La motivación política en este proceso es clara. El acusado es un miembro del Consejo, lo bastante rico como para sufragar una coregía y dedicado a acusar a funcionarios corruptos. Contra él, los familiares de un chico que ha sido envenenado. Por si fuera poco, como beneficiarios de este proceso aparecen unos ciudadanos cuya implicación en negocios delictivos ya ha sido probada por el actual acusado tiempo atrás. La situación política es la que causa que el acusado ataque a los que considera sus adversarios rivales, en lugar de a quienes han presentado formalmente la denuncia.
Las circunstancias del envenenamiento son inusuales: El corego acusado hacía instruir en su propia casa a los chicos que iban a formar el coro. Uno de ellos, de nombre Diódoto, tomó un preparado que le ayudaría a entonar correctamente, muriendo al instante. Así que el padre del chico acusa al corego como autor del crimen, tomando como inicio el hecho de que los jóvenes entrenaran en su casa, algo imposible de recriminar pero convincente de cara a una sospecha.
Después de un largo preámbulo sobre la importancia de una acusación de asesinato, el acusado ataca a los demandantes, a quienes, según su versión, mueven el engaño y la calumnia, pues aplican sus argumentos a sus actividades públicas. A continuación, el acusado explica pormenorizadamente su actuación durante la coregía, detallando a quienes puso al cargo de todo, ya que él no podía por haber denunciado a dos ciudadanos (así que no estaba presente cuando Diódoto tomó el veneno). También alega como prueba de su inocencia el hecho de que sus acusadores no deseen interrogar a los esclavos y que su acusación ocurriera a partir del entierro del muchacho, mientras que en los días que median entre la muerte y el funeral hablaban con él. Considera entonces que la acusación es una estratagema forjada por los dos ciudadanos contra los que va a declarar para apartarlo del proceso, ya que de ser declarado culpable perdería sus derechos de ciudadano. Esto ya lo intentaron tiempo atrás, cuando acusaron a un tal Lisístrato, pero no tuvieron tiempo de llevarlo a cabo y debieron reconciliarse con la acusación. El discurso termina insistiendo en la falsedad del proceso y el motivo político que se esconde tras el mismo.
El texto conjuga partes muy elaboradas, en cuanto a la construcción del período y su ornamento, con otras en las que el autor opta por los recursos de mayor efecto emotivo.
Las indicaciones contenidas en el propio discurso permiten fecharlo en el 418 aC, cuando el acoso de los círculos oligárquicos al poder democrático comenzaba a ganar en virulencia. Se pronunció ante el tribunal del Paladio.
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