Iseo: Sobre la herencia de Filoctemón

Euctemón, hombre acaudalado del demo de Cefisia, había tenido de su esposa, la hija de Mixíades, tres hijos y dos hijas. Dada su longevidad, vio morir a todos sus hijos varones, sin descendencia. De sus hijas, había tenido una nieta y dos nietos, el mayor de los cuales se llamaba Queréstrato. A su muerte, éste presenta un testamento en el que su tío Filoctemón le nombraba hijo adoptivo y, como tal, reivindica ante los tribunales la totalidad de la herencia.

Androcles, pariente próximo de Euctemón, opone una protesta, alegando que la herencia no estaba sujeta a adjudicación judicial, porque el finado había dejado dos hijos legítimos, nacidos de un segundo matrimonio con Calipe. Añade, además, que Filoctemón no había hecho testamento. Queréstrato intenta rebatir ambos argumentos y contesta con una acusación contra Androcles por falso testimonio. A dicho proceso corresponde el presente discurso, pronunciado por un amigo de Queréstrato y de su padre Fanóstrato.


Desde el principio la historia da lugar a sospecha. Queréstrato no presenta la reivindicación ante los tribunales a la muerte de Filoctemón, sino que espera al fallecimiento de su abuelo Euctemón (aunque Filoctemón no tuviera fortuna que declarar, podía haber dejado constancia de que era su heredero). Iseo salva esta dificultad presentando confusamente las herencias de Euctemón y Filoctemón como si fueran una sola. El título de este discurso demuestra que ya los antiguos fueron víctimas de esta confusión.

Después de presentar testimonios para probar la existencia del testamento de Filoctemón, el orador centra su atención en demostrar la ilegitimidad de los niños presentados como hijos de Euctemón. Hace ver que su relación con Calipe era imposible, y narra una historia sórdida sobre el origen de estos niños y los últimos años de Euctemón: habrían nacido de una liberta de mala vida, Alce, y de un liberto pendenciero, Dión. Euctemón, seducido por Alce, habría abandonado su casa y habría sido convencido para introducir en la fratría, con su nombre, al mayor de los niños. Ante la oposición de su hijo Filoctemón, se habría comprometido en matrimonio con la hermana de Demócrates para amenazar con introducir nuevos hijos a la familia. Filoctemón habría cedido al chantaje, con la condición de que el niño recibiera sólo una de las tierras. Euctemón, tras romper su compromiso, habría introducido al hijo de Alce en la fratría.

Tras la muerte de Filoctemón, Androcles y Andócides habrían persuadido al anciano Euctemón para convertir en dinero efectivo algunas propiedades y dárselo a los hijos de Alce. Además, habrían inscrito a los niños como hijos adoptivos de dos de los hijos fallecidos de Euctemón, instituyéndose como sus tutores. A la muerte de Euctemón, habrían ocultado su fallecimiento a su mujer e hijos, tras dilapidar la mayor parte de la fortuna. Las acciones de estos dos codiciosos suponen un argumento más para negar la legitimidad: Androcles habría solicitado la mano de una de las hijas de Euctemón (la viuda de Quéreas) como si a ella perteneciera la herencia, lo cual es incompatible con la existencia de unos hijos varones legítimos. Por último, el orador antepone el buen hacer de Queréstrato y su participación en la ciudad a la maldad y el despilfarro de sus adversarios.

En cuanto a la fecha de la obra, aunque no sabemos cuándo murió Filoctemón o qué edad tenía Queréstrato, el propio discurso data el proceso 52 años después de la expedición a Sicilia, durante el arcontado de Arimnesto, lo que significa que se pronunció en el año 365-364 o 364-363 aC.

Platón: Sofista

Con la excusa de mostrar un método para «cazar» a los sofistas, Platon presenta en este diálogo algunas de las cuestiones más polémicas que, desde sus orígenes, han conformado el desarrollo de la filosofía occidental. Escrito alrededor de la década de 370-360 aC, pertenece a los diálogos considerados «tardíos», donde el autor se dedica a revisar algunas cuestiones que ya había tratado, y su empeño por conseguir el mayor grado de precisión posible le lleva a un cambio de estilo, perdiendo la brillantez literaria del período «medio» (por ejemplo, dejando de lado el recurso a mitos y alegorías explicativos y usando un lenguaje menos plástico y más dificultoso).

En la época en que se redactó el Sofista, Platón se vio obligado la replantearse la concepción de las Ideas (algunos estudiosos opinan que en sus obras más tardías llegó a olvidarse de ellas), moderó sus expectativas éticas basadas en el intelectualismo moral y en las consecuencias derivadas de la creencia en la inmortalidad del alma, revisó sus optimistas previsiones políticas y reconoció que los enemigos que entorpecían la implantación de su supuesto educativo, político y filosófico (como los sofistas) eran mucho más sólidos y tenaces de lo que él había estado dispuesto a conceder.

Esta obra, excepcionalmente, puede situarse dentro de una misma serie de diálogos. En su introducción, el personaje de Teodoro recuerda que «según el acuerdo de ayer» acude a la cita para hablar con Sócrates. Esto enlaza con el final del Teeteto, donde la conversación queda interrumpida porque el filósofo debe ir a declarar. La novedad es que Teodoro acude con un anónimo e inesperado Extranjero, procedente de Elea, compañero de Parménides y Zenón. Este personaje tendrá el peso de todo el diálogo, junto a su interlocutor Teeteto, pues Sócrates le pregunta cómo consideran en su país a tres tipos de personajes: el sofista, el político y el filósofo. Así se inicia una trilogía que, continuada con El político, quedará luego inacabada (tal vez porque Platón ya consideraba definido al filósofo en sus otras obras).

Éste es el resumen de la obra, señalando los epígrafes de los manuscritos (que van del 216 al 268):

- 216-218 - Introducción. Teodoro se presenta ante Sócrates con un desconocido de Elea, a quien, como hemos comentado, el filósofo pregunta cómo consideran en su tierra al sofista, al político y al filósofo. Teeteto le ayudará, al darle respuesta breve a las preguntas que puedan surgir durante su investigación. El Extranjero propone comenzar la explicación por el sofista, para intentar averiguar qué es. Sus interlocutores coinciden en el uso de la palabra, pero no tan claramente en la realidad que designa. El Extranjero insiste en que la investigación filosófica consiste en estar de acuerdo por medio de razonamientos, una declaración de principios esencial para el diálogo, puesto que la principal característica del sofista es su facilidad para cambiar de forma; de ahí la dificultad de «cazarlo». Se inicia entonces un intento de atraparlo usando el método dialéctico para establecer paradigmas (postulado de un ejemplo o analogía que tenga alguna semejanza con el asunto que se pretende investigar, pero de forma mucho más vulgar y sencilla) y crear luego divisiones (diairesis) cada vez más concretas.

- 219-236c - Las siete definiciones del sofista. Se apela al pescador con caña como paradigma con el que comparar al sofista (ambos coinciden en querer capturar a sus desprevenidas presas). Este símil fuerza la paradoja del «cazador cazado», puesto que el propósito declarado es atrapar al embaucador. Posteriormente el Extranjero realiza las siete divisiones.
  • 219-221b - Comparación entre el pescador de caña a partir de su pertenencia a la técnica adquisitiva, con la conclusión de que es alguien que caza de día animales acuáticos mediante golpes de abajo a arriba.
  • 221c-223a - Primera división: Se determina que, si bien el sofista y el pescador coinciden en su afán cazador, el primero se dirige «a prados rebosantes de riqueza y juventud», para atrapar a los jóvenes ricos y nobles mediante la técnica de la persuasión.
  • 223b-224c - Segunda división: Se define al sofista como un comerciante que «mercadea con el alma en relación con la venta de discursos y conocimientos sobre la virtud».
  • 224d-224e - Divisiones tercera y cuarta: Son muy similares, e incluso parecen simples aclaraciones de la anterior. En la tercera se considera al sofista como «un vendedor al por menor» de conocimientos ajenos, y en la cuarta lo distingue como «uno que nos vende conocimientos producidos por él».
  • 225a-225e - Quinta división: Se presenta al sofista como un atleta en la lucha con palabras, un especialista de la contradicción mediante la técnica erística, con la que busca adquirir ganancias de los conflictos privados. 
  • 226-231b - Sexta división: Se caracteriza al sofista como «un purificador de las opiniones que, en el alma, obstaculizan los conocimientos» y que utiliza la refutación para provocar la vergüenza del refutado, quien debe aceptar humildemente que «solamente sabe las cosas que sabe, y nada más». Esta modalidad de sofística parece ser alabada en la obra, pues sería la propia de Sócrates.
  • 231c-236c - Séptima división - Tras resumir las diferentes maneras en que, hasta el momento, se ha presentado al sofista, se desarrolla ahora su capacidad de contradecir, para trasladarla a su condición de imitador y productor de apariencias.
En este punto el proceso de diairesis se detiene provisionalmente con la exposición de un largo excurso en el que el Extranjero pasa a analizar el concepto de apariencia y su relación con el ser, el no ser y la falsedad.

