Menecles, viudo y sin hijos, se casó en segunda nupcias con la hija de su difunto amigo Epónimo. Tampoco tuvo hijos con esta segunda esposa, así que para no privarla de descendencia se separó de ella amistosamente, permitiendo que fuera entregada a otro hombre. Dada su avanzada edad y su soledad, adoptó como hijo a otro hijo de Epónimo.
Menecles murió años después, y su hermano, alegando la nulidad de la adopción (según él, realizada por influencia de la segunda esposa), reclamó la herencia. El heredero presentó entonces como testigo a su suegro, Filónides, para el proceso de protesta (diamartyría): el demandante debe demostrar el falso testimonio del testigo, de tal forma que así niegue la existencia de un hijo adoptivo, y tenga abierto el acceso a la herencia por vía judicial. Así pues, el hermano de Menecles atacó a Filónides, acusándole de falso testimonio: sostiene que la adopción no es válida porque se hizo bajo el influjo de una mujer que, además, ni siquiera era esposa legítima, pues sus hermanos no habían entregado la dote.
El presente discurso, pronunciado por el hijo adoptado por Menecles, defiende a su testigo y, por tanto, en último término defiende su legítima posesión de la herencia. Tras alegar que su hermana fue entregada en matrimonio con una dote de veinte minas, cantidad restituida tras el divorcio, el orador trada de demostrar la legalidad de su adopción: su hermana no influyó en la decisión de Menecles, pues para entonces ya estaba casada y con dos hijos; la adopción está justificada por la soledad y avanzada edad de Menecles y por su estrecha relación con la familia de Epónimo; se cumplieron todos los requisitos legales, incluyendo la introducción en la fratría y la inscripción en el nuevo demo; durante los veintitrés años en que Menecles sobrevivió a la adopción, nunca nadie objetó nada, y los juramentos intercambiados con sus parientes demuestran su aceptación.
Iseo enfoca el discurso en una dirección que permita alcanzar los sentimientos íntimos de los jueces: el aspecto religioso de la adopción y el carácter sagrado de la relación paternofilial. De esta forma, se contrasta la acusación hacia el demandante por irreverencia y falta de respeto contra los dioses familiares con la presencia del heredero de Menecles para defender la memoria y el nombre de su padre (y no para reivindicar su fortuna). Se resalta el hecho de que el hermano de Menecles no sólo obtendría la fortuna (que ya le había sido negada años atrás), sino que conseguiría además privar a éste de perpetuar su nombre y su casa. El heredero, en cambio, había cuidado de Menecles durante años, y a su muerte realizó los ritos oportunos.
Para fechar esta obra aparece una indicación velada sobre la participación del hijo adoptivo y de su hermano en la expedición de Ifícrates a Tracia. Ésta parece ser de la expedición mercenaria del 383 aC, y por tanto la adopción hubiera tenido lugar hacia 378 aC. Añadiendo los veintitrés años hasta la muerte de Menecles, el discurso sería pronunciado aproximadamente en 354 aC.
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