Antes de entrar de lleno en los autores de filosofía, estaría bien realizar algunas anotaciones sobre el pensamiento desarrollado por los precedentes.
A pesar de ser un personaje mítico, Orfeo entra en algunas de las listas de presocráticos. Dejando de lado su imagen poética (creación de la lira de nueve cuerdas, viaje con la Argos, descenso al Inframundo), al parecer sus obras se leían en ritos mistéricos y rituales de purificación. Platón nos da muestra de un ejemplo: unos sacerdotes mendicantes que ofrecían, a los habitantes pudientes, la purificación de crímenes cometidos. Para ello, realizaban sacrificios y encantamientos apoyándose en libros de Orfeo y Museo. Aquellos que eran especialmente devotos de estos rituales frecuentemente practicaban el vegetarianismo, la abstinencia sexual y evitaban comer huevos. Así pues, algo que algunos ven como tan moderno, el veganismo, ya era conocido hace más de dos milenios y medio, como "Vida Órfica" (Orphikos bios). Los poemas firmados bajo el nombre de Orfeo (que podemos, por tanto, considerar anónimos) llegan desde el siglo IV aC al II dC.
Otro aedo relacionado con la mitología (aunque de forma más indirecta, a través de Orfeo o de Eumolpo), es Museo. Se le considera uno de los fundadores de los misterios eleusinos, y se decía que sus melodías eran capaces de sanar diversas enfermedades. Considerado un adivino, se le atribuyen diversos poemas de inspiración mística.
Se decía de Aristeas de Proconeso que era capaz de salir de su cuerpo y volver a él a voluntad. Vivió al parecer en el siglo VII aC, viajando a la zona norte del mar Negro, e introduciendo el culto a Apolo en el sur de Italia. De sus viajes quedó el poema Arismateia, en tres libros, considerado más tarde como fuente fiable de información histórica y geográfica. También habría escrito una Teogonía con mil versos.
Anacarsis fue un príncipe escita que conquistó una región al norte del mar Negro. Viajó por Grecia, adquiriendo tal fama que muchas veces se incluye entre los Siete Sabios. Plutarco (autor del siglo I) nos deja la anécdota de su crítica a Solón: el ateniense pensaba que había creado unas leyes que los ciudadanos no tendrían interés en romper, pero Anacarsis creía que muchas veces las leyes son como las telarañas: los insectos pequeños quedan atrapados en ellas; los grandes las rompen. En el siglo IV aC se convirtió en modelo para los filósofos cínicos, gracias a máximas éticas como: Es un gran mal el no poder sufrir mal alguno; es menester sufrir, para sufrir menos; o bien La vida da tres especies de fruto: el placer, la embriaguez y el arrepentimiento.
Algo menos histórico parece Epiménides (siglo VI aC): se decía de él que había dormido durante 57 años en una cueva, y que despertó con el don de profetizar. Con tal virtud aparece en las memorias de Esparta, haciendo especial hincapié en sus predicciones militares. Tanto Plutarco (s. I) como Diógenes Laercio (siglo III) establecen una relación entre Epiménides y Solón. Su frase más conocida lo hace cretense, al establecer una paradoja con las palabras: Todos los cretenses son mentirosos.
Abaris llegó a ser famoso y apreciado en toda Grecia, a pesar de su procedencia escita. Sacerdote de Apolo, se dice que tenía el don de la profecía y que podía curar enfermedades con sus cánticos. La Suda le atribuye varias obras (ensalmos, oráculos, una Teogonía en prosa,...), pero si alguna era genuina, no se ha conservado.
Otra figura en la que se mezclan poderes especiales y literatura es Ferécides de Siros. Considerado tío materno y maestro de Pitágoras, se decía que había viajado a Egipto para aprender teología y una ciencia natural más exacta. Sin embargo, se le atribuyen poderes de predicción (un navío que naufragó, un seísmo, el asedio de una ciudad), y las diferentes versiones de su muerte son ciertamente fantasiosas. Su obra, de la que sólo quedan fragmentos, es llamada en algunas fuentes Pentamychia (Las cinco cavernas) y en otras Heptamychia (Las siete cavernas). Aristóteles la caracterizó como una mezcla de mito y filosofía: una historia del mundo que procede de la racionalización del panteón griego. Sus aportaciones al pensamiento presocrático fueron: la negación de la 'creación a partir de la nada'; la autocreación del cosmos; y la naturaleza eterna de los principios. Cicerón y Agustín de Hipona consideraron que fue el primero en enseñar la inmortalidad del alma.
Entre los siglos VI y V aC vivió Cleostrato de Ténedos, a quien Censorino considera creador del octaéteris, el ciclo de ocho años que se usó antes del inventado por Metón.
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