- 236d-242b - El no ser y el «parricidio» de Parménides.  Si se entiende que la apariencia representa lo que no es (y siguiendo la lógica parmenídea lo que no es, no es), entonces la caza del sofista es prácticamente imposible. El sofista, experto en la apariencia, se movería a sus anchas por el mundo de lo que no es, inalcanzable para el razonamiento que se aferre al patrón de Parménides. Por tanto, debe desmontarse esta tesis, y demostrarse que lo falso existe. En primer lugar, el Extranjero constata que el simple hecho de poder pronunciar las expresiones «lo que no es» y «las cosas que no son» suscita una contradicción, pues se están poniendo estas palabras en relación con una entidad numérica. Además, decimos del no ser que es impensable, indecible e ininteligible, y por tanto el uso del verbo ser le otorga una categoría ontológica. Se retoma la conclusión de la séptima definición (que el sofista es un «productor de imágenes») y se plantea la cuestión de qué es la imagen y cuál es su relación con lo que representa: la imagen es algo que se asemeja al objeto que representa, sin serlo. Así pues, se pone de manifiesto que el sofista opera con falsedades, y el Extranjero se muestra dispuesto a cometer lo que denomina «parricidio» de Parménides y, forzando la separación entre el ser y el no ser, capturar al sofista.

- 242c-251a - Un repaso a las diversas teorías sobre el ser. La justificación de este paso previo es que, si la simple mención de lo que no es provoca perplejidad y apuros, las variadas propuestas sobre el ser de los filósofos anteriores también suscitan confusión y desasosiego. Es la primera «historia de la filosofía» de la que tenemos noticia. En primer lugar constata la cantidad de elementos primordiales (tres, dos, uno, o múltiple), y luego pasa a interrogar sobre el uso que habían realizado del verbo ser diversos filósofos, como si estuvieran presentes: los dualistas, los monistas eleáticos, los materialistas y los idealistas. Entre estos últimos se sitúa el propio Platón, y asistimos entonces a una autocrítica, al constatar el Extranjero un punto débil en la teoría de las Ideas, que queda sin respuesta: la distinción entre generación -relacionada con el movimiento y los cambios en el cuerpo mortal- y ser -relacionado con el alma inmortal-. La única salida que encuentra el Extranjero es conciliar el movimiento con el reposo, y aceptar que para el filósofo ambos conforman el todo de lo que es. Pero como el ser participa de ambos, parecería que es distinto y está al margen, lo cual resulta imposible. Aporía que merece mayor indagación.

- 251b-259d - La comunicación entre los géneros. El Extranjero observa que el uso habitual del lenguaje permite una amplia variedad de denominaciones, creadas verbigracia por la unión de un sustantivo y un adjetivo («el hombre bueno», «el hombre alto», etc). De aquí llega a la conclusión de que a veces los géneros pueden mezclarse: lo que está en movimiento no se mezcla con que está en reposo, pero el ser puede participar de ambos. Por si fuera poco, el Extranjero parece haber encontrado una definición de filósofo: aquél que, por su dominio de la dialéctica, sabe dividir por géneros. En cuanto a la cuestión del movimiento, el Extranjero distingue cinco géneros: el movimiento, el reposo, el ser, lo mismo y lo distinto. La existencia de este último genera automática el no ser, pues todos estos géneros son distintos unos de otros: todos no son. Luego trata de definir la naturaleza de la negación, pues aunque pueda definirse algo a base de negar lo que no es («el hombre no es una cebra, no es una mesa, etc»), en cada negación diremos no lo contrario, sino simplemente algo distinto a lo que es. Este matiz implica que la naturaleza de lo distinto está fragmentada en múltiples partes.

- 259e-264b - El estatus del logos. El Extranjero pasa entonces al ámbito de la palabra, para descubrir si lo que no es también está presente en las argumentaciones y razonamientos. La finalidad de este análisis es dilucidar en qué consiste la verdad y la falsedad para, en última instancia, definir si el sofista se mueve en el ámbito de lo verdadero o de lo falso. La primera característica que sobresale en la composición de un razonamiento es que no se produce mediante elementos aislados, sino «por el entrelazamiento de unas formas con otras». El Extranjero define los razonamientos verdaderos como aquellos que no se mezclan con el no ser, y los falsos como aquéllos que sí se mezclan con él. Definido esto, pasa a considerar si la falsedad también es, investigando qué son el pensamiento (un diálogo del alma consigo misma), el discurso (un flujo de sonido que sale del alma) y la apariencia (pensamiento o discurso surgido mediante la sensación, que se entremezcla con la opinión). Si una expresión tiene sentido, será verdadera o falsa en función de si dice cosas que se corresponden con la realidad o no.

- 264c-268 - Continuación de la séptima división: la definición del sofista. Se sitúa al sofista en el ámbito de la técnica de producción de imágenes de las cosas, sin ser el productor de las mismas. Es alguien que no sabe, pero imita al sabio.

Demóstenes: Contra Áfobo, por la tutela (I y II)

Demóstenes de Peania, padre de Demóstenes, muere dejando a su viuda Cleobula, dos hijos (Demóstenes, de siete años, y su hermana de cinco), y una considerable fortuna. Su testamento, otorgado en trance de muerte, contiene la designación de tutor, la concesión de legados, ofertas de matrimonio, y normas para la futura administración de sus haberes. Cuando Demóstenes alcanza la mayoría de edad impugna las cuentas de la tutela, y procesa en primer lugar a Áfobo, uno de sus tres tutores, en 364/363 aC. El arbitraje público es favorable al orador, pero la impugnación del demandado lleva la causa ante el tribunal. El primer discurso es la intervención de Demóstenes en dicho proceso.

El discurso, de corte tradicional, contiene una minuciosa descripción de los hechos y finas argumentaciones que, mediante la prueba de una dolosa administración de los caudales hereditarios llevada a cabo por los tutores, conducen a que Demóstenes pida una compensación contra el condenado. El relato de los hechos del pasado que realiza el orador está salpicado de exclamaciones y peticiones de piedad a los jueces.

En primer lugar, Demóstenes achaca a su contrario que la causa haya llegado al tribunal, y, puesto que sus miembros no conocen todo el asunto (a diferencia de los que arbitraron anteriormente), se ofrece a explicar todos los pormenores, a pesar de su juventud: las disposiciones del testamento de su padre, la herencia al completo, la toma de posesión de la dote asignada a Áfobo (lo que éste niega) y la mala administración del taller y sus materiales y esclavos (o más bien engaños a este respecto). Denuncia además la desaparición del testamento y la falsa declaración de Áfobo y los otros cotutores.


También ejerce Demóstenes su derecho de réplica al discurso pronunciado a su vez por Áfobo. Éste, para exculparse, había manifestado que la omisión de las disposiciones testamentarias del padre del orador se debieron al objeto de disimular la herencia y no responder de una deuda ante el Estado. Según Áfobo, Gilón, padre de Cleobula y por tanto abuelo de Demóstenes, había incurrido en una multa ante el Estado. No saldada la deuda en el plazo fijado por la ley, se habría duplicado y transmitido a la descendencia por vía masculina. Pero Gilón habría declarado a su hija única heredera de sus bienes, por lo que la deuda hubiera pasado a su yerno, el padre del orador. El segundo discurso pretende, por tanto, demostrar la inexistencia de la deuda (pues el resto de las acciones de Áfobo y los otros tutores se produce abiertamente, sin temor a una intervención del Estado) y por tanto la inconsistencia del alegato sobre la disimulación del patrimonio. Además, recuerda y resume los argumentos del primero, y aumenta su patetismo en la súplica final.

Platón: Teeteto

Diálogo que trata de la naturaleza del saber. Se entiende que es posterior al Parménides, pues el personaje de Sócrates menciona la ocasión en que conoció a Parménides y Zenón, un encuentro ficticio que únicamente puede hacer referencia a dicho diálogo. Por otra parte, que el diálogo finalice porque el personaje de Sócrates deba dar cuenta de su acusación, y en el Sofista su interlocutor le recuerde la conversación interrumpida, nos da la situación concreta de este diálogo dentro del corpus del autor.

Omitiendo las largas e importantes digresiones, los personajes del diálogo tratan de dar una definición del saber: «la ciencia es percepción», «la ciencia es juicio verdadero», y «la ciencia es juicio verdadero acompañado de explicación» son algunas de las tentativas. Pero ninguna de estas definiciones contenta a Sócrates, lo cual deja el diálogo con un final aporético digno de la primera etapa de su autor, pues nada se ha hecho salvo probar que la ciencia no consiste en las sensaciones, ni tampoco en el juicio.

Éste es el resumen de la obra, señalando los epígrafes de los manuscritos, que van del 142 al 210:
  • 142-143d - Introducción: Euclides y Terpsión se encuentran e intercambian observaciones sobre la reciente batalla de Corinto, y sobre la suerte corrida por Teeteto, eminente matemático. Entonces Euclides pide a un esclavo que lea un manuscrito en el que tiene registrada toda la conversación mantenida tiempo atrás por Sócrates, el matemático Teodoro de Cirene y Teeteto, entonces su joven alumno. Ocupa el resto del diálogo la narración de este encuentro, ocurrido justo en el día en que Sócrates debe rendir cuentas por la acusación de Melito.
  • 143e-151c - Segunda introducción. Sócrates pregunta a Teodoro por algún joven notable, de entre los alumnos que con él están. El matemático le presenta a Teeteto como un dechado de virtudes, y Sócrates se interesa por saber cómo definiría el joven la ciencia, pues él lo ignora. En un primer momento, Teeteto responde que todo lo que puede aprenderse es ciencia, incluyendo todas las artes y oficios, pero Sócrates le indica que confunde la lista de las ciencias con su definición. Como el joven cree que no será capaz de satisfacer la pregunta, Sócrates inicia un largo monólogo en el que, comparándose con una partera, dice ser capaz de extraer la sabiduría de las personas.
  • 151d-186 - Primera definición: el saber es percepción. Se trata de la filosofía de Protágoras, que unía la inteligencia a lo recibido por los sentidos («el hombre es la medida de todas las cosas»). Sócrates achaca entonces a esa descripción precisamente su relativismo (pues la ciencia dependería de cada hombre, e incluso del estado del hombre y sus circunstancias), que por si fuera poco niega al hombre el conocimiento que reside en la memoria (recordar no es sentir, y por tanto no es ciencia). Por otra parte, que cada cual tenga una opinión, hace que bajo este supuesto no existiera la verdad o la justicia. El diálogo avanza a trompicones y a base de largas digresiones, comparando por ejemplo la doctrina de Heráclito («todo fluye, nada permanece») con el conocimiento según Protágoras.
  • 187-210 - Segunda definición: el saber es el juicio verdadero. Sócrates intenta entonces saber qué es un juicio falso, pero sin llegar a un resultado satisfactorio trata de describir el saber por medio de una analogía. De vuelta al tema, el filósofo alega que es posible dar un juicio verdadero sin poseer la ciencia que debería aplicarse. Entonces Teetetes mejora su definición: la ciencia es juicio verdadero acompañado de una explicación; lo que no puede explicarse, estaría fuera de la ciencia. Es decir, el saber reside en el razonamiento. Sócrates alega el siguiente ejemplo: la sílaba (un compuesto) puede explicarse por medio de sus letras (elementos), pero éstos no pueden a su vez ser explicados, pues no hay elementos menores. La sílaba entraría así en la ciencia, pero no la letra, lo cual es absurdo. Intenta entonces definir concretamente el sentido de «explicación» (lógos): expresar el pensamiento, analizar, o bien discriminar objetos. Ninguno de ellos sirve a la definición de ciencia como «juicio acompañado de explicación», por lo que se deduce que esto también es falso. En definitiva, Sócrates cierra su conversación sin haber llegado a resultado alguno.

