El título de este libro, Educación de Ciro, se ciñe únicamente al libro I, ya que el resto tienen por objeto presentar el ideal de caballero y soberano a partir del ejemplo de la vida de Ciro el Grande. Ya el proemio establece tres aspectos fundamentales sobre el gobernante: linaje, cualidades naturales y educación. El autor se compromete a representar el devenir de su héroe (libro I), y luego su modo de actuar, entendido como producto de ese devenir (libros II-VIII). La obra es una asistemática summa de las ideas de su autor sobre educación, caza, equitación, política, moral y arte militar, que el propio Jenofonte había plasmado o iba a expresar más sistemáticamente en tratados especializados. Mediante todo ello, el autor va trazando las cualidades del soberano ideal: piedad, justicia, respeto, generosidad, dulzura en el trato, obediencia y autodominio.
La fecha de composición de la obra es discutida, pero la hipótesis más probable supone que se escribió antes del ascenso al trono de Artajerjes III (358 aC), y después de la muerte del espartano Agesilao (lo que ocurrió en 360 aC). Ciertos datos nos permiten suponer que iniciaría la obra poco después del regreso de Agesilao a Asia (365 aC), y que se encontraba en el libro VI hacia el 361 aC (pues a partir de él comienzan a aparecer resonancias de la revuelta de las provincias orientales y de la campaña egipcia de Agesilao).
La acción de la obra se desarrolla en Persia, lo cual no es accidental: Jenofonte marchó con la expedición de los Diez Mil, y obtuvo también otros datos sobre la región en sus lecturas de Heródoto. El elemento persa está presente en la obra, atestiguado por los nombres de los personajes y las alusiones a sus armas, vestimentas y costumbres. Sin embargo, estos elementos parecen destinados a crear una ambientación decorativa para un relato preeminentemente griego. Por ejemplo, aparecen elementos espartanos situados en este contexto: el consejo del Rey toma la forma de la Gerousía, la educación de los niños está calcada de la espartana, etc.
En cuanto a sus fuentes más directas, la obra de Jenofonte parece estar relacionada con la Ciro de Antístenes, pues aparecen algunas ideas cínicas de este filósofo (como la conveniencia de la autosuficiencia o la exaltación del esfuerzo). Más seguras son la Persiká de Ctesias (el médico de Artajerjes II) y la obra de Heródoto, aunque Jenofonte se aparta de sus fuentes en ocasiones, generalmente tratando de perfeccionar la imagen de Ciro. En otras ocasiones, el Ciro reflejado en la obra parece un discípulo de Sócrates, particularmente cuando habla de la inmortalidad del alma o de la virtud. Aunque coincide con la República de Platón en algunos detalles (la manifestación divina del alma durante el sueño, la idea del mayor arrojo del soldado en la defensa de lo que aprecia, los símiles del pastor-rey y de la colmena), las diferencias son mayores (en Jenofonte encontramos un aspecto más práctico de la educación del futuro gobernante, distanciamiento de la mujer y ensalzamiento del amor conyugal, respeto a los hijos y al amor filial). Al mismo tiempo, Platón pareció responderle en Leyes, al criticar la educación persa (dirigida por mujeres, al encontrarse los varones en la guerra), aunque coincidiera en la conveniencia de la caza como preparación para la guerra o al constatar la incapacidad de los sucesores de Ciro. Las ideas fundamentales de las obras de Isócrates A Nicocles y Evágoras coinciden con la Ciropedia, particularmente en la tipificación de los deberes del buen gobernante. En todos ellos se elogia a un personaje idealizado, cuya vida resulta ser la realización de unos principios morales básicos. Jenofonte parece desarrollar estas ideas, mejorando el modelo y procediendo con mayor libertad.
Su influencia en la literatura posterior fue enorme. Existe la posibilidad de que sus pasajes anovelados puedan haber servido de modelo para la novela, género que florecerá desde el siglo I aC, pero es su ideología lo que verdaderamente motivó su trascendencia: el cinismo le debe la imagen del soberano ideal, el estoicismo sintió una especial predilección por Jenofonte, y los Ptolomeos usaron las virtudes del gobernante para justificar su autoridad. Su influencia llegó a Cicerón, Escipión y Séneca, e incluso Maquiavelo recoge muchas de sus ideas.
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