Se trata de un amplio fragmento de un discurso forense conservado por Dionisio de Halicarnaso, y por tanto ejemplo de buen hacer retórico. Su fecha puede situarse en 401 o 400 aC. Falta la presentación de pruebas y el epílogo, lo que en total podría representar un tercio de lo conservado.
Es éste un caso de índole económica relacionado con la tutoría: en el Derecho ático los tutores gozaban de plena libertad para administrar los bienes que tenía encomendados, buscando el bien de sus tutelados; pero a menudo los tutores caían en la tentación de apropiarse indebidamente de estos bienes y no quedaba nadie que defendiera los intereses de los menores. Nos encontramos aquí con Diódoto y Diogitón, hermanos y herederos comunes, que decidieron mantener los bienes en la familia: Diódoto, enriquecido tempranamente con el comercio, casó con la hija de Diogitón y tuvo con ella dos hijos y una hija. Diódoto murió en la campaña de Trásilo en Samos, y Diogitón, que había sido nombrado tutor en el testamento, actuó con mala fe: ocultó a los niños la muerte de su padre durante un año, y vivió con ellos en el Pireo, recibiendo en forma de víveres los intereses de préstamos que allí había realizado Diódoto. Tras casar de nuevo a su hija, viuda de su hermano, con una dote inferior a la estipulada en el testamento, se trasladó con sus restantes sobrinos a la casa de Cólito, un buen barrio de Atenas. Pero los hermanos tuvieron que abandonar el lugar y trasladarse a la «casa de Fedro»; Diogitón había vuelto a casarse y había obtenido beneficios dando en préstamo el dinero y apropiándose del resto para criar a sus nuevos hijos. Los hermanos solicitaron la ayuda de su cuñado (la hermana se había casado) para llegar a un acuerdo con Diogitón; pero fracasadas las negociaciones el mayor de los hermanos incoa el proceso, cuya acusación lleva a cabo su cuñado.
En el exordio, breve e inteligente, el orador trata de moderar el sentimiento de los jueces, que en estos momentos debe de ser desfavorable (es casi un adolescente, y el acusado es un hombre maduro, más cercano a ellos). Insiste en dos puntos: sus intentos por llegar a un acuerdo amistoso y la gravedad del delito. La narración ocupa la mayor parte del resto del fragmento, y utiliza dramáticamente el argumento de una madre que se enfrenta a su propio padre en defensa de sus hijos. Pero no es sólo una referencia de pasada: el retrato de esta mujer anónima es uno de los más logrados de Lisias. El final de esta parte, uno de los mejores párrafos de la prosa ática, conseguiría reproducir en los jueces el mismo estado anímico que tendrían los asistentes a la escena entre padre e hija que acaba de relatar. Por último se presentan a grandes rasgos las cuentas abultadas de Diogitón, caracterizando al personaje por su avaricia e hipocresía y resaltando su mezquindad por la simple comparación con la mujer de la narración.
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