Iseo: Sobre la herencia de Cirón

Cirón se había casado dos veces. De su primera mujer, que murió enseguida, le había nacido una hija; de la segunda, hermana de Diocles y todavía viva, había tenido dos varones que murieron jóvenes. Cirón entregó a su única hija en matrimonio a Nausímenes de Colargo, y, muerto éste, volvió a casarla en un segundo matrimonio, del que nacieron dos hijos. A la muerte de Cirón reclaman su herencia dos demandantes que, ya ante el sepulcro, se disputan la fortuna: por un lado, su nieto, el hijo mayor de su única hija; por otro, su sobrino, hijo de su hermano.


Este discurso corresponde a la intervención del nieto de Cirón, que acusa a su adversario de estar al servicio de Diocles (cuñado del difunto por su segundo matrimonio). Según el orador, aunque el sobrino habría recibido ya la herencia de manos de la mujer de Cirón, es Diocles quien realmente la tiene en su poder, y ha sobornado al sobrino para que, a cambio de una cantidad ridícula, presente la demanda. Tras exponer esta sospecha, el orador expone los dos argumentos en los que se apoya su demanda: que su madre es hija legítima de Cirón, y que él tiene más derecho sobre la herencia.

El primero de estos argumentos es la respuesta a la acusación de sus adversarios en el sentido de que su madre era una cortesana extranjera. El orador presenta testimonios de que Cirón entregó en matrimonio y dotó a su hija; del comportamiento del difunto hacia él y su hermano (propio de un abuelo hacia sus nietos legítimos); de los actos de su padre (los que se esperan de un hombre hacia su esposa e hijos legítimos); del trato de las mujeres del demo a su madre (sólo posible con una ciudadana); y especialmente de la conducta de sus adversarios (la oposición a someter a tortura a los esclavos y su actitud durante el entierro de Cirón, reconocimiento implícito de su legitimidad).

La segunda parte del discurso trata de demostrar que el orador posee preferencia en el orden de sucesión. La discusión se centra en la interpretación de la ley correspondiente, en el sentido de que un descendiente, aunque sea por vía materna, posee prioridad sobre un pariente colateral, incluso por vía paterna.

La fecha del discurso es bastante insegura. Como el orador dice que nació después del arcontado de Euclides (403-402 aC), no podría participar en un proceso judicial antes del 383 aC. Por otra parte, que Demóstenes tuviera presente este discurso para componer los suyos contra sus tutores, lo sitúan con anterioridad al 363 aC. Dentro del largo período que nos ofrecen estos términos (383-363 aC), las cláusulas métricas usadas por Iseo nos situarían más cerca del último año.

Demóstenes: Introducción

Seguimos para este autor el libro de Biblioteca Clásica Gredos, con traducción y notas de A. López Eire y J. M. Colubi Falcó, e introducción de J. M. Cortés Copete. De la misma editorial tenemos también unos volúmenes más antiguos, con traducción del mismo estudioso.

La fama de Demóstenes supera incluso el hecho de que fue el perdedor de la contienda de su vida: la que mantuvo a favor de la libertad frente a Filipo II de Macedonia.

Su vida se desarrolló durante el siglo IV aC, donde se sitúa la llamada «crisis de la polis»: la ruina de numerosas comunidades, las guerras estériles, los ejércitos de mercenarios, los exiliados, los piratas, los conflictos entre clases sociales, el olvido de los dioses tradicionales con el consecuente asalto y ruina de sus templos, etc. Sólo el mundo nacido tras las conquistas de Alejandro Magno fue capaz de encontrar nuevos marcos que lograron para la civilización griega su universalidad.

Demóstenes, hijo de Demóstenes, del demo de Peania, nació el año 384 aC. Cleobule, su madre, era de origen escita (lo que sería usado más adelante por sus enemigos para burlarse de él), mientras que su padre, firme demócrata, era un rico propietario que fabricaba espadas en sus talleres manejados por esclavos. Cuando apenas contaba con siete años, Demóstenes quedó huérfano, y junto a su hermana pasó al cuidado de dos parientes, Áfobo y Demofonte, y de un amigo de la familia, Terípides. Estos tutores fueron albaceas del testamento paterno, y al parecer fueron desleales: cuando alcanzó la mayoría de edad, Demóstenes sólo recibió treinta minas, una casa, y catorce esclavos, mientras que según los cálculos del joven sus bienes deberían haber ascendido a 840 minas. Así pues, emprendió una serie de pleitos, cuyos discursos de acusación conservamos y nos informan de este período de su vida.

Demóstenes decidió estudiar retórica. Repasó con ahínco la obra de Tucídides, donde forjó sus principales ideas políticas (democracia y grandeza de Atenas), y aunque alguna tradición lo considera discípulo de Isócrates (es cierto que alguna influencia isocrática aparece en sus primeros discursos, pero bien pudieran haber nacido de la lectura de sus obras), acudió a la escuela de Iseo de Calcis, quien se había especializado en los casos de herencia. Tras largos procesos contra el artero Áfobo y su cuñado Onétor, Demóstenes consiguió recuperar una parte sustanciosa de sus bienes, que le permitieron llevar una vida desahogada. Por si fuera poco, su limitado éxito fue acompañado de una fama que le facultó para iniciar carrera como logógrafo. De los discursos forenses para sus clientes se han conservado más de cuarenta fragmentos (aunque los apócrifos superan la docena).

Hacia el 355 aC las cosas habían cambiado en Grecia, y Demóstenes se lanzó a la política. Cinco años antes Filipo II se había hecho con el control de Macedonia, y tras reformar su ejército dando mayor importancia a la infantería de origen campesino, consiguió restablecer la unidad del reino. Mientras tanto, desde el 357 aC, focidios y tebanos se enfrentaban por el control de la Anfictionía Délfica, en lo que se denomina la Tercera Guerra Sagrada. Los focidios intervinieron en Tesalia, amenazando los intereses macedonios, mientras que los socios de Atenas (Bizancio, Rodas, Quíos, principalmente) no pudieron soportar sus nuevas pretensiones imperialistas y rompieron la federación. Filipo aprovechó para eliminar las bases atenienses en la costa macedonia, y se expandió por Tracia hacia los estrechos. En Atenas surgió una crisis, y se desbancó del poder a aquellos políticos que habían llevado al abuso sobre los aliados (el grupo de Aristofonte); esta oposición estaba dirigida por Eubulo, que creía en el fin de la guerra y del dominio marítimo ateniense. Su gestión logró mantener en funcionamiento los espectáculos, reduciendo los gastos de la flota y el ejército.

Aunque al principio se inició en la política a la sombra de Eubulo, y así preparó los discursos que atacaban a los tres hombres fuertes de Aristofonte, Demóstenes se fue distanciando poco a poco del partido pacifista, convirtiéndose en firme defensor de una activa política exterior. De esta forma, sus discursos comenzaron a apoyar la participación en diversos hechos, como la toma de poder de los oligarcas rodios. La ruptura con Eubulo llegaría con las acciones de Filipo II.

En el año 351 aC, Filipo entró en Tracia y alcanzó el mar de Mármara. Sólo una repentina enfermedad del rey salvó a las ciudades de la costa. Pero bastó para que Demóstenes comprendiera que debía vencer la indolencia de sus conciudadanos, y enfrentarlos a Filipo. En sus discursos, Demóstenes renuncia a la práctica de halagar al pueblo para mantener su propia posición y prestigio, y comienza a percibir su arte como instrumento de educación. A pesar de su acicate, los atenienses no terminan de dar el paso, y ante la petición de ayuda de Olinto, antigua ciudad enemiga ahora asediada por Filipo, envían unos contingentes insuficientes. La ciudad de Olinto, y toda la confederación Calcídica, fueron arrasadas, la población esclavizada y sus tierras repartidas entre nobles macedonios.

Se intentó entonces llegar a la paz con el rey, y fueron enviados diez embajadores, entre los que estaban Demóstenes y Esquines. Todos ellos sufrieron una profunda impresión por parte de Filipo, y Demóstenes incluso perdió el hilo de su discurso durante la intervención. Esquines quedó maravillado por el macedonio, y a partir de entonces defendería la necesidad de un entendimiento. Sus pretensiones se vieron favorecidas por Isócrates, que en una carta abierta a Filipo le pidió que encabezara la lucha contra el enemigo de los griegos, Persia. Filipo, aunque no modificó su política, fue presentado a partir de entonces por su propaganda como el caudillo panhelénico que la Hélade necesitaba.

