero en hablar en la asamblea.
  • 2-12. El avance de Filipo y sus conquistas se deben en gran medida a la negligencia de los atenienses, que le han permitido hacer a su antojo sin moverse en su contra. Aunque la empresa de frenarlo sea difícil, Atenas logrará la ayuda de los que están bajo el dominio del macedonio, ya que «muchos de los pueblos que ahora están a su lado eran independientes y libres y estaban más dispuestos a mantener relaciones amistosas con nosotros que con aquél».
  • 13-27. Propone crear diversos cuerpos de guerra, tanto de infantería como de caballería, y también un número de navíos. En todos ellos al menos una cuarta parte de soldados serán ciudadanos, y no mercenarios. Pero estas fuerzas no serían grandes contingentes, «porque no nos es posible ahora procurarnos un ejército que pueda hacerle frente en orden de batalla, sino que es menester emplear la táctica del saqueo y valernos de este tipo de guerra en un principio».
  • 28-41. Es necesario que el ejército sea permanente, y que pase el invierno en los cuarteles de la zona cercana a Macedonia para hacer frente a las incursiones de Filipo en cualquier momento. Así se organizaría la guerra tan bien como se organizan las celebraciones religiosas, «pues el tiempo de actuar lo gastamos en hacer nuestros preparativos, mientras que las oportunidades de los sucesos no aguardan ni a nuestra lentitud ni a nuestros pretextos».
  • 42-51. Recoge de nuevo la idea planteada al comienzo: está en manos de los atenienses frenar a Filipo, pero para ello deben ponerse en acción y no permanecer tranquilos en la ciudad.

Iseo: Sobre la herencia de Pirro

A la muerte de Pirro, reclama la herencia Endio, uno de sus sobrinos, que había sido adoptado por el finado en sus últimas disposiciones. Le fue adjudicada y disfrutó de ella durante más de dos décadas sin oposición de nadie. Pero al morir también sin descendencia y no poder disponer en testamento de su herencia (sólo podían testar los hijos legítimos que no tuvieran hijos legítimos varones), los bienes debían retornar a la casa de su antiguo dueño y ser reivindicados por el pariente más próximo de Pirro.

Alegando tal condición reclaman la herencia dos partes enfrentadas: por un lado el otro sobrino de Pirro, en nombre de su madre (son el hermano y la madre de Endio, pero la reclamación se realiza por su cercanía a Pirro); y por la otra parte un tal Jenocles, en representación de su esposa File, quien decía ser hija legítima de Pirro. Los testigos que demostrarán su legimtimidad serán, además del propio Jenocles, Nicodemo (tío de File) y tres tíos de Pirro.

El hermano de Endio responde con una acción por falso testimonio contra Jenocles, que resulta condenado. La herencia es adjudicada a la hermana de Pirro, pero su hijo, no contento con esta victoria, emprende otra acción por falso testimonio, esta vez contra Nicodemo, quien había declarado haber entregado a su hermana en matrimonio a Pirro. A esa acusación corresponde el presente discurso de Iseo.


El autor presenta como primer argumento la condena de Jenocles en el juicio anterior: si él y Nicodemo declararon sobre los mismos hechos y uno fue condenado por falso testimonio, el otro debe serlo también. Esta circunstancia le permite construir un discurso reiterativo en exceso, que prescinde del exordio habitual y de la invocación final de los jueces y cuyos argumentos se basan en presunciones y probabilidades. El objetivo es claro: demostrar que Nicodemo ha mentido sobre la legalidad del matrimonio de Pirro y la madre de File, lo que probaría que ésta no es legítima y, por tanto, no tiene derecho a la herencia. El orador comienza intentando demostrar que no hubo matrimonio, alegando la falta de una dote que hubiera debido entregar Nicodemo, la actitud más propia de una cortesana que de una esposa legítima, la escasez de testigos en la presunta ceremonia e, incluso, la posible extranjería de Nicodemo.

