Discurso de complicado argumento en el que, de nuevo, al motivo económico parece sumársele el político.
Euxiteo es un ciudadano de Mitilene, ciudad aliada de Atenas. En un viaje a Eno coincide en el barco con Herodes, un ateniense establecido como cleruco en Lesbos y enemistado con un tal Licino, también ateniense, que los acusadores relacionan con Euxiteo. Estando en Metimna, en la isla de Lesbos, cambiaron de nave. Ya instalados, Herodes salió de la nave para no regresar. Al ver el regreso de Euxiteo en solitario, los parientes del finado lo denuncian como malhechor, y en el litigio lo acusan de asesinato. Habida cuenta del contexto de luchas intestinas en Lesbos, no sería de extrañar que la acusación hubiera urdido una confabulación para obtener la condena de Euxiteo a fin de vengarse de su padre.
Tras un largo proemio que incluye el tópico sobre la inexperiencia como litigante, lo que le llevará a estar más atento a la verdad, el orador pasa su defensa, basada en que el proceso no es conforme a derecho, pues una acusación de homicidio voluntario y con premeditación debiera ser juzgada en el Areópago, y no frente a un tribunal de ciudadanos. Así pues, el orador concluye, después de dar su versión de los hechos, que de producirse su condena, el error de procedimiento conllevaría la impiedad de los jueces ante los dioses. La única solución pasaría por absolverlo del presente juicio y convocar otro proceso de forma correcta, lo cual sería bastante injusto, pues los acusadores, aún con la impiedad e injusticia de su demanda, gozarán de una segunda oportunidad, mientras el procesado deberá probar su inocencia dos veces.
Por ciertas referencias esta obra, que siempre ha causado admiración por su emotividad y por la altura artística de su prosa, puede datarse entre el 417 y el 414 aC. El análisis lingüístico, además, refleja las coincidencias con Sobre el orador.
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