La Paz de Filócrates (346 aC) fue aprovechada por Filipo para terminar con la Tercera Guerra Sagrada, resultando vencidos los focidios. Macedonia quedó como dueña de la Afictionía, al recibir él personalmente los votos de los vencidos. En Atenas se abrió el debate entre pro y antimacedonios. La tregua dio paso a una guerra no declarada, que fue denunciada por Demóstenes. El orador se convirtió en campeón de otra forma de panhelenismo: Atenas debía conducir a la Hélade contra el enemigo común macedonio. Logró que se enviaran embajadas a todos los griegos libres, en muchas de las cuales viajaba el propio Demóstenes. Se unieron a Atenas los antiguos aliados de la Segunda Confederación, las ciudades del Helesponto, y todo el Peloponeso salvo la impotente Esparta. La propia Atenas aumentó los ingresos y desvió el dinero de los espectáculos a usos militares.

Filipo acabó provocando la guerra cuando capturó la flota triguera ateniense. Gracias a un incidente menor, Esquines, insultado por los locrios, logró que el Consejo les declarara la guerra para lavar su honor y el de Atenas. Filipo la llevó a cabo (339 aC). Demóstenes logró entonces que Tebas se pasara al bando ateniense. Fue el momento culminante de su carrera. Pero en los campos de Beocia, en las cercanías de Queronea (338 aC), las fuerzas griegas no fueron capaces de detener el empuje de la falange macedonia y de la caballería mandada por Alejandro. Demóstenes, que también había empuñado las armas, huyó a Atenas, y animó a sus compatriotas a mejorar las defensas de la ciudad e invirtió todo su capital en esta tarea. Por su parte, Isócrates, con 98 años, se dejó morir de hambre cuando llegaron las noticias del desastre.

Los promacedonios, Esquines y los suyos, tomaron el control de la ciudad, y sometieron a sus conciudadanos a un extraño proceso político que pretendía condenar a Demóstenes. El proceso se demoró seis años, y en el 330 aC, mientras Alejandro conquistaba el Oriente, los griegos prestaban atención a lo que en Atenas se dirimía: si la resistencia a Macedonia había tenido sentido o era mejor borrar de la memoria aquellos episodios. Los jurados atenienses no otorgaron a Esquines ni un tercio de los votos: Demóstenes había vencido en la batalla del recuerdo.

Sin embargo, más adelante fue detenido por haber recibido sobornos; huyó a Egina, donde se enteró de la muerte de Alejandro (323 aC); regresó a Atenas en loor de multitud; y, junto a otros antimacedonios, esperó rebelarse contra el dominio macedonio, que se creía debilitado. Pero los griegos fueron vencidos de nuevo en Cranón al año siguiente, y Antípatro, regente macedonio, entró en Atenas e instaló una guarnición, sustituyendo el régimen democrático por una oligarquía y condenando a muerte a los cabecillas de la sublevación. Demóstenes había conseguido escapar y refugiarse en el altar de Poseidón, en la isla de Calauria. Rodeado de enemigos, prefirió suicidarse con una dosis de veneno.

En cuanto al estilo de Demóstenes, sus rasgos principales son el uso conjunto de amplios períodos y frases breves, las innovaciones léxicas y las palabras de cuño poético, el uso de locuciones de la lengua coloquial y de figuras de dicción. Sorprenden a un tiempo la brevedad descriptiva y la morosidad producida por sinónimos encadenados por cópula, las veloces enumeraciones de términos en asíndeton, y las lentas recurrencias semánticas. En suma, su estilo es más elevado que el de los oradores que se sirven de la elocución llana, y más natural que el de los que observan cuidadosamente las normas del ornato: no es tan sobrio como Lisias, ni tan exuberante como Isócrates, pero su estilo es más rico que el primero y más vivo que el segundo. Enérgico, dialogístico unas veces, otras descriptivo a base de una eficaz parquedad de rasgos, pero siempre provisto de variedad y armonía.

La valía de Demóstenes fue alabada ya por Dionisio de Halicarnaso y Cecilio de Caleacte, a él dirigieron calurosos elogios el anónimo autor de Sobre lo sublime y Quintiliano, y Cicerón lo consideró el más grande orador de todos los tiempos.

La siguiente lista incluye sus obras conservadas, a las que hay que añadir 56 fragmentos de discursos (de autoría muy discutida), conservados como proemios de discursos políticos.

Isócrates: Arquidamo

Tras la batalla de Leuctra (371 aC), Esparta pierde la hegemonía en la Hélade, que pasa a manos tebanas. Tras la primera invasión tebana del Peloponeso (369 aC), los hilotas y mesenios reconstruyen la ciudad de Mesenia (que había sido destruida por los espartanos un siglo atrás). Tebas ofrece la paz (en 366 aC) imponiendo, entre otras condiciones, que se reconozca la independencia de la nueva Mesenia, lo que aceptan Corinto y otros aliados de Esparta. Ante la asamblea espartana, Arquidamo III, hijo del rey Agesilao, se alza para condenar el abandono de Mesenia. No defiende su sistema político, sino la propia identidad de Esparta y su presencia dentro de la comunidad de estados griegos.

¿Pronunció realmente este discurso Arquidamo, o es un nuevo ejercicio retórico de Isócrates? La crítica, tanto la antigua como la moderna, no se pone de acuerdo a este respecto. La obra está en la línea del Plateense y el Nicocles, en los que Isócrates pone sus ideas en boca del personaje que pronuncia el discurso. También cabe preguntarse cómo el ateniense Isócrates defiende el imperialismo de Esparta. el ideal panhelénico del autor harían poco atractivas para él estas rencillas entre griegos. Además, su enemistad hacia Tebas ya había quedado clara en el Plateense.

La fecha de la obra podría coincidir con el 366 aC, año en el que las Helénicas de Jenofonte sitúan las primeras disensiones entre Esparta y sus aliados.

El discurso se abre con una captatio benevolentiae en la que Arquidamo explica qué motivo le lleva a atreverse a hablar, a pesar de su juventud: que la ciudad vota «cosas indignas de ella» y que son los jóvenes quienes marchan a la guerra. Recuerda que los espartanos siguen luchando en libertad: antes para mandar sobre otros, en ese momento para no hacer lo que mandan los tebanos. Ataca los consejos de los aliados de Esparta, a quienes tacha de cobardes, y luego pasa a recordar la llegada de los dorios al Peloponeso (el mito de los hijos de Heracles), donde se cuenta cómo se tomó Mesenia, que por tanto es de los espartanos por derecho, lo mismo que su propia patria.

Seguidamente recuerda cómo en ocasiones los más débiles han vencido en las guerras, como les sucedió a los atenienses durante las Guerras Médicas, al tirano Dionisio frente a los cartagineses, o a Amintas de Macedonia contra los ilirios. Presenta también varios ejemplos de la Guerra del Peloponeso, en la que los espartanos ayudaron a diversas ciudades frente al dominio ateniense, para reflejar la vergüenza que sería aceptar las condiciones tebanas. Repasa los posibles aliados contra Tebas, incluyendo a los peloponesios de gobierno democrático, cuyas ciudades han caído en la anarquía.

Propone entonces un plan de acción: enviar a ancianos, mujeres y niños a diversos lugares seguros, y partir a la guerra a cualquier lugar que se elija, obligando así a sus enemigos a pedir su retorno y a entregarles Mesenia, pues tendrían miedo de un ejército tal. Finalmente, acaba el discurso con diversas expresiones para recordar las gestas de los antepasados y la necesidad de emularlos.

Iseo: Sobre la herencia de Astífilo

Tras la muerte de Astífilo en una expedición a Mitilene, tomó posesión de su herencia su primo Cleón, en nombre de su propio hijo, menor de edad, a quien supuestamente Astífilo habría adoptado por testamento antes de partir a la que sería su última campaña. Poco después regresó a Atenas de su servicio militar un medio hermano del difunto (nacido del segundo matrimonio de su madre) y reivindicó la herencia, alegando que el testamento presentado por Cleón (depositado en casa de Hierocles, un tío materno de Astífilo y del demandante) era falso.


El demandante pretende demostrar en este discurso que Astífilo no adoptó a ningún hijo y no hizo testamento alguno y que, en consecuencia, él es el único heredero de su fortuna. Carece de pruebas objetivas, y basa su demanda en indicios y presunciones. Presenta como argumento contra la validez del testamento que Cleón, sin molestarse en enterrar al difunto, tomó posesión de la herencia sin esperar la resolución de los tribunales. Hace surgir la sospecha cuando habla de los testigos, escasos y ajenos a Astífilo, que constan como presentes en la redacción del testamento. Pone en guardia a los jueces ante la coincidencia de que Astífilo, que nunca había hecho testamento antes de ninguna de sus muchas expediciones, lo hiciera en la ocasión justa en que resultó muerto. Presenta como inverosímil que Astífilo testara en favor de un hijo de Cleón, dada la enemistad de las familias. También resulta llamativo el comportamiento de Hierocles, depositario del testamento, pues intentó «vender» el documento a los posibles interesados.

No sólo la posible falsedad del documento, sino la ley y la justicia otorgarían la herencia al demandante, porque aunque un hijo de un primo hermano tendría precedencia sobre un hermano por parte de madre, el orador niega este derecho porque Tudipo, padre de Cleón, había sido dado en adopción a otra familia, de modo que se había perdido la relación legal. Además, el trato afectuoso que Astífilo mantuvo con su hermano uterino, y con el padre de éste y padrastro suyo, Teofrasto, convertirían al demandante en su pariente más próximo.

