Hacia 354 aC el rey persa Artajerjes III Oco ultimaba sus preparativos para reconquistar las provincias que habían hecho defección del imperio. Cuando las noticias alcanzaron Atenas, sus ciudadanos las acogieron con cierto recelo, puesto que además de atacar Fenicia, Chipre y Egipto, Artajerjes bien pudiera repetir las tentativas de sus predecesores Darío y Jerjes. Los atenienses habían apoyado recientemente al sátrapa rebelde Farnabazo, y por otra parte los tebanos podrían ponerse, como en la anterior ocasión, de parte del invasor.
En medio de esta tensa situación, Demóstenes decide calmar los ánimos y aportar una dosis de realismo: Atenas ya no era la poderosa ciudad que fue, y había tenido que reconocer la independencia de Quíos, Cos, Rodas y Bizancio. Además, el erario público está menguadísimo, al haber tenido que hacer frente a los costes de guerra con el dinero proporcionado por un sistema tributario defectuoso. Por otro lado, Grecia entera también ha cambiado, y la llamada Guerra Sagrada, iniciada el año anterior, había hecho surgir odios no disimulados entre las ciudades. Por todo ello, no es momento de dar el primer paso, sino esperar a la ofensiva del rey persa, pues la amenaza provocará que las ciudades griegas se muestren más propensas a una alianza.
Sin embargo, Demóstenes aprovecha la ocasión que se le presenta para exhortar a sus conciudadanos a prepararse para una próxima guerra, aunque no sea contra Artajerjes. Aunque no lo menciona, parece evidente que el orador piensa en Filipo de Macedonia. Propone organizar las prestaciones destinadas a la armada naval (las trierarquías), para conseguir que se hagan con presteza y eficacia, de tal forma que funcionen con el mismo orden e igual previsión que en el caso de las liturgias destinadas a la celebración de fiestas. Demóstenes propone una serie de reformas: aumentar el número de contribuyentes, coordinar todos los servicios, dividir las sinmorías (o grupos de contribuyentes) en cinco partes y otorgar a cada una el cargo de una parte de la flota y de los diques.
La idea básica aparece en el propio discurso: «Por eso recomiendo que no seamos los primeros en emprender la guerra; pero para el conflicto afirmo que es necesario que estemos correctamente preparados».
El presente discurso es uno de los primeros que Demóstenes pronuncia ante la Asamblea, y el primero que dispuso para su publicación. Aún falta mucho para que el orador se convierta en un famoso político, así que aquí no aparece su arrolladora elocuencia: falta amplitud en el desarrollo de algunos pensamientos, y otras veces éstos quedan en suspenso. Tal vez por ello no lograra el objetivo que perseguía, y tres años después de este discurso aún se lamentaba Demóstenes de que las trierarquías siguieran mal organizadas. Algo que pudo remediar más adelante, cuando logró que se aprobara una propuesta suya para una reforma radical de este sistema contributivo.
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