Este discurso puede considerarse importante por arrojar luz sobre personajes y sucesos de la historia de Atenas, más que por la causa judicial que lo ocupa, debido a su limitación (pues sólo nos ha llegado el epílogo, probablemente porque esta parte, la más importante, es la única nacida de la pluma de Lisias). La fecha de su elaboración sólo puede aproximarse: es obviamente posterior al 403 aC, por la composición del tribunal, y anterior a la guerra de Corinto (396 aC), pues Atenas no está en guerra con Esparta.
Los acusados son los dos hijos de Éucrates, un miembro importante de Atenas (hermano del célebre Nicias y participante de los acontecimientos finales de la guerra del Peloponeso) que en 411 aC había desempeñado un cargo en Tracia, sospechándose su conducta venal. Políoco, su acusador, perdió el proceso, pero vuelve ahora a la carga contra sus herederos. Este discurso conforma el final de la defensa contra esa nueva acusación.
Está formado por una mezcla desordenada de silogismos truncados, con reducción al absurdo, y apelaciones patéticas a los jueces. Todo ello entreverado por una especie de narración de la historia de la familia, que es más bien un panegírico debido a su tono dado por juicios de valor.
Comienza exponiendo el riesgo que corren los hermanos en caso de perder el proceso (perderían la ciudadanía, no sólo el patrimonio), y en seguida pasa a recordar a los miembros prominentes de su familia, resaltando su adhesión a la democracia y, cuando esto le es imposible, su intercesión frente a los espartanos. Finalmente se centra en el acusador, recordando que ya se votó contra él, y se cierra el discurso con una sarta de súplicas.
No es un buen discurso, ya que no construye un carácter adecuado (aunque ello se debe a que el orador representa a la familia, y sus rasgos se funden a propósito con los de sus antepasados), y la concisión se ha sacrificado en beneficio de lo patético. Un patetismo que, por si fuera poco, es excesivamente formal como para que suene sincero.
Prefirió perecer actuando en favor de vuestra salvación antes que permitir que los muros fueran abatidos, las naves rendidas al enemigo y vuestro pueblo esclavizado.
¿Quiénes podrían ser más infortunados que nosotros si en la oligarquía moríamos por nuestra lealtad al pueblo y en la democracia nos vemos privados de nuestros bienes como enemigos del pueblo?
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