Tres discursos que tratan de mover a los atenienses a favor de la ciudad de Olinto, para frenar el avance macedonio. Para entender su contenido no vendrá mal un planteamiento del trasfondo histórico.
Olinto, antigua colonia griega en el istmo de Palene, en la Calcídica, había entrado a formar parte de la Liga Ático-Délica en el 475 aC. Pero pronto se rebeló contra el imperialismo ateniense y apoyó a los enemigos de sus antiguos aliados durante la guerra del Peloponeso, contribuyendo al éxito de la expedición espartana de Brásidas durante el 424 aC, dirigida contra las colonias y posesiones de Atenas en Tracia.
Sin embargo, Olinto pudo comprobar que la soberanía de Esparta también era una carga onerosa, y desde el 395 aC fue aumentando su poder para gestar su propia autonomía. Pasó a convertirse en la cabeza de una confederación de ciudades griegas en la Calcídica, pero dos de estas ciudades, Acanto y Apolonia, dispuestas a mantenerse fieles a los lacedemonios, pidieron a Esparta que interviniese. Así que entre el 383 y el 379 aC, los espartanos, a instancias del que fuera rey de Macedonia, Amintas, atacaron la ciudad de Olinto y la obligaron a pedir la paz y aceptar la supremacía de Esparta.
Tras la batalla de Leuctra, que en 371 aC dio fin a la hegemonía espartana, Olinto se sintió libre de nuevo, y comenzó a planear una confederación calcídica. Pero de nuevo su enemigo fue Atenas, dispuesta a formar una confederación marítima. Así, en el 364 aC Timoteo conquistó veinte poblaciones en la Calcídica, aunque no pudo hacerse con la propia Olinto, que en años sucesivos retomaría poco a poco su grandeza.
En ese ambiente entra en escena Filipo II de Macedonia, que en 358 aC retorna exitoso de sus campañas contra ilirios y peonios e inesperadamente pone sitio a Anfípolis, que toma a traición al año siguiente.
Los olintios, viendo su avance imparable, no dudan en que serán su próximo objetivo, y envían embajadores a Atenas para solicitar una alianza contra el macedonio. Pero en la capital del ática el oro de Filipo ha empezado a ganar adeptos, y los embajadores son despedidos sin ser escuchados. Entonces el rey macedonio urde una hábil estrategia política: finge ser amigo de los olintios, les cede el estrecho de Antemunte, y tras tomar la ciudad de Potidea, se la entrega (356 aC).
Esta alianza le da a Filipo un casus belli para moverse contra los tracios en una campaña de la que regresó exitoso. Luego, ya en 355 aC, vence de nuevo a ilirios y peonios, y dos años más tarde ocupa Abdera y Maronea, y destruye Metone. Los atenienses se veían así despojados de todas las ciudades que, en Tracia y Macedonia, habían sido aliadas suyas. Sólo la toma de las Termópilas por Atenas en 352 aC logró que Filipo, quien regresaba de vencer a los focenses, penetrara en Grecia.
Olinto, convencida de la infiabilidad de la política de Filipo, firmó con Atenas un tratado de paz. Al año siguiente, Filipo retomó su campaña contra Tracia, dejando que su ejército se exhbiera frente a las ciudades de la Calcídica en una clara amenaza. Luego penetró en Iliria, invadió el Epiro y entró en guerra con el rey de los molosos. En el año 350 aC, los olintios solicitan a Atenas que les proporcione caballería para hacer frente a los ataques macedonios que creen inminentes. Y todo eso, mientras el oro de Filipo seguía fluyendo, también en Olinto: Apolónides, contrario a la política expansionista de Macedonia, es exiliado.
Sin embargo, la guerra era imparable, sobre todo cuando Arrideo, hermanastro de Filipo y perseguido por él, pide refugio en Olinto, donde se le otorgó la sagrada protección a los suplicantes. El rey de Macedonia, al mando de un ejército, llegó a los muros de Olinto, dispuesta a resistir sus ataques. Una embajada fue enviada a Atenas (349 aC), pero encontró a sus ciudadanos con poco ánimo para la guerra. La liga marítima había sido disuelta por la Guerra Social entre Atenas y sus antiguos aliados (Quíos, Cos, Rodas y Bizancio), y la política estaba dominada por el partido pacifista encabezado por Eubulo. La escasa economía de la ciudad se dirigía sobre todo a halagar a los ciudadanos mediante la creación de fondos para espectáculos y festivales.
Así pues, la propuesta de alianza fue aceptada, pero los ciudadanos no estaban dispuestos a sacrificar su tranquilidad, así que cualquier campaña militar debería hacerse sin recurrir al dinero destinado a otras ocupaciones. Es entonces cuando se alza Demóstenes como opositor al partido que actualmente estaba en el poder. En sus Discursos olintíacos, no se limitaba a enardecer los ánimos de sus conciudadanos, sino que trataba de hacerles ver que, previa a la acción en el exterior, se hacía necesaria una reforma de buen número de elementos internos.
