Demóstenes: Proemios de discursos políticos

En muchos de los manuscritos que transmiten las obras de Demóstenes aparecen fragmentos de discursos, hasta sumar la cifra de 56. Muchos de ellos son en efecto prólogos, y según los casos su tema puede considerarse político (por ejemplo, seis de ellos coinciden con los que aparecen en las Filípicas). Sin embargo, otros son extractos de discursos perdidos, o ni siquiera tienen que ver con la oratoria dirigida al pueblo.

Treinta de los fragmentos sí se ajustan a esa denominación con la que han sido transmitidos, pues son prólogos dirigidos a adversarios políticos o a un auditorio interesado en la cosa pública. Y todos parecen poseer rasgos del estilo demosténico. Algunos de ellos pueden no parecer prólogos, ya que comienzan in media res, pero es solo porque proceden de deuterologías, los segundos discursos del proceso judicial.

La cronología de los fragmentos difiere de un estudioso a otro, pues se basa en datos indirectos. Así, si el orador se presenta como un desconocido, un ciudadano corriente, el discurso tiene grandes probabilidades de ser antiguo, perteneciente a los comienzos de la carrera de Demóstenes. El parecido con una pieza conocida o la alusión de un hecho histórico también pueden dar una idea bastante aproximada de la fecha de composición del fragmento.

Desde el punto de vista del contenido, estos Proemios son buena muestra de la degradación que experimentaron las prácticas políticas atenienses a partir del siglo IV aC. Además, permiten estudiar la evolución del estilo de Demóstenes al observar las correcciones, transposiciones y transformaciones que el orador utilizaba para retocar sus discursos.

Algunas citas de la serie de prólogos:

«(...) pues los oradores no os ofrecen consejo respecto de las circunstancias presentes, sino que se acusan e injurian unos a otros, según estimo yo, acostumbrándoos a escuchar, sin juicio, todas las maldades de las que son responsables, con el fin de que si alguna vez se ven envueltos en un pleito, vosotros no penséis que estáis oyendo nada nuevo, antes bien, con relación a cargos por los que os habéis irritado muchas veces, seáis jueces y árbitros más indulgentes de las fechorías perpetradas por ellos».

«(...) si no estáis dispuestos a escuchar a vuestros impugnadores, afirmarán que vosotros habéis sido engañados; en cambio, si los habéis escuchado pero no habéis sido persuadidos, inmediatamente quedará probado que estaban aconsejando las peores soluciones».

«(...) intentar vencer por cualquier medio, yo diría que es propio de quien es víctima de ansiedad, una de dos, o por locura o por afán de lucro».

Demóstenes: Cartas

Nos han llegado seis cartas de Demóstenes, sobre las que cayó casi de inmediato la duda sobre su autenticidad. Las cartas V y VI fueron pronto descartadas, pues muestran un estilo muy diferente al del bloque constituido por las cuatro primeras, sobre las que se sigue debatiendo la autoría.

La I ofrece varias expresiones y giros que se encuentran en el discurso Sobre la corona y en los Proemios, aunque se la ha considerado un trabajo inacabado. Las cartas II y III cuentan con una composición más libre que los discursos, pero que cuadra con el estilo demosténico (muy pocos hiatos y evitación de tres sílabas breves consecutivas, por ejemplo). En la IV, aunque se siguen cumpliendo estas reglas, la acumulación de figuras gorgianas y ciertos vislumbres de imitación hacen poner en duda su autenticidad. Además, no fue citada por los autores antiguos. La V, llena de hiatos y acumulaciones de sílabas breves, resulta una clara falsificación. La VI no parece indigna de Demóstenes, pero el hecho de ser enviada desde el Peloponeso tras la batalla de Cranón (322 aC