Dos discursos circularon con este título: el segundo no puede adscribirse a Demóstenes, mientras que el primero planteó dudas sobre su autoría ya desde la Antigüedad.
Contra Aristogitón I
Dionisio de Halicarnaso no lo admitía en el canon demosténico, a tenor de ciertos rasgos de estilo y vocabulario, pero ello puede deberse a que la obra es una deuterología, un epílogo al discurso de acusación principal (que en este caso fue obra de Licurgo). Esta obra se atribuyó a Hiperides, ya que nos ha llegado noticia de un discurso de este autor con este mismo título; pero el título es el mismo en la traducción: la construcción de ese título en griego sugiere que fuera una réplica a uno de Aristogitón, mientras que el que nos ocupa era una acusación directa contra él.
Demóstenes ya se había enfrentado al sicofanta Aristogitón durante su defensa de Hierocles. Por no pagar la multa de ese proceso y otras penas pecuniarias, Aristogitón se vio inscrito como deudor del tesoro público y, por tanto, fue castigado con la atimía (pérdida de los derechos civiles y políticos). Durante cinco años abandonó su oficio de acusador, pero luego cedió al tesoro una tierra que le pertenecía (de la que Éunomo, su hermano, se declara comprador por un valor igual a la deuda adquirida por Aristogitón, con la condición de pagarlo en diez anualidades). Creyéndose en libertad, se reincorpora a su vida de sicofanta; pero seguía inscrito en la lista de deudores y además es inscrito por una nueva deuda. Por ésta se enzarza en un proceso con Aristón y, por si fuera poco, su hermano no puede pagar la tercera anualidad de la finca cedida al estado.
Entonces es cuando Licurgo, Demóstenes y otros oradores proceden judicialmente con una denuncia (éndeixis) contra Aristogitón, por usurpar un derecho que no le pertenece (hacer uso de la palabra en público). En su deuterología, Demóstenes insiste varias veces en la necesidad de que los jueces castiguen la desvergüenza de Aristogitón, que ha actuado contra las leyes necesarias para el buen funcionamiento de la ciudad: ha hablado en público cuando no podía hacerlo; ha intentado ganar dinero como sicofanta, acusando a los particulares que no podían defenderse contra sus denuncias, ha ultrajado a los ciudadanos cuando no accedían a pagarle su silencio, etc.
El acusado fue condenado y entregado a los Once, aunque no tardó en escapar de la condena y ser de nuevo un hombre libre, y poco tiempo después (342 aC) se vio envuelto en el proceso de Hárpalo, de nuevo contra Demóstenes. Más adelante (323 aC), también Dinarco tendrá oportunidad de escribir un Contra Aristogitón dirigido contra este mismo personaje.
Contra Aristogitón II
No hay en este discurso, más breve, esa originalidad y viveza típicas del estilo demosténico. El asunto se describe de forma muy vaga y general, y aunque la lengua es propia del ático del siglo IV aC, los estudiosos coinciden en afirmar que la pieza parece propia de un ejercicio de escuela realizado sobre el tema del anterior discurso. Aunque también existe la posibilidad de que corresponda a un tercer discurso de acusación, después de los de Licurgo y Demóstenes, creado por un orador de mediano talento. Esto explicaría la ausencia de datos nuevos, y el apoyo en lugares comunes como la necesidad de que los hombres públicos sean castigados con mayor severidad y prontitud que los particulares, el profundo respeto que los políticos del pasado sentían por las leyes, o la importancia de la legislación, responsable del orden del universo.
Contra Aristogitón I
Dionisio de Halicarnaso no lo admitía en el canon demosténico, a tenor de ciertos rasgos de estilo y vocabulario, pero ello puede deberse a que la obra es una deuterología, un epílogo al discurso de acusación principal (que en este caso fue obra de Licurgo). Esta obra se atribuyó a Hiperides, ya que nos ha llegado noticia de un discurso de este autor con este mismo título; pero el título es el mismo en la traducción: la construcción de ese título en griego sugiere que fuera una réplica a uno de Aristogitón, mientras que el que nos ocupa era una acusación directa contra él.
Demóstenes ya se había enfrentado al sicofanta Aristogitón durante su defensa de Hierocles. Por no pagar la multa de ese proceso y otras penas pecuniarias, Aristogitón se vio inscrito como deudor del tesoro público y, por tanto, fue castigado con la atimía (pérdida de los derechos civiles y políticos). Durante cinco años abandonó su oficio de acusador, pero luego cedió al tesoro una tierra que le pertenecía (de la que Éunomo, su hermano, se declara comprador por un valor igual a la deuda adquirida por Aristogitón, con la condición de pagarlo en diez anualidades). Creyéndose en libertad, se reincorpora a su vida de sicofanta; pero seguía inscrito en la lista de deudores y además es inscrito por una nueva deuda. Por ésta se enzarza en un proceso con Aristón y, por si fuera poco, su hermano no puede pagar la tercera anualidad de la finca cedida al estado.
Entonces es cuando Licurgo, Demóstenes y otros oradores proceden judicialmente con una denuncia (éndeixis) contra Aristogitón, por usurpar un derecho que no le pertenece (hacer uso de la palabra en público). En su deuterología, Demóstenes insiste varias veces en la necesidad de que los jueces castiguen la desvergüenza de Aristogitón, que ha actuado contra las leyes necesarias para el buen funcionamiento de la ciudad: ha hablado en público cuando no podía hacerlo; ha intentado ganar dinero como sicofanta, acusando a los particulares que no podían defenderse contra sus denuncias, ha ultrajado a los ciudadanos cuando no accedían a pagarle su silencio, etc.
El acusado fue condenado y entregado a los Once, aunque no tardó en escapar de la condena y ser de nuevo un hombre libre, y poco tiempo después (342 aC) se vio envuelto en el proceso de Hárpalo, de nuevo contra Demóstenes. Más adelante (323 aC), también Dinarco tendrá oportunidad de escribir un Contra Aristogitón dirigido contra este mismo personaje.
Contra Aristogitón II
No hay en este discurso, más breve, esa originalidad y viveza típicas del estilo demosténico. El asunto se describe de forma muy vaga y general, y aunque la lengua es propia del ático del siglo IV aC, los estudiosos coinciden en afirmar que la pieza parece propia de un ejercicio de escuela realizado sobre el tema del anterior discurso. Aunque también existe la posibilidad de que corresponda a un tercer discurso de acusación, después de los de Licurgo y Demóstenes, creado por un orador de mediano talento. Esto explicaría la ausencia de datos nuevos, y el apoyo en lugares comunes como la necesidad de que los hombres públicos sean castigados con mayor severidad y prontitud que los particulares, el profundo respeto que los políticos del pasado sentían por las leyes, o la importancia de la legislación, responsable del orden del universo.
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