En el Olintíaco primero, pronunciado poco después de la llegada de los embajadores olintios, recuerda que la guerra tendrá lugar, por suerte, lejos del Ática, así que aconseja crear dos ejércitos: uno destinado a ayudar a Olinto y el resto de las ciudades de la Calcídica, el otro con el objetivo de saquear el territorio de Macedonia. Así podría aprovecharse una ocasión idónea para frenar a Filipo cuando todavía no ha llegado al Ática. Se requieren para estos planes fondos económicos, y si no pueden tomarse de lo destinado a los espectáculos públicos, deberán realizarse fuertes contribuciones. Por último, recuerda que Filipo es vulnerable, porque no puede fiarse de los tesalios y los príncipes bárbaros que rodean Macedonia no han dejado de ser una amenaza para él.
Pero los atenienses se contentaron con enviar en socorro de sus aliados dos mil peltastas mercenarios y treinta trirremes, por lo que Demóstenes, no mucho después, pronunciaba su Olintíaco segundo, donde repite los argumentos esgrimidos sobre la oportunidad y la necesidad de combatir, y hace hincapié en la debilidad de Filipo, la urgencia de socorrer a Olinto y la necesidad de animar a los tesalios a la rebelión. Es, pues, una arenga para cumplir los planes especificados anteriormente.
Entretanto, el rey macedonio interviene en Tesalia, expulsando de Feras al tirano Pitolao. Las tropas mercenarias de Atenas y los olintios acaban imponiéndose, pero la acción está lejos de constituir una victoria: a su regreso de Tesalia, Filipo invade de nuevo la Calcídica, toma treinta y dos poblaciones y vence en dos importantes batallas a los olintios y mercenarios atenienses, plantándose de nuevo frente a Olinto. Sus ciudadanos envían una nueva embajada a Atenas con el ruego de que no les abandonen, pero esta vez recomiendan que las tropas enviadas estén constituidas por ciudadanos atenienses y no por mercenarios.
Demóstenes pronuncia entonces su Olintíaco tercero, donde expone con mayor insistencia las dos condiciones necesarias para que el estado pueda imponerse: una reforma política (echar mano de los fondos para espectáculos) y una militar (obligar a todos los ciudadanos a cumplir el servicio militar). Esto último se cumplió, y se reclutó un ejército entre los ciudadanos, pero el dinero destinado a las celebraciones no pudo emplearse en otros usos hasta tres años más tarde. De hecho, el orador ni siquiera menciona el tema directamente, sino que únicamente se atreve a sugerir la creación de un comité legislativo que se encargue de abrogar la ley que impide que se hable de este espinoso tema.
Desafortunadamente, Olinto cayó en manos macedonias en el 348 aC, a pesar de los esfuerzos de Demóstenes por movilizar a sus conciudadanos: la propia ciudad fue destruida, sus habitantes esclavizados de por vida, y el resto de ciudades de la confederación calcídica pasaron a formar parte de Macedonia.
Pero los atenienses se contentaron con enviar en socorro de sus aliados dos mil peltastas mercenarios y treinta trirremes, por lo que Demóstenes, no mucho después, pronunciaba su Olintíaco segundo, donde repite los argumentos esgrimidos sobre la oportunidad y la necesidad de combatir, y hace hincapié en la debilidad de Filipo, la urgencia de socorrer a Olinto y la necesidad de animar a los tesalios a la rebelión. Es, pues, una arenga para cumplir los planes especificados anteriormente.
Entretanto, el rey macedonio interviene en Tesalia, expulsando de Feras al tirano Pitolao. Las tropas mercenarias de Atenas y los olintios acaban imponiéndose, pero la acción está lejos de constituir una victoria: a su regreso de Tesalia, Filipo invade de nuevo la Calcídica, toma treinta y dos poblaciones y vence en dos importantes batallas a los olintios y mercenarios atenienses, plantándose de nuevo frente a Olinto. Sus ciudadanos envían una nueva embajada a Atenas con el ruego de que no les abandonen, pero esta vez recomiendan que las tropas enviadas estén constituidas por ciudadanos atenienses y no por mercenarios.
Demóstenes pronuncia entonces su Olintíaco tercero, donde expone con mayor insistencia las dos condiciones necesarias para que el estado pueda imponerse: una reforma política (echar mano de los fondos para espectáculos) y una militar (obligar a todos los ciudadanos a cumplir el servicio militar). Esto último se cumplió, y se reclutó un ejército entre los ciudadanos, pero el dinero destinado a las celebraciones no pudo emplearse en otros usos hasta tres años más tarde. De hecho, el orador ni siquiera menciona el tema directamente, sino que únicamente se atreve a sugerir la creación de un comité legislativo que se encargue de abrogar la ley que impide que se hable de este espinoso tema.
Desafortunadamente, Olinto cayó en manos macedonias en el 348 aC, a pesar de los esfuerzos de Demóstenes por movilizar a sus conciudadanos: la propia ciudad fue destruida, sus habitantes esclavizados de por vida, y el resto de ciudades de la confederación calcídica pasaron a formar parte de Macedonia.
maravilloso
ResponderEliminar¡Gracias!
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