Uno de los impuestos extraordinarios atenienses (llamados liturgias) más costosos era la trierarquía, consistente en sufragar el mantenimiento de un barco de guerra, incluyendo materiales, dotación, etc. A partir del 357 aC, una ley dejaba este pago en manos un grupo constituido por los doscientos ciudadanos más ricos de la ciudad.
Al año siguiente de la puesta en marcha de esa nueva ley, un miembro de estos ciudadanos, llamado Megaclides, alegó que no debía hacer frente a la trierarquía porque Isócrates era más rico que él, promoviendo así un proceso de cambio de fortunas (antídosis). Era un recurso legal válido que podía finalizar con el pago de la liturgia o, si el defensor perdía, con el intercambio de bienes entre las partes. Isócrates, defendido por su hijo adoptivo Afareo, perdió el proceso, y se vio obligado al cambio de fortunas.
El orador escribió después (354-353 aC) una obra en su descargo, como un alegato ante sus conciudadanos en el que se defiende de las falsas acusaciones y recorre su vida y sus ideas. Concretamente, para mantener la ficción de que habla en público, adopta el pretexto de que un cierto Lisímaco le ha acusado públicamente de corromper a la juventud y enriquecerse con su enseñanza.
Isócrates cita sus propias obras (a veces con discrepancias) para demostrar su coherencia ideológica a lo largo de sus ochenta años de vida, en el primer ejemplo histórico de un autor comentando su propia obra. Además, nos presenta a sus enemigos: los que enseñan la relatividad de los conceptos en aras de la efectividad retórica, de tal forma que expone con ciertas variantes las concepciones ya desarrolladas en Conta los sofistas. Pero el discurso arremete también contra la filosofía platónica, bien contra Platón, bien contra Aristóteles (que por entonces, siendo alumno de la Academia platónica, había criticado a los oradores por componer discursos aduladores hacia Grilo, el difunto hijo de Jenofonte, con cuya escuela competirá por obtener la educación de Alejandro de Macedonia). El paralelismo con la Apología de Sócrates de Platón es evidente, pues ambos convierten el discurso forense en una suerte de autobiografía. También comparte con Platón la inquietud (mostrada en su Carta VII, más o menos contemporánea a esta obra) que los filósofos sentían hacia los políticos en el poder, junto a la superioridad de la especulación sobre la práctica.
El largo discurso puede esquematizarse, siguiendo la numeración de los párrafos, en los siguientes puntos:
- 1-13. Prólogo: Razones de Isócrates para escribir el discurso (cambiar de idea a los que piensan mal de él, y aclarar «mi manera de ser, la vida que llevo y la enseñanza a que me dedico»). Captatio benevolentiae (es ya anciano, y es mucho lo que deseaba decir con el discurso.
- 14-25. Exordio: se aducen las dificultades de una defensa ante una acusación, un tópico de las defensas judiciales. Acusa a los jurados atenienses de apoyar más fácilmente a los acusadores, y alerta del peligro de hacer caso a los sicofantas.
- 26-33. Exposición de la acusación de Lisímaco.
- 34-166. Justificación de la actividad de Isócrates como orador mediante la presentación de diversos fragmentos de tres obras suyas: Panegírico, Sobre la paz y A Nicocles. En resumen, después de alegar que no ha cobrado por sus enseñanzas más que a los extranjeros, y de diferenciar los diferentes estilos de prosa, se lanza a mostrar el pensamiento que destilan sus discursos. Con el fragmento de Panegírico trata de demostrar que cree en la hegemonía ateniense y que su intención era llevar a los jóvenes a la virtud y a la defensa de la ciudad. Para que no se le acuse de estar anclado en la gloria del pasado, usa un par de fragmentos de Sobre la paz, donde aconseja abandonar el imperio marítimo, recordando el descalabro vivido por la guerra (aunque aquí modifica ciertos pasajes debido a los cambios políticos habidos desde entonces). Con el fragmento de A Nicocles muestra que no halagó al gobernante por su riqueza o poder, sino que defendió a sus súbditos y aconsejó una constitución lo más suave posible (está, pues, a favor de la democracia). A continuación también encuentra tiempo para arremeter con ironía contra los que crean discursos que establecen legislaciones (las Leyes de Platón se habían escrito poco antes) y contra los que buscan «una virtud y sensatez desconocidas por los demás y discutidas por ellos mismos» (es decir, los erísticos y, sobre todo, Platón). Luego da los nombres de algunos de sus viejos alumnos, que han demostrado ser buenos ciudadanos, lo cual es prueba de su buen hacer. Entre los párrafos 101 y 139 se extiende un elogio de Timoteo, el estratego ateniense en la guerra contra Esparta, que había sido amigo suyo. Posteriormente habla de las fortunas, de la fama de los ricos, y de cómo él fue ahorrando dinero poco a poco, para acabar perdiéndolo frente a los sicofantas.
- 167-292. Defensa del método de educación que Isócrates ha propugnado. Por ejemplo, en la rivalidad entre dotes naturales y educación, se decanta por esta última. Con un fragmento de Contra los sofistas demuestra que desde el principio de su actividad educadora ha atacado a los que hacen promesas excesivas, y pasa entonces a considerar el grado de importancia de la experiencia sobre el arte retórico. Para demostrar que no es la retórica la que crea intrigantes, da el ejemplo de grandes hombres con buenas capacidades oratorias: Solón, Clístenes, Temístocles y Pericles; al defender a estos dos últimos, atacados en Gorgias y Menón de Platón, se identifica con ellos en contra del dialéctico. También realiza un encendido elogio de la palabra, fuente de la civilización, y finalmente arremete contra la oratoria erística, alegando que la dialéctica no es una actividad filosófica, sino un simple ejercicio similar a la cultura musical.
- 293-323. Apelación a la opinión del público (otro tópico de los discursos de defensa) con una exhortación a los atenienses para que mantengan la cultura que ha dado gloria a la ciudad.
estoy interesada en el discurso,¿Dónde podría encontrarlo?
ResponderEliminarLa editorial Gredos publicó este discurso junto al resto de las obras de Isócrates. Según la edición aparecerán todas juntas en un único volumen o bien en dos tomos diferentes. En este último caso, el presente discurso está en el segundo volumen (titulado simplemente Isócrates. Discursos II).
EliminarSi no puede disponer del libro, hay algunas soluciones en línea. La más fácil de encontrar se ubica en la página perseus, que tiene la traducción al inglés de George Nolin. Éste es el enlace: http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0144%3Aspeech%3D15
El problema es encontrarlo en castellano en ese formato. Por lo que sé, lo único que puede hallarse en la red son archivos creados a partir de los libros de la editorial Gredos.
Si bien las obras de Isócrates (y del resto de autores que tratamos en este sitio) no tienen propiedad intelectual (ya que su autor murió hace mucho tiempo), sí que la tienen las introducciones y notas aparecidas en el libro, escritas por quien traduce o corrige el texto griego. Además, aunque leer esas copias no constituye un delito de piratería, el que en su día realizara el escaneado atentó contra el derecho de copia de la editorial. Así que desde este sitio no apoyamos en absoluto su lectura.
Si aún así desea encontrar el texto, podría hacer una búsqueda por la red, escribiendo (y esto le servirá para muchos autores y obras) algo así como: isócrates sobre el cambio de fortunas, seguido por el nombre de una página de recursos de este tipo, siendo las más usuales 4shared o scribd.
Suerte y un saludo. Gracias por su visita.