Euctemón, hombre acaudalado del demo de Cefisia, había tenido de su esposa, la hija de Mixíades, tres hijos y dos hijas. Dada su longevidad, vio morir a todos sus hijos varones, sin descendencia. De sus hijas, había tenido una nieta y dos nietos, el mayor de los cuales se llamaba Queréstrato. A su muerte, éste presenta un testamento en el que su tío Filoctemón le nombraba hijo adoptivo y, como tal, reivindica ante los tribunales la totalidad de la herencia.
Androcles, pariente próximo de Euctemón, opone una protesta, alegando que la herencia no estaba sujeta a adjudicación judicial, porque el finado había dejado dos hijos legítimos, nacidos de un segundo matrimonio con Calipe. Añade, además, que Filoctemón no había hecho testamento. Queréstrato intenta rebatir ambos argumentos y contesta con una acusación contra Androcles por falso testimonio. A dicho proceso corresponde el presente discurso, pronunciado por un amigo de Queréstrato y de su padre Fanóstrato.
Desde el principio la historia da lugar a sospecha. Queréstrato no presenta la reivindicación ante los tribunales a la muerte de Filoctemón, sino que espera al fallecimiento de su abuelo Euctemón (aunque Filoctemón no tuviera fortuna que declarar, podía haber dejado constancia de que era su heredero). Iseo salva esta dificultad presentando confusamente las herencias de Euctemón y Filoctemón como si fueran una sola. El título de este discurso demuestra que ya los antiguos fueron víctimas de esta confusión.
Después de presentar testimonios para probar la existencia del testamento de Filoctemón, el orador centra su atención en demostrar la ilegitimidad de los niños presentados como hijos de Euctemón. Hace ver que su relación con Calipe era imposible, y narra una historia sórdida sobre el origen de estos niños y los últimos años de Euctemón: habrían nacido de una liberta de mala vida, Alce, y de un liberto pendenciero, Dión. Euctemón, seducido por Alce, habría abandonado su casa y habría sido convencido para introducir en la fratría, con su nombre, al mayor de los niños. Ante la oposición de su hijo Filoctemón, se habría comprometido en matrimonio con la hermana de Demócrates para amenazar con introducir nuevos hijos a la familia. Filoctemón habría cedido al chantaje, con la condición de que el niño recibiera sólo una de las tierras. Euctemón, tras romper su compromiso, habría introducido al hijo de Alce en la fratría.
Tras la muerte de Filoctemón, Androcles y Andócides habrían persuadido al anciano Euctemón para convertir en dinero efectivo algunas propiedades y dárselo a los hijos de Alce. Además, habrían inscrito a los niños como hijos adoptivos de dos de los hijos fallecidos de Euctemón, instituyéndose como sus tutores. A la muerte de Euctemón, habrían ocultado su fallecimiento a su mujer e hijos, tras dilapidar la mayor parte de la fortuna. Las acciones de estos dos codiciosos suponen un argumento más para negar la legitimidad: Androcles habría solicitado la mano de una de las hijas de Euctemón (la viuda de Quéreas) como si a ella perteneciera la herencia, lo cual es incompatible con la existencia de unos hijos varones legítimos. Por último, el orador antepone el buen hacer de Queréstrato y su participación en la ciudad a la maldad y el despilfarro de sus adversarios.
En cuanto a la fecha de la obra, aunque no sabemos cuándo murió Filoctemón o qué edad tenía Queréstrato, el propio discurso data el proceso 52 años después de la expedición a Sicilia, durante el arcontado de Arimnesto, lo que significa que se pronunció en el año 365-364 o 364-363 aC.
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