En cuanto a la fecha del discurso, sabemos que Astífilo estuvo presente en la guerra de Tebas (378-371 aC), por lo que aunque no ha podido identificarse la expedición a Mitilene en que murió, ésta fue posterior al 371 aC. Algunos estudiosos proponen el 369 aC, otros el 366 aC, y alguno hay que menciona un margen más amplio.

Platón: Parménides

Uno de los diálogos platónicos más controvertidos, debido a las disputas suscitadas en torno a su comprensión. Es extraño y paradójico, y tanto la autocrítica de la primera parte como la aporética sobre el Uno de la segunda parecen cuestionar la propia teoría de las Ideas. Este hecho, y el silencio de Aristóteles respecto a esta obra, llevó a algunos estudiosos del siglo pasado a rechazar la autoría platónica. Por su parte, los discursos antitéticos de la segunda parte han sido interpretados de diferentes maneras, desde una simple polémica humorística que reduciría al absurdo la doctrina eleática del Ser-Uno, hasta una acentuación de la interpretación teológica del Uno. Se examinan dos hipótesis: si el Uno es, o si el Uno no es; pero este examen se queda en la exposición de las contradicciones que se siguen a cada hipótesis. Es, de alguna manera, un remedo de la dialéctica de Zenón, gran maestro de los discursos dobles. Una dialéctica que busca crear diversas falacias mediante el uso indiscriminado del vocablo «es», confundiendo la identidad y el uso copulativo.

Éste es el resumen y comentario de la obra (se añade en cursiva lo ajeno al propio discurso), siguiendo los epígrafes de los manuscritos, que van del 126 al 166:

- 126-127d - Introducción. Céfalo y dos amigos llegan a Atenas procedentes de Clazómenas y son conducidos por Glaucón y Adimanto a casa de Antifonte, para que les relate el diálogo que en otro tiempo mantuvieron Sócrates, Zenón y Parménides, que él mismo oyó a Pitodoro.

- 127e-137c - Primera parte. Objeciones a la teoría de las Ideas.
  • 127e-130a - Crítica de Sócrates a los argumentos de Zenón. Zenón niega la multiplicidad (tal y como Parménides afirma que Todo es uno), y Sócrates cree superar esta visión con la introducción de la doctrina de las Ideas.
  • 130b-134 - Objeciones de Parménides a la teoría de las Ideas. Son objeciones que surgen de la relación entre las cosas y las Ideas (según la teoría de las Ideas, tal y como se muestra en el Fedón, las cosas sólo son reales por su «participación» en una Idea): Argumento del «tercer hombre» (la autopredicación de las Ideas {que la Justicia es justa, la Piedad piadosa, o la Belleza bella} invalidaría la teoría; sin embargo esta predicación es en realidad una identidad {decir «la Justicia es justicia» vale tanto como decir que la Justicia es idéntica a su propia esencia, a «lo que es ser justo»}). Las Ideas como pensamientos (tesis de Antístenes, introducida por Socrates para superar el argumento anterior; pero como ya se estableció en República, el pensamiento se realiza sobre algo que existe). Las Ideas como paradigmas o modelos (en ese caso, la cosa se asemejará a la Idea, pero la Idea se asemejará a la cosa, y se necesitará otra Idea que dé cuenta de tal semejanza, volviendo así al argumento del «tercer hombre»; mas el error es aquí suponer que la relación original-copia {es decir, Idea-cosa} sea reversible). Incognoscibilidad de las Ideas (si las Ideas son entidades por sí mismas, separadas del mundo sensible, la falta de relación las haría incognoscibles; de mismo modo, las cosas serían incognoscibles a los dioses, que participan del Conocimiento en sí; no obstante vuelve aquí a confundirse la Idea con la ejemplificación perfecta de ella {es decir, con una cosa}, y a un dios con una sola Idea). Se abre con estas objeciones la separación entre el orden inteligible y el orden sensible, como si se tratase de dos mundos enteramente distintos: el de las Ideas, siempre idénticas e inmutables, y el de la multiplicidad cambiante de los sentidos. Pero estas objeciones no van contra la teoría de las Ideas, sino contra cierta manera de expresarla, basada en considerar las Ideas como cosas.
  • 135a-135c - Las Ideas, supuestos necesarios del pensamiento. El propio Parménides da por sentado que la teoría de las Ideas es básicamente verdadera. Si no hubiera Ideas, algo estable en el devenir, el conocimiento sería solamente transmitido por las sensaciones, múltiples y cambiantes, y no podría explicarse. La teoría es verdadera, pero necesita más rigor y precisión.
  • 135d-136d - El ejercicio dialéctico. Parménides exige entonces que el método de trabajo explore las diferentes opciones y sus consecuencias, para cada una de las Ideas. Sócrates le pide que desarrolle alguna hipótesis.
  • 136e-137c - La hipótesis sobre el Uno. La formulación de la propia hipótesis (si el Uno es o no es) ya resulta ambigua. Se tratará en toda la segunda parte de dilucidar si cada Idea es en sí misma, lo que supondría que es una, y por tanto participa de la Unidad. Ésta se presentaría como la condición de toda Idea, y sería una exigencia de la teoría.

- 137d-166 - Segunda parte. Hipótesis sobre el Uno. Estudiadas por Parménides mediante preguntas al joven Aristóteles.
  • 137d-142a - Primera hipótesis: si el Uno es uno. En ese caso no es múltiple, ni un todo de partes (pues entonces no sería Uno, sino «muchos»); no tiene límites, ni extensión, ni figura (pues no tiene partes). No está en reposo ni en movimiento (y, de hecho, ni siquiera puede estar en un lugar, pues no puede estar en contacto con nada al no disponer de partes). No es idéntico ni diferente (si fuera idéntico a algo, ya no sería uno, y tampoco puede ser idéntico a sí mismo pues entonces participaría de la Identidad, y debe ser estrictamente uno; del mismo modo, no puede ser diferente, pues la pura unidad no admite mezcla con la alteridad). No es semejante ni desemejante; ni igual, ni desigual (por parecidas razones)  Será ajeno al tiempo (puesto que no puede ser más viejo o más joven que otra cosa). Será por tanto incognoscible y nada se podrá decir de él, ya que se ha separado la pura unidad, de la existencia, del «Ser» (considerándola mezcla y por tanto ajena a la unidad).
  • 142b-155d - Segunda hipótesis: si el Uno es. Es un Uno-Ser (participa de la unidad y de la existencia). Por tanto es un todo de partes (uno y múltiple). Del Uno, el Ser y lo Otro (lo que no es ni es uno) se generan los números infinitos. El Uno es múltiple en sí, al participar de todas las partes. Por el argumento contrario que en la hipótesis anterior llegamos a las siguientes afirmaciones: Tiene extensión y figura. Está en sí mismo y en otro. Está en movimiento y en reposo. Idéntico y diferente. Semejante y desemejante. En contacto y no contacto. Igual y desigual. Participa del devenir. El Uno es cognoscible, pero al perder su propia condición de unidad.
  • 155e-157b - Tercera hipótesis: si el Uno es y no es. Variante de la anterior, situada en el cambio, en el llegar a ser, donde se realizan las contradicciones a un mismo tiempo.
  • 157c-159a - Cuarta hipótesis: si el Uno es, ¿qué serán los Otros? Toman parte de la unidad, aunque no podrán ser tomados individualmente más que como pluralidad. Son ilimitados, y al mismo tiempo participan del límite (el Uno). Tendrán todas las determinaciones opuestas de la segunda hipótesis: serán semejantes y desemejantes, idénticos y diferentes, etc.
  • 159b-160b - Quinta hipótesis: si el Uno es uno, ¿qué serán los Otros? No se podrá decir que sean ni idénticos, ni diferentes, ni móviles, ni inmóviles, ni tan siquiera tendrían número, ya que no poseerían parte en la unidad. Ni tan siquiera serán pensables como «otros».
  • 160c-163b - Sexta hipótesis: si el Uno no es, ¿qué se sigue? Aunque no es, es sujeto de relaciones: cognoscibilidad, distinción respecto a los Otros, determinación, etc. Aunque no es, de algún modo es, puesto que lo hacemos sujeto del no ser.
  • 163c-164b - Séptima hipótesis: si el Uno no es de ningún modo, ¿qué se sigue? Esto es parte de la teoría del Parménides histórico, que redujo la negación a la total ausencia del ser, a la nada. Suponer que el Uno no es significa suponer que no hay unidad del Uno, y no podrá determinarse nada de este Uno respecto de sí mismo, pues carece de mismidad, ni respecto de los Otros, porque suponerlo diferente sería convertirlo en algo. Por tanto, la negación no exige un sujeto, pues es simplemente la máscara gramatical de un sinsentido.
  • 164c-165d - Octava hipótesis: si el Uno no es, ¿qué serán los Otros? Sólo podrá hablarse de la alteridad de los Otros entre sí, al no poder compararlos al Uno, y se mostrarán como «multitudes» indefinidas e ilimitadas; nunca podrá encontrarse una parte indivisible que sea su principio, pues no habrá unidad.
  • 165e-166b - Novena hipótesis: si el Uno no es en absoluto, ¿qué se sigue para los Otros? Nada puede ser ente, ni siquiera en apariencia (como sí sucedía en la anterior).
  • 166c - Conclusión general, forzada, artificiosa: si hay Uno o no lo hay, tanto el Uno como los Otros, son todo y no lo son, parecen serlo y no lo parecen.

Jenofonte: Hipárquico y De la equitación

Dos de las obras menores de Jenofonte se centran en la doma y monta de los caballos. En el Hipárquico trata sobre las funciones del jefe de la caballería, y en De la equitación da consejos para mejorar a los propios animales. No podemos olvidar que Jenofonte sirvió en la caballería durante el gobierno de los Treinta y el período anterior. En la Anábasis él mismo se representa a caballo, y además organizando un destacamento de caballería para cubrir la retaguardia de los Diez Mil. Por último, las Helénicas dejan ver que tal vez fuera el promotor y consejero de la caballería creada por Agesilao en Asia Menor. 

En estas dos obras establece un método ecuestre que aún se encuentra vigente, sentando las bases del arte clásico. Trata la doma (adquisición y adiestramiento de jóvenes caballos) y los ejercicios de equilibrio y flexibilidad (como cambios de andadura y dirección, vueltas y círculos). Así mismo estudia la mente del caballo y cree en el valor del premio y el castigo. Jenofonte insiste en la paciencia en el trato con los animales y desaprueba el uso de la fuerza para lograr los resultados esperados: afirma que los jinetes que obligan a sus monturas con el látigo, lo único que consiguen es atemorizar a los animales.

Hipárquico es un tratado técnico sobre los deberes que ha de tener en cuenta el jefe de la caballería para mejorarla y, al mismo tiempo, granjearse las simpatías del Consejo. El texto parece dirigido a un oyente particular, se ha pensado que pudiera ser Diodoro, el hijo de Jenofonte, pero el hecho de que la figura vaya diluyéndose al avanzar la narración parece dejarlo más como un recurso literario. En cuanto a su fecha de composición, no hay consenso unánime, pues el inminente peligro de guerra con el vecino tebano a que hace referencia puede atribuirse al conflicto finalizado con la batalla de Mantinea (362-361 aC) o bien a los años anteriores al 357 aC, cuando se produjo la invasión de Eubea. En cualquier caso, el manual que veremos más abajo indica que éste ya se encontraba escrito, por lo que nos aproximaríamos al 365 aC. A continuación presentamos un resumen de su contenido, dividido por epígrafes:
  1. Trata de la creación de la unidad de caballería, tanto en el número de jinetes como en la apropiación de caballos, insistiendo en que deben ser válidos. Recalca la importancia del entrenamiento.
  2. Sobre la disposición de las tropas dentro de la unidad.
  3. Describe la forma en que podrían mejorarse los espectáculos de la caballería durante las procesiones religiosas.
  4. Cómo realizar las marchas, adaptándose al terreno, y cómo disponer espías y descubrir a los enemigos.
  5. Sobre el engaño, particularmente en cuanto al número de tropas.
  6. Una breve nota sobre la importancia de preocuparse por el bienestar de las tropas.
  7. Estrategias para el ataque y la defensa del territorio.
  8. La superioridad del entrenamiento frente al número.
  9. Un último consejo: la caballería ateniense podría mejorarse permitiendo aumentar su número mediante extranjeros.
De la equitación es el opúsculo sobre este tema más antiguo que conservamos íntegro, pues data de la mitad de los años 360 aC, y de la obra que pudo influirle, nombrada por él mismo al comienzo del texto, sólo conservamos un fragmento. Es el mejor tratado técnico de Jenofonte, y su ordenación contrasta con el caótico Cinegético. A pesar de su tecnicismo, no es una obra fría, ya que refleja la admiración y el cariño de un hombre por su caballo. Éste es su contenido por epígrafes:
  1. Tras aducir que su experiencia sobre este tema le permite escribir la obra, y de señalar la obra de Simón, describe las partes del caballo, de modo que se conozca bien al animal y se pueda comprar un buen potro.
  2. Breves instrucciones sobre la doma del potro.
  3. Cualidades que debe poseer el caballo que se compra ya domado.
  4. Condiciones del establo o caballeriza.
  5. Reglas que debe conocer el palafrenero sobre el modo de atar al caballo, sobre el bozal y, principalmente, sobre la manera de almohazarlo.
  6. Después de añadir algunas instrucciones sobre el almohazamiento, trata la forma de llevar al caballo, yde colocarle el freno, y el modo de tratarlo cuando está encabritado.
  7. Trata de las riendas, la forma de montar y sentarse, de iniciar la carrera, y de las clases de equitación.
  8. Presenta los ejercicios que deben realizarse: saltos de foso y saltos en general, carreras por pendientes, cuestas y en oblicuos, y entrenamientos con otra persona.
  9. Cómo tratar al caballo brioso y al flojo.
  10. La forma de conseguir un aire elegante, las clases de frenos y el modo de llevar al animal con gallardía.
  11. Cualidades especiales y ejercicios del caballo de exhibición o de procesiones y cabalgatas.
  12. Armas defensivas y ofensivas, tanto del caballo como del jinete. Termina la obra con una alusión al libro sobre el jefe de caballería, imprescindible para completar el tema, sobre todo en el aspecto militar.
Algunas de las frases más conocidas de estos dos textos son las siguientes:
Todo aquello que es forzado y malentendido no puede ser bello.
Los caballos jóvenes deben ser educados de forma que no solamente quieran al hombre, más aún, que lo busquen.
No acercarse jamás a un caballo encolerizado (...) pues hay en la cólera algo de irreflexión por la que frecuentemente se hacen cosas de las cuales hay que arrepentirse.

Isócrates: Evágoras

Tercero de los discursos «chipriotas» tras A Nicocles y Nicocles. Se supuso durante un tiempo que Evágoras era un discurso fúnebre, dado que este personaje ya estaba muerto cuando se compuso la obra; sin embargo, actualmente se piensa que es más bien el elogio del rey fallecido, realizado para complacer a su hijo Nicocles.

La fecha de composición debe de situarse entre el 370 y el 362 aC. Isócrates había seguido a Gorgias en el género del elogio en prosa (lo hizo en el Elogio a Helena y en el Busiris), pero aporta ahora la novedad de utilizar personajes contemporáneos y no míticos.

Como proemio, el autor halaga a Nicocles por realizar ofrendas y certámenes para honrar la tumba de su padre, pero le recuerda que, si entre los muertos se conoce lo que sucede entre los vivos, Evágoras recibiría con mayor agrado que alguien pudiera contar sus costumbres y los peligros que corrió. Además, si se cantaran habitualmente las hazañas de los que han resultado grandes en su época se lograría que los jóvenes trataran de emularlos, para así también ellos ser recordados tras la muerte.

Recuerda entonces la ascendencia semidivina de Evágoras, pues Teucro (hijo de Telamón, y éste de Éaco, hijo de Zeus) realizó la fundación mitológica de Salamina, y sus reyes se consideran descendientes suyos. A continuación define a Evágoras con una acumulación de virtudes: belleza, prudencia y fuerza física ya desde la infancia, y luego valor, sabiduría y justicia.

Cuenta entonces cómo llegó al poder: reinaban entonces los descendientes de un fenicio que había tomado la isla para los persas, y uno de los príncipes urdió una conspiración, matando al soberano e intentando apresar a Evágoras. Éste huyó, y regresó con cincuenta hombres dispuesto a ganar el poder absoluto. La inactividad de los ciudadanos y la valentía de sus hombres le permitió convertirse en soberano.

Luego habla de sus buenas acciones en el gobierno: siempre deliberar sobre todos los asuntos, no hacer caso a habladurías, mejorar la ciudad, etc. Como prueba de su buen gobierno, muestra que muchos griegos acudieron a la corte de Evágoras, prefiriendo su reinado a sus regímenes políticos. Uno de ellos fue Conón, quien con ayuda de Evágoras logró que los persas acabaran con el poderío espartano en el mar.

Finaliza el discurso con un breve resumen de lo dicho, un recuerdo de lo que comentó en el proemio, y las recomendaciones a Nicocles para continuar los actos de su padre.

Jenofonte: Anábasis o Expedición de los Diez Mil (II)

Resumimos a continuación los libros III-VII de la Anábasis. Una introducción y el resumen de los primeros libros puede encontrarse en esta otra entrada.

Libro III
  1. Abatimiento de las tropas griegas tras la pérdida de los generales. Tras una pequeña digresión sobre los motivos que le llevaron a unirse al ejército, Jenofonte se convierte en protagonista del relato: un sueño premonitorio (un rayo cayendo sobre la casa paterna) le lleva a arengar a los capitanes y oficiales para que se reorganice el ejército y se conduzca a los soldados fuera del dominio del rey persa. Se sustituyen los generales y capitanes muertos. Jenofonte es elegido general de los beocios en el puesto de Próxeno.
  2. Asamblea del ejército: discursos a los soldados por parte de Quirísofo, Cleanor y Jenofonte; se aprueban las propuestas (reanudar la marcha pese a la amenaza del rey persa).
  3. Mitrádates, anterior aliado de Ciro, ataca al ejército griego con jinetes, arqueros y honderos. Ante el escaso avance, los griegos deciden crear un escuadrón de honderos rodios y otro de jinetes.
  4. Nuevo ataque de Mitrádates, con muchas más tropas, que es rechazado. Los griegos continúan hacia el norte, siguiendo el curso del Tigris, durante doce etapas, hostigados por Tisafernes. Los griegos modifican su formación en cuadro para hacerla más flexible, y continúan su avance.
  5. Los persas queman las aldeas, dificultando el aprovisionamiento. Los generales griegos deciden seguir la ruta del norte, en dirección al mar Negro, entrando así en el país de los carducos.
Libro IV
    1. Los griegos en el país de los carducos: dificultades de la marcha por las montañas y primeros enfrentamientos, con captura de prisioneros. Se recorren tres etapas.
    2. Fuertes combates con los carducos, con más de trescientas bajas griegas. Tras haber recorrido otras tres etapas, se alcanza la frontera con Armenia.
    3. Los griegos logran cruzar el río Centrites, pese al ataque por la retaguardia de los carducos y la oposición frontal de Orontas, sátrapa de Armenia Oriental. La genial estrategia de Jenofonte les permite entrar en la provincia.
    4. Los griegos pasan a Armenia Occidental, donde acuerdan una tregua con el sátrapa, Tiribazo. El invierno se endurece, y Tiribazo ataca a los griegos. Éstos, prevenidos por un prisionero, ponen en fuga a los bárbaros.
    5. Los griegos continúan su avance, con penalidades por el rigor del invierno. Tras recorrer algunas etapas más, llegan a un pueblo donde se les agasaja.
    6. Los griegos penetran en territorio de los fasianos, que les hacen frente junto a los cálibes y los taocos en el paso de una montaña. Los griegos vencen de nuevo, haciéndose con el paso.
    7. Los griegos entran en el país de los taocos y vuelven a vencerlos; lo mismo sucede en el país de los cálibes. Se continúa por territorio de los escitenos, divisándose por fin el mar Negro desde la altura de un monte.
    8. Los griegos penetran en la región de los macrones, con los que pactan gracias a un liberto procedente de la zona, y prosiguen su recorrido por territorio de los colcos, que son derrotados. Alcanzan finalmente la colonia griega de Trapezunte, en el mar Negro.
    Libro V
    1. Los soldados griegos, estacionados en Trapezunte, desean continuar su viaje por mar. Quirísofo marcha a Bizancio a pedir al almirante espartano, Anaxibio, el envío de barcos para hacerlo posible. Entretanto, Jenofonte propone unas normas para aprovisionarse mediante pillaje por tierra y por mar; los trapezuntios dan naves a los griegos; primeras bajas griegas en las excursiones de saqueo.
    2. Importante incursión griega en el territorio de los drilas, a quienes vencen.
    3. Ante la tardanza de Quirísofo y la falta de provisiones, los griegos parten de Trapezunte, unos en barco (los más viejos, los heridos, las mujeres,...) y otros caminando, y llegan a Cerasunte, otra colonia griega en el mar Negro. Digresión sobre la finca de Jenofonte en Escilunte y su templete.
    4. Los griegos parten de Caresunte, y los que van por tierra llegan al territorio de los mosinecos, que se hallan divididos en dos facciones. Los griegos se alían con una de ellas para combatir a la otra. Digresión sobre las costumbres de los mosinecos.
    5. La expedición pasa por el país de los cálibes y por el de los tibarenos, llegando a Cotiora, otra colonia en el mar Negro. Embajadores de Sínope, metrópoli de Cotiora, Cerasunte y Trapezunte, acusan a los griegos de haber forzado su entrada en Cotiora. Jenofonte responde que no fueron recibidos amistosamente. Finalmente se llega a la paz.
    6. Por consejo de Hecatónimo, embajador de Sínope, los griegos acuerdan continuar todos por mar. El ejército se opone a la propuesta de Jenofonte de fundar una colonia; éste acata la decisión, a condición de que nadie deserte del ejército. Los habitantes de Heraclea, otra colonia en el mar Negro, envían barcos, pero no el dinero prometido.
    7. Calumnias de algunos capitanes y generales contra Jenofonte. Asamblea del ejército: Jenofonte expone los actos de indisciplina cometidos por algunos expedicionarios; se castiga a los culpables y se purifica el ejército.
    8. Rendición de cuentas de los generales. Jenofonte es acusado de maltrato a los soldados; defensa de Jenofonte, basada en que lo hizo para salvar a los propios soldados; absolución de Jenofonte.
    Libro VI
      1. Acuerdo de amistad de los griegos con Corilas, caudillo de los paflagones, quienes los invitan a un banquete. Llegada a Sínope por mar, donde también arriba Quirísofo (que no ha logrado ningún barco de Anaxibio). Los soldados prefieren un solo jefe y proponen a Jenofonte, pero éste rechaza la propuesta al consultar los augurios; Quirísofo es elegido jefe único.
      2. Llegada a Heraclea por mar. Asamblea de arcadios y aqueos instigada por varios capitanes. Escisión del ejército en tres partes: arcadios y aqueos eligen a sus propios generales y navegan hacia Calpe, en Bitinia; Quirísofo marcha con sus tropas a pie hacia Bitinia, y enferma durante el camino; Jenofonte embarca sus tropas hasta la frontera con Bitinia, y de ahí sigue por tierra.
      3. Arcadios y aqueos quedan rodeados por los tracios en una colina. Quirísofo llega al puerto de Calpe. Jenofonte acude en ayuda de los arcadios y aqueos, mas no los encuentra; finalmente, tres cuartas partes del ejército se agrupan cerca de Calpe.
      4. Descripción del puerto de Calpe. Acampada en la playa y asamblea, en la que se acuerda no dividirse nunca más. Muerte de Quirísofo, sustituido por Neón. Los griegos no continúan la marcha porque los sacrificios no son propicios. Neón avanza con muchos efectivos a por víveres, en territorio de los bitinos; la caballería de Farnabazo, sátrapa de Bitinia, causa una masacre en ellos. Algunos bitinos atacan el campamento griego, que se pone en guardia.
      5. Partida del ejército, al mando de Jenofonte, para castigar a los bitinos y a los jinetes de Farnabazo, consiguiendo una victoria total.
      6. Llegada de Cleandro, gobernador de Bizancio. Incidentes con él, y detención de dos hombres. Embajada del ejército conducida por Jenofonte, que ofrece el mando del ejército a Cleandro si libera a los presos. Éste no lo acepta porque los sacrificios no son favorables, aunque libera a los hombres. Partida de Cleandro. El ejército llega a pie a Crisópolis, en las proximidades de Bizancio.
      Libro VII
        1. Farnabazo pide a Anaxibio que saque al ejército griego de Asia. Anaxibio invita a los griegos a entrar en Bizancio, pero luego los expulsa. Los griegos fuerzan la entrada en la ciudad, causando el pánico, y Jenofonte debe calmar a sus hombres, recordándoles lo conveniente de ser aliado de los espartanos, teniendo ya tanto enemigos a sus espaldas. Cerátadas de Tebas, un general mercenario, sustituye a Jenofonte al frente del ejército, y lo saca de la ciudad, mas no continúa en el mando por falta de recursos.
        2. El ejército avanza por Tracia sin Jenofonte; sus generales no están unidos y no se ponen de acuerdo en el camino a tomar; se multiplican los abandonos. Aristarco releva a Cleandro como gobernador de Bizancio. Anaxibio persuade a Jenofonte para ir en busca del ejército griego. Polo releva a Anaxibio como almirante, y Aristarco, harmosta de Bizancio, impide a Jenofonte que el ejército embarque para pasar el estrecho. Seutes, príncipe de Tracia, convence a Jenofonte de contratar al ejército para sus campañas.
        3. Jenofonte persuade al ejército para ir junto a Seutes. Banquete de Seutes en honor de los griegos. Marcha nocturna y ocupación de ciudades tracias.
        4. Irrupción de Seutes y los griegos en el país de los tinos, tribu tracia, a quienes vencen.
        5. Llegada al Delta de Tracia, a Salmideso. Seutes incumple el pacto y no paga a los soldados, mientras Heraclides, griego a a su servicio, calumnia a Jenofonte. Llegada a Salmideso, mientras aumenta el malestar en el ejército. 
        6. Enviados del general espartano Tibrón llegan a Salmideso y proponen a Seutes tomar las tropas griegas a su servicio, para luchar contra Tisafernes; Seutes acepta y los lleva junto al ejército. Los soldados acusan a Jenofonte de enriquecerse a costa de ellos. Largo discurso de defensa de Jenofonte, que es apoyado por los emisarios de Tibrón. Seutes y Heraclides parten.
        7. Marcha el ejército griego, expoliando las aldeas de Medósades, subordinado de Seutes. Entrevista entre Medósades y Jenofonte. Discurso de Jenofonte a Seutes, reprochándole el engaño; Seutes paga lo prometido.
        8. El ejército griego cruza el mar de Mármara, bajo el mando de Jenofonte, y llega a Pérgamo. Expedición de conquista contra el noble persa Asidates. En Pérgamo, Jenofonte entrega el mando del ejército a Tibrón, que lo conduce junto con otras fuerzas contra Tisafernes y Farnabazo.

        Jenofonte: Anábasis o Expedición de los Diez Mil (I)

        En el año 401 aC, un príncipe persa llamado Ciro decidió sublevarse contra su hermano, Artajerjes II, recién proclamado rey del Imperio Persa. Ciro, menor que su hermano, reclamaba el trono por haber sido el primer hijo «nacido en la púrpura» (esto es, después de la entronización de su padre, Darío I). Para perseguir su objetivo, formó un gran ejército, en el que se incluyeron diez mil mercenarios griegos. Entre ellos se encontraba Jenofonte, y el relato de su viaje conforma una de las obras más famosas de la historia universal.

        Jenofonte debió iniciar la redacción de la obra a comienzos de su estancia en Escilunte (385 aC), alcanzando con su relato hasta el capítulo 3 del libro V. Más tarde continuaría la historia a partir de ese punto, escribiendo poco después de su llegada a Atenas (368 aC). Otros cuatro autores también escribieron sobre este hecho: Ctesias, participante de la expedición y, tras ser capturado, médico de Artajerjes II, de cuya obra sólo nos quedan fragmentos; Soféneto, el general arcadio de la expedición, cuya Anábasis se ha perdido casi por completo; Diodoro de Sicilia, ya en el siglo I aC, que transmite el relato de Éforo (siglo IV aC), también perdido; y Plutarco (siglos I-II) quien en la Vida de Artajerjes recoge sucintamente la sublevación de Ciro.

        Si el relato de estos hechos es peculiar no es ya por el gran tamaño del ejército mercenario, en un número mucho mayor de lo usual en las ciudades griegas, sino porque la muerte de su patrono, y posteriormente el asesinato de sus generales convirtió a los Diez Mil en el primer ejército mercenario errante. Su viaje puede dividirse en cuatro partes:
        • El camino con Ciro hasta la batalla de Cunaxa, sirviendo como mercenarios (libro I). Es decir, la anábasis (marcha tierra adentro) propiamente dicha.
        • El camino desde Cunaxa hasta la colonia griega de Trapezunte, en el mar Negro, en el que forman un ejército independiente que debe abrirse paso entre pueblos bárbaros (libros II-IV). Esto formaría una katábasis (marcha hacia el mar).
        • El camino desde Trapezunte hasta Bizancio, como ejército independiente que marcha por las colonias griegas (libros V-VII 1). Aquí podríamos hablar de una parábasis o marcha paralela a la costa.
        • Al servicio de Seutes, convertidos de nuevo en un ejército mercenario, el primero que un tracio reclutó entre los griegos (libro VII).
        Pero aunque hablemos de ejército mercenario reclutado, el carácter de los griegos dotaba a los Diez Mil de una estructura peculiar. Así, Ciro no ordena qué hacer a los diferentes generales (y ocho controlaban el ejército, uno por cada región griega), sino que les persuade. Y éstos tampoco ordenan directamente a sus hombres, sino que exponen el caso ante la asamblea de soldados. Se ha dicho que este ejército formaba una suerte de polis itinerante, con todos los soldados como ciudadanos en igualdad de derechos, y los oficiales desempeñando el papel de órgano ejecutor de las órdenes.

        A lo largo de la obra, Jenofonte habla de sí mismo en tercera persona, con un carácter apologético ante sus compatriotas atenienses y griegos en general, por haberse embarcado en la aventura de un príncipe persa. Parece que exagera con respecto a su mando durante la segunda parte del viaje (mientras que el resto de la obra puede considerarse completamente histórico), sobre todo al atribuirse las ideas tácticas durante los enfrentamientos militares. Esto responde además al objetivo de ofrecer un modelo ético y social, pues en la narración, tras la muerte de Ciro, Jenofonte es el único general que reúne todas las cualidades que debe tener un jefe, mientras el resto son mostrados con algún defecto importante. Da a entender implícitamente que todas sus virtudes se deben a su conducta piadosa, y sus constantes referencias a los sacrificios realizados lo sitúan en la línea tradicional del pensamiento griego, más cerca de Heródoto que de Tucídides.

        Aunque no son abundantes, las descripciones naturales de Jenofonte, referidas a la caza o a la vegetación de la zona, resultan frescas y amenas, y logran quitar peso a la simple narración de los hechos.

        A continuación, un somero resumen de los dos primeros libros de la obra, dejando el resto para posteriores entradas. La división en siete libros, y los capítulos y parágrafos en que éstos se dividen es muy posterior a Jenofonte (pues no aparece mencionada hasta el siglo IV).

        Libro I
        1. Fallecimiento del rey persa Darío II, entronización de Artajerjes II y acusación de Tisafernes, anterior sátrapa de Asia Menor, sobre Ciro por conspiración. Apresamiento y liberación de Ciro, propiciada por la madre de ambos. Preparativos de Ciro para destronar a su hermano: reclutamiento de las tropas griegas.
        2. Comienza la Anábasis, o marcha al interior del Imperio Persa desde Sardes (Lidia), en 88 etapas.: inicio de la expedición; recorrido de 36 etapas por Lidia, Frigia, Licaonia, Capadocia y Cilicia hasta Tarso.
        3. Negativa de los mercenarios griegos a proseguir la marcha, ya que creen que han sido engañados sobre el objetivo de la misión de Ciro, el territorio de los písidas. Acuerdan continuar merced a los esfuerzos retóricos de Clearco, aun sospechando que la expedición es contra el rey persa, bajo la promesa de un aumento de sueldo.
        4. Continúa la Anábasis: recorrido de 28 etapas por Cilicia y Siria, hasta la frontera con Arabia. En Tápsaco, antes de cruzar el Éufrates, Ciro comunica el verdadero objetivo de la expedición. Segundo plante de los soldados, resuelto con un nuevo aumento de sueldo.
        5. Recorrido de 18 etapas por Arabia. Sobre los víveres. Incidente entre los generales griegos Clearco y Menón, causado por una discusión entre sus hombres, y por su propio orgullo. Próxeno logra interponerse en el inminente enfrentamiento, y Ciro calma los ánimos.
        6. Traición, juicio y ejecución de Orontas, un noble persa que trató de pasarse a Artajerjes con un gran número de caballería.
        7. Finaliza la Anábasis: recorrido de las últimas 6 etapas por Babilonia, hasta Cunaxa. Revista del ejército; arenga y promesas de Ciro (tras la tercera etapa). Enumeración de los efectivos de ambos bandos.
        8. Batalla de Cunaxa, kilómetros al norte de la ciudad de Babilonia. La descripción es vívida, rápida, y no por ello poco minuciosa. Victoria del frente griego (sin llegar a luchar, pues el ala izquierda persa huye ante su avance), pero derrota y muerte de Ciro y de su guardia personal, enfrentada al rey persa y sus guardias, tras hacer huir a la caballería del centro persa.
        9. Retrato elogioso de Ciro (bastante exagerado, al buscar únicamente un modelo de conducta): educación junto al rey, lealtad hacia él, justicia, etc.
        10. Últimos choques de la batalla: el ejército del rey irrumpe en el campamento de Ciro y pone en fuga al contingente bárbaro; los griegos atacan al ejército persa, que huye, y creyendo la batalla ganada regresan luego al campamento, ya saqueado y sin víveres.
        Libro II
        1. Por medio de sus emisarios, Arieo, lugarteniente de Ciro, les comunica a los griegos la muerte de su señor, y les pide que regresen con él a Jonia. Se envían a Arieo unos negociadores. El rey persa, por su parte, exige la rendición total de los griegos y la entrega de sus armas, a lo que se niega Clearco en nombre de todos los griegos.
        2. Clearco asume el mando tácitamente. Los griegos llegan al campamento de Arieo y concluyen una alianza con él. Comienza la marcha de regreso, que por consejo de Arieo transcurrirá por diferente camino que el de ida.
        3. El rey persa envía heraldos para negociar una tregua con los griegos. Se entrevistan Tisafernes y Clearco, forjándose un acuerdo de tregua.
        4. Las tropas griegas desconfían de Arieo y Tisafernes. Los griegos y los persas reanudan la marcha, juntos pero cada grupo con su propio campamento y su propio orden de marcha. La tensión entre los grupos causa varios incidentes en las 19 etapas recorridas.
        5. Clearco se reúne con Tisafernes para evitar suspicacias, acordando una amistad. Traición de los persas: Tisafernes apresa a los generales griegos para llevarlos a Babilonia y ajusticiarlos, y aniquila a varios capitanes. Arieo comunica a los griegos el apresamiento de Clearco por traicionar los juramentos (habiendo sido denunciado por Próxeno y Menón) y exige la rendición total. Los griegos se resisten a creer esas mentiras, y Jenofonte solicita la presencia de Próxeno y Menón.
        6. Retrato de los cinco generales ejecutados: Clearco, Próxeno, Menón, Agias y Sócrates, entroncando sus caracteres en el ámbito militar.

        Isócrates: Nicocles

        Segundo de los discursos dedicados a la familia real de Chipre. Diversos comentaristas lo han considerado falso precisamente por eso, pues un ateniense como Isócrates difícilmente podría aplaudir el régimen monárquico, y el reinado de Nicocles se parece poco al retrato que hace el autor, quien lo pone justamente en boca del mismo rey. Sin embargo, la obra pretende ser una idealización, en aras de la unidad de los griegos frente al persa, en una época en que la idea democrática estaba en crisis, tras la derrota de Atenas en la guerra del Peloponeso.

        La composición es típicamente isocrática, y la idealización es muy parecida a la que se hace de la democracia primitiva en Areopagítico, Panegírico y Panatenaico. La fecha del discurso puede situarse entre los años 372 y 365 aC, pues por ciertos datos se supone que Nicocles ya llevaba algunos años en el poder.

        La obra comienza afirmando que los discursos y la filosofía no son reprobables, aunque exista gente que los use para engañar. Elogia la palabra alegando que permitió a la humanidad apartarse de la vida salvaje, y crear leyes, artes y ciudades. Alude al primer discurso de la serie, A Nicocles, diciendo que si trataba entonces Isócrates sobre cómo reinar, ahora él referirá cómo deben actuar los gobernados. En primer lugar trata de dejar a la monarquía como el gobierno más justo (pues intenta otorgar lo más importante al mejor, sus gobernantes adquieren más experiencia que cualquier ciudadano en un puesto de gobierno, el absolutismo es superior en el terreno militar, etc), y luego señala que él es rey legalmente, pues su padre, Evágoras, había retomado Salamina para el linaje de Teucro, fundador originario de la ciudad. Él mismo posee valía, y habiendo alcanzado un trono arruinado e inmerso en tiempos difíciles de guerra, realizó diversos esfuerzos para mantener a sus gobernados a salvo. Así mismo, procura ser un ejemplo de justicia y prudencia. Finalmente emplaza a sus oyentes a moverse por los mismos sentimientos elevados, en una serie rápida de consejos ético-morales que conducirían a la unidad del pueblo, liderado por su rey.