Píndaro: introducción

Nacido en Cinocéfalos (aldea cercana a Tebas) en la Olimpiada 65 (522 o 518 aC), en el seno de la aristocrática familia de los Égidas. De habilidad precoz, parece ser que fue enviado a Atenas para completar su educación musical, llegando a la ciudad en la época de la consolidación de la democracia radical.
En el 498 aC compuso su primera oda (la Pítica X), y a partir de este momento el éxito le acompañó, manteniendo el contacto con familias nobles y poderosas.
Las Guerras Médicas del 480 aC debieron suponer para él un punto de inflexión, sobre todo por el conflicto entre la lealtad a Tebas (aliada con los persas) y la admiración por el comportamiento de Atenas y Esparta.
Para organizar la puesta en escena de sus odas, y por conocer directamente el ambiente de los juegos, viajó a Delfos, Olimpia, Egina y Nemea; fue invitado a Siracusa por el tirano Hierón, y se dice que también visitó Cirene, en la costa africana. Sin embargo, no fue un poeta tan cosmopolita como otros contemporáneos suyos.
Murió en Argos, contando unos ochenta años.

Para entender las obras de Píndaro debemos tener en cuenta el desarrollo vivido en los siglos VI y V aC por la lírica coral, que había llevado a la creación de una temática con asuntos puramente humanos. Sin embargo, el espíritu religioso no se había alejado de este tipo de poesía, sobre todo si debía cantarse en festivales donde el dios se suponía presente. Si, por ejemplo, debían cantarse alabanzas de un vencedor en los juegos, también aparecía la vertiente religiosa, ya que éstos habían sido establecidos para honrar a un dios o a un héroe. Los encomios (cantos de alabanza), trenos (cantos fúnebres), epitalamios (cantos de boda) y epinicios (cantos de victoria), aunque pagados por un particular se realizaban para disfrute público (como exhibición del poderío económico y social).

Los estudiosos de Alejandría contaban con once rollos de poemas de Píndaro relacionados con el culto: uno de himnos a los dioses, otro de peanes a Apolo, dos de ditirambos a Dioniso, dos de cantos procesionales (Prosodia), otros dos de cantos de danza (Hyporchémata), y tres de cantos de mujeres jóvenes (Partenios). A éstos se añadirían seis rollos dedicados a los humanos: uno de encomios, uno de trenos y cuatro de epinicios. La mayor parte de su obra nos ha llegado fragmentada, con la salvedad de los epinicios, conservados admirablemente bien. Odas es el nombre que han recibido éstos, siendo clasificados según los juegos en que se obtuvieron las victorias: catorce Olímpicas (juegos de Olimpia en honor de Zeus, cada cuatro años), doce Píticas (juegos de Delfos en honor de Apolo Pitio, cada cuatro años), once Nemeas (juegos de Nemea en honor de Zeus, cada dos años), ocho Ístmicas (juegos en el Istmo de Corinto en honor de Poseidón, cada dos años). Sin embargo, su ordenación no es cronológica, incluye una oda que no es del autor, y un par de ellas están desplazadas (la Olímpica XII celebra una victoria en Delfos, y la Nemea IX una en Sición).

Las odas se organizan en cierto número de tríadas (compuestas por estrofa y antistrofa, ambas con el mismo esquema, y un épodo de distinta unidad). Los elementos habituales son: el mito, la frase sentenciosa de validez general, el aspecto religioso...; pero siempre con la intención de encomiar al vencedor. Para el lector actual, el problema de las odas es su aparente falta de unidad, sumado al desconcierto que crea la ausencia de detalles sobre el acontecimiento deportivo: parece que la victoria en los juegos no es más que un pretexto para celebrar ciertos rasgos fundamentales de la cultura griega, como el sentido de cohesión nacional o el espíritu de superación. El poeta se mueve siempre entre la individualidad del encomiado y el carácter eterno e inmutable de la sapiencia, con el objetivo de no crear un héroe suprahumano que pudiera resultar fastidioso y blanco de envidias.

En cuanto al estilo, sigue el uso extenso de la metáfora tan común en su siglo, generalmente uniendo en secuencia una convencional y una nueva. También utiliza la priamel, una estructura contrastiva que va presentando diversos elementos hasta llegar al término que se desea resaltar. Es muy frecuente que se dé un esquema tripartito (elogio - mito - elogio), junto a la presencia de otros elementos (descripciones, amplificaciones, digresiones o menciones de otras deidades, peticiones, despedidas). Dicho mito central puede estar relacionado con el dios en cuyo honor se celebran los juegos, con la ciudad de la que procede el vencedor, o bien con el origen de su familia. Su actitud es moralizante, obviando o modificando los pasajes míticos comprometidos.

Comentaremos a continuación algunas de las obras conservadas fragmentariamente, dejando las odas para tratar siguiendo la clasificación alejandrina: odas olímpicas, odas píticas, odas nemeas y odas ístmicas.
De entre los himnos a los dioses, el mejor conservado es uno dedicado para los tebanos a Zeus, que incluye los episodios de los nacimientos de Atenea, Apolo y Artemisa.
Por otra parte, aparecen versos muy fragmentados en torno a Tyche:
Fortuna que a nadie obedece, girando el timón a uno y otro lado...
De los peanes conservamos nueve, algunos en bastante buen estado. En tiempos de Píndaro, estas composiciones vinculadas a la glorificación de Apolo ya habían pasado a celebrar también a héroes y hombres. El peán I estaba dedicado a la fiesta del año nuevo:
Antes que las penas de la vejez se acerquen,
proteja uno antes con alegría
su espíritu, librado de pasiones, en mesura,
después que vio la riqueza instaurada en su casa.
El Peán IX fue muy citado, sobre todo por la descripción de un eclipse (probablemente, del 463 aC):
¡Llama del Sol, que todo lo contemplas! ¿Qué pretendes,
oh Madre de los ojos, que al astro altísimo
en pleno día arrebataste? ¿(Por qué) dejaste sin amparo
la fuerza a los hombres y el camino de su sabiduría,
habiéndote lanzado por ruta de tinieblas?
Se conservan asimismo fragmentos de algunos ditirambos, donde destaca el II, que narra el encuentro entre Hércules y Cerbero; de tres prosodios (cantos procesionales); de algunos partenios, destacando el dedicado a los 'portadores del laurel' tebanos; unas pocas hyporchémata (cantos de danza); otros tantos encomios (a Terón, Alejandro Amintida, Jenofonte, Teóxeno, Trasíbulo y Hierón); y trenos, donde destacamos el siguiente, que expresa de forma sencilla y magnífica el dolor de la partida:
Astros y ríos y olas del mar
te reclaman a ti, que te fuiste a destiempo...

3 comentarios:

  1. ¿Cuál es tu fuente de información? Me parece genial lo que escribiste, sin embargo el sustento debe ser mediante una fuente.


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    1. Esta entrada es sólo una de las veinte que tratan la lírica arcaica. En el inicio de la entrada que sirve como introducción a todas ellas aparece la bibliografía del conjunto. Puede encontrar dicha entrada con el menú de la derecha (desplegando «Lírica arcaica») o copiando el siguiente enlace en su barra de direcciones: http://epitomeclasica.blogspot.com.es/2011/11/los-nueve-liricos-arcaicos.html

      Gracias por su visita.

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    2. Se me olvidaba comentarle que en esa entrada introductorio encontrará algo más de información para situar a Píndaro en su contexto. También puede serle útil.

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