De este discurso sólo se conservan pequeños fragmentos, siendo el más importante el que parece corresponder a su parte final. Tuvo que ser pronunciado tras la paz de Démades (338 aC), pero antes de la muerte de Filipo II (336 aC).
La obra recoge una acusación por ilegalidad contra un personaje del que sabemos que fue miembro de la facción promacedonia, pero poco más. Poco después de la batalla de Queronea, tras aprobarse en la Asamblea una proposición para honrar a algunos macedonios, Filípides dio un paso más y sugirió que se honrara con una corona a quienes habían propuesto dicha medida.
Los antimacedonios presentaron un recurso por ilegalidad, siendo Hiperides uno de los acusadores, pero ni el primero ni el más importante. En la parte no conservada del discurso es obvio que debía hablar de Filipo y Alejandro, contraponiéndolos a otros personajes del pasado que se ganaron la gratitud de Atenas. Al comienzo del fragmento que conservamos, el orador ataca los apoyos macedonios en la ciudad: Filípides y Demócrates de Afidna.
Los fragmentos más breves y el comienzo del más extenso (epígrafes 1 al 3) conforman ataques contra aquéllos que, como Filípides, apoyan la política de ayuda a Macedonia. El resto formaría un epílogo: el orador reasume el objeto del discurso y refuta un previsible argumento de la defensa (epígrafes 4-6), niega a Filípides la benevolencia y la piedad de los jueces por ser un adulador y un siervo de los tiranos (7-9), resume los motivos por los que debe ser acusado (10-12) y realiza una exhortación final a los jueces (13).
En cuanto a su valoración literaria, encontramos un estilo brillante y un tono vibrante y desdeñoso en ocasiones.
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