Se trata de un proceso de escrutinio, un examen sobre el acusado, ocurrido poco después de la restauración democrática de Atenas. Un consejero saliente acusa a Filón, elegido por sorteo para ocupar un cargo en el Consejo, de incapacidad para hacerlo.
Al inicio, el acusador dice llevar a juicio a Filón por bien del Estado, sin tener nada personal contra él, aunque se esfuerza en dejar claro que actúa como ciudadano particular. Se excusa por su inexperiencia, invitando a los que se consideren más capacitados a que se sumen a la acusación. Luego se expone la condición fundamental exigible para ser consejero (ser un ciudadano con celo por la ciudad), afirmando que Filón carece de ella. El grueso del discurso se dedica a probar esto, basándose en su falta de civismo (no colaboró en la contienda civil, exiliándose en Eubea), en el hecho de que se dedicara a saquear a los ancianos de la zona fronteriza entre Eubea y el Ática, y en su mal comportamiento hacia su madre. Luego llega una recapitulación, animada con preguntas retóricas y antítesis llamativas.
Desde el punto de vista retórico es notable la gradación en la presentación de las acciones del acusado, que impide la tradicional división en una narración seguida de la argumentación. En este discurso abundan los artificios, con un estilo basado en paralelismos y asonancias, y una acumulación de figuras retóricas. Aunque esto pudiera parecer raro en la pluma de Lisias, no debemos olvidar que su estilo se adaptaba al orador, y en este caso concreto bien podríamos encontrarnos con un consejero con buenas dotes y una educación refinada.
¿Cómo, entonces, no iba a recibir lógicamente el resentimiento de todos vosotros un hombre que era perverso en la exacta medida en que era capaz de ayudaros?
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