En la segunda parte del discurso, invierte la argumentación: si demuestra que File no era legítima, resultaría evidente que su madre y Pirro no estaban casados, y por tanto que Nicodemo había mentido. Pero de nuevo, a falta de pruebas sólidas, presenta como argumento el comportamiento de los implicados, que resultaría difícil de creer en caso de que File fuera legítima: ¿Por qué no tomó posesión de la fortuna de Pirro, en lugar de presentar por medio de Jenocles una demanda de adjudicación judicial? ¿Por qué Nicodemo permitió que Endio entregara a su hermana en matrimonio con una dote propia de una concubina y no de una hija legítima? ¿Por qué la aceptó entonces Jenocles y lo consintieron los tíos de Pirro? De hecho, de haber sido File hija legítima, a la muerte de Pirro se hubiera convertido en epiclera (una suerte de «conductora» de la herencia que debía casarse con un miembro de la familia del padre), y para que Endio reclamase la herencia de su tío debía haberse casado con ella, pues herencia y epiclera eran inseperables según las leyes atenienses.

Por lo que respecta a la fecha de pronunciación del discurso, es difícil dar algo por sentado. La mención de dos personajes conocidos en Atenas permiten acercarse a un amplio margen, comprendido entre 357 aC (siendo trierarca Doroteo de Eleusis) y 344 aC (fecha en que aún estaba vivo Diofanto de Esfeto).

Demóstenes: Contra Aristócrates

En el año 352 aC Demóstenes escribió este discurso para un tal Euticles, del demo de Tría. Sin embargo, en la trama real del discurso se enfrentan Demóstenes y el comandante de mercenarios Caridemo, antiguo lugarteniente de Ifícrates, quien le había protegido.

Siguiendo las huellas de Ifícrates, Caridemo se puso a las órdenes de Cersobleptes, hijo del rey de Tracia, y se convirtió en su cuñado. Caridemo, al que los atenienses habían otorgado el derecho de ciudadanía, estaba en posición de ayudar a Atenas, empeñada en ese momento en la guerra contra Filipo de Macedonia. Los amigos atenienses de Caridemo elaboraron un decreto según el cual quien se atreviese a matarlo podría ser aprehendido en cualquier lugar del territorio aliado, y quienes facilitaran asilo al asesino serían excluidos de la alianza.

El decreto fue acogido por el Consejo, pero al llegar a la Asamblea Euticles lo rechazó, alegando ilegalidad por parte de su autor, Aristócrates. Como hemos dicho, detrás de Euticles estaba Demóstenes, quien desde que había tomado parte como trierarco en la desastrosa campaña de Tracia, había concebido antipatía hacia Caridemo. Para el orador, además, aprobar ese decreto suponía que Atenas renunciara a la provincia del Quersoneso Tracio (de importancia vital para controlar el Helesponto y la ruta del trigo procedente del Ponto), debido a que el proyecto de Cersobleptes era unificar Tracia, dividida entre su principado y los de sus dos hermanos.

En resumidas cuentas, el discurso afirma que el decreto de Aristócrates no debe aprobarse porque otorgaría a Caridemo, brazo derecho de Cersobleptes, privilegios que harían reaccionar a los otros príncipes tracios en contra de los intereses de Atenas.

Más adelante, sin embargo, se vería que tal vez hubiese mejorado la situación la existencia de un imperio fuerte en Tracia, pues Filipo arrebató a los hijos de Berisades su principado, y Amádoco sumó el otro al bando de Filipo, en contra de Cersobleptes. Tracia, dividida, cayó en poder de Macedonia.

Aún así, los argumentos jurídicos y morales de Demóstenes son impecables. La moción, de ser aprobada, acabaría con las garantías de un proceso legal (pues en el supuesto del asesinato se ignoraría la presentación de pruebas irrefutables, la defensa del presunto culpable, la objetividad de los jueces, etc). Así que Demóstenes se lanza a analizar diversas leyes establecidas, para comprobar que la del decreto las incumple por diversos motivos. Por otra parte, dice el alegato, no sería digno del mérito ateniense convertirse en guardianes de un comandante de mercenarios que fue tiempo atrás enemigo de Atenas. Ésos son los argumentos que, muy por extenso, esgrime Demóstenes.