Este discurso, con un implicado anónimo, está incompleto: constituye la continuación de la demostración y comprende la argumentación basada en el carácter del orador y de sus acusadores, las súplicas finales a los jueces y la peroración. Nos faltaría, por tanto, el exordio, la próthesis que expondría la naturaleza de los cargos y la exposición de las pruebas. Y así, han surgido dudas razonables sobre la naturaleza del proceso: una apographé contra un deudor del Estado, venalidad en el desempeño de una magistratura (aunque el orador es demasiado joven para ello), o bien un cargo doble de corrupción y robo en perjuicio del Estado.
Su calidad literaria tampoco permite grandes comparaciones: la parte central consiste en argumentos tópicos, como la conveniencia de no realizar confiscaciones en general para que los ciudadanos ricos puedan seguir contribuyendo. Si exceptuamos esto, y las consabidas apelaciones finales a los jueces, lo que nos queda es una enumeración de liturgias y aportaciones del acusado, que intentan mostrarnos a un hombre emprendedor y generoso, que no duda de gastar su dinero por el bien del Estado. Precisamente ese listado de gastos nos permite (al detenerse en el arcontado de Euclides) saber que el discurso no puede ser posterior al 403 o 402 aC.
Porque ya veis, jueces, que los ingresos del Estado son escasos e incluso éstos son arrebatados por quienes los tienen a su cargo.
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