Discurso pronunciado en el año 343 aC, con la intención de someter a una rendición de cuentas a Esquines por su actuación durante la embajada enviada por Atenas para tratar con Filipo de Macedonia.
En el 348 aC, Filipo había tomado Olinto, y como los intentos por aliarse a otras ciudades griegas en contra del macedonio habían fallado debido a las viejas rencillas y rencores, los atenienses decidieron seguir la propuesta de Filócrates de enviar una embajada para tratar la paz. Sin embargo, las condiciones de la misma no fueron en absoluto beneficiosas para la ciudad. Aunque se enviaron nuevas propuestas aprovechando que los diez embajadores (entre los que estaban Esquines y Demóstenes) debían volver a ver a Filipo, para que éste firmara los juramentos, no se avanzó nada: Filipo se prodigaba en promesas y hacía correr el oro, propagando noticias contradictorias sobre su política futura.
Al regreso de esta segunda embajada, Demóstenes trató de advertir al pueblo del peligro que suponía el acercamiento de Filipo a las Termópilas. Pero Filócrates y Esquines calmaron los ánimos. Este último insistió en que Filipo quería en realidad favorecer a Atenas y a la Fócide, pero que no podía demostrar sus auténticas intenciones para no levantar antipatías entre sus actuales aliados. Los atenienses enviaron una tercera embajada para que Filipo cumpliera sus promesas, pero ni Demóstenes ni Esquines accedieron a ir en esta ocasión. De todas formas, cuando la embajada llega a Calcis, supo que los focidios se habían rendido a Filipo, y que éste por tanto era dueño de la Fócide y las Termópilas, y se enseñoreaba sobre el consejo de la Anfictionía délfica. En estas circunstancias, hasta Demóstenes aconsejó aceptar la paz.
Pero el orador no pudo olvidar la actuación de Esquines, y ayudó a Timarco a presentar una demanda contra él, en el tribunal de rendición de cuentas. Esquines, sin embargo, acusó a Timarco de prostitución (en un caso del que tenemos el discurso de acusación Contra Timarco), logrando que perdiera sus derechos de ciudadanía y, por tanto, que se suspendiera la causa abierta contra él.
Filipo seguía consolidando su situación en Grecia, y el partido antimacedónico comenzó un ataque directo contra sus aliados en Atenas. En el 344 aC designan una embajada, de la que forma parte Demóstenes, para alertar a las ciudades del Peloponeso del inminente peligro macedonio. Esquines, que había sido designado representante de Atenas en Delfos para litigar con la isla de Delos a propósito del santuario de Apolo, es desposeído del cargo y reemplazado por Hiperides. Este mismo orador presenta contra Filócrates una querella por crimen contra la seguridad del estado, por su actitud en las negociaciones del 346 aC. Filócrates, quien se había exiliado antes de comparecer a juicio, fue juzgado en rebeldía y condenado a muerte.
Poco después, Demóstenes se querella contra Esquines, y la suerte, o el buen hacer de los estudiosos del pasado, ha querido que conservemos ambos discursos, el que nos ocupa y la defensa de Esquines.
El discurso de acusación de Demóstenes cuenta con un breve exordio (1-28) y una larga parte central que puede separarse a su vez en dos bloques. La primera ofrece la narración de los hechos y las pruebas, y la segunda es una especie de recapitulación ampliada, donde además intenta refutar anticipadamente los argumentos de su rival, denigrándole y haciendo su propia apología. Cierra el discurso un brevísimo epílogo (315-343). La acusación de Demóstenes se basa en tres cargos: que Esquines apoyó a Filócrates, aunque en su escrito éste proponía una paz vergonzosa e inconveniente; que perdió el tiempo de los embajadores, a consecuencia de lo cual Filipo pudo tomar las posesiones atenienses en Tracia; y que trasmitió a la ciudad informes falsos, lo que conllevó el desastre de los focidios. Todo ello, según Demóstenes, a cambio de regalos y sobornos.
Fragmentos destacados:
«Si el que ha desempeñado y administrado una función pública se las va a arreglar, valiéndose del miedo que inspira y no del criterio de justicia, para que no haya nadie que sea su acusador, vosotros os veréis totalmente desautorizados para ejercer cualquier control».
«En cuanto a los discursos, si los ha transmitido con verdad y ajustados a lo conveniente, que sea libre de culpa, pero si han sido mentirosos y motivados por un salario e inadecuados a la conveniencia, sea condenado».
«Una enfermedad terrible, varones atenienses, ha caído sobre Grecia, enfermedad penosa y que requiere una gran cantidad de buena suerte y de cuidados por parte vuestra. Ya que los que en las ciudades son los más notables y considerados dignos de estar al frente de los asuntos públicos, traicionando, los desgraciados, su propia libertad, se atraen una esclavitud por ellos mismos elegida, que atenúan llamándola, en favor de Filipo, hospitalidad, camaradería, amistad, y cosas así».
Fragmentos destacados:
«Si el que ha desempeñado y administrado una función pública se las va a arreglar, valiéndose del miedo que inspira y no del criterio de justicia, para que no haya nadie que sea su acusador, vosotros os veréis totalmente desautorizados para ejercer cualquier control».
«En cuanto a los discursos, si los ha transmitido con verdad y ajustados a lo conveniente, que sea libre de culpa, pero si han sido mentirosos y motivados por un salario e inadecuados a la conveniencia, sea condenado».
«Una enfermedad terrible, varones atenienses, ha caído sobre Grecia, enfermedad penosa y que requiere una gran cantidad de buena suerte y de cuidados por parte vuestra. Ya que los que en las ciudades son los más notables y considerados dignos de estar al frente de los asuntos públicos, traicionando, los desgraciados, su propia libertad, se atraen una esclavitud por ellos mismos elegida, que atenúan llamándola, en favor de Filipo, hospitalidad, camaradería, amistad, y cosas así».
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