En 357 aC, Rodas había roto su alianza con Atenas y, junto a Cos, Quíos y Bizancio, se había enfrentado a su antigua aliada en la llamada Guerra Social. El conflicto alzó una violenta reacción oligárquica en el seno de las comunidades enfrentadas a Atenas, de la que sólo se libró Bizancio. Acabada la guerra en 355 aC, Mausolo, el sátrapa de Caria que había prestado ayuda a las democracias insurrectas, estableció una oligarquía apoyada por una guarnición caria.
Pero algún tiempo después de la muerte de Mausolo, ocurrida en 353 aC, los demócratas rodios exiliados solicitaron ayuda a Atenas. Pero los atenienses, llenos de rencor por las viejas heridas, son partidarios de no prestar ayuda a quienes, unos años antes, habían menoscabado el poder de la ciudad por su rebeldía. El pretexto esgrimido para encubrir esta venganza era que Atenas no ponía intervenir en Rodas sin violar el tratado que había puesto fin a la Guerra Social. Hacerlo supondría arriesgarse a molestar a Artemisia, la hermana y esposa de Mausolo que gobernaba Halicarnaso y Caria tras la muerte de éste, y que contaba con el apoyo del rey de Persia.
Contra esta línea de actuación se alzó el presente discurso de Demóstenes, quien solicitaba la ayuda para los rodios y exhortaba a sus conciudadanos a olvidar viejas injurias en nombre del glorioso pasado de Atenas y del interés del presente. En su breve discurso, argumenta que es un honor ser la única salvación de un pueblo que otrora fuera su enemigo. Aquéllos que ahora parecen temer al rey de Persia, dice, no mucho antes habían apoyado intervenir en Egipto contra él, y eso que los rodios son griegos, y no una parte del imperio medo. Las dificultades, por otra parte, harán que Rodas se muestre prudente en el futuro, y a Atenas le será más provechoso un estado democrático que uno oligárquico, incluso si con este último se está en paz.
Pero algún tiempo después de la muerte de Mausolo, ocurrida en 353 aC, los demócratas rodios exiliados solicitaron ayuda a Atenas. Pero los atenienses, llenos de rencor por las viejas heridas, son partidarios de no prestar ayuda a quienes, unos años antes, habían menoscabado el poder de la ciudad por su rebeldía. El pretexto esgrimido para encubrir esta venganza era que Atenas no ponía intervenir en Rodas sin violar el tratado que había puesto fin a la Guerra Social. Hacerlo supondría arriesgarse a molestar a Artemisia, la hermana y esposa de Mausolo que gobernaba Halicarnaso y Caria tras la muerte de éste, y que contaba con el apoyo del rey de Persia.
Contra esta línea de actuación se alzó el presente discurso de Demóstenes, quien solicitaba la ayuda para los rodios y exhortaba a sus conciudadanos a olvidar viejas injurias en nombre del glorioso pasado de Atenas y del interés del presente. En su breve discurso, argumenta que es un honor ser la única salvación de un pueblo que otrora fuera su enemigo. Aquéllos que ahora parecen temer al rey de Persia, dice, no mucho antes habían apoyado intervenir en Egipto contra él, y eso que los rodios son griegos, y no una parte del imperio medo. Las dificultades, por otra parte, harán que Rodas se muestre prudente en el futuro, y a Atenas le será más provechoso un estado democrático que uno oligárquico, incluso si con este último se está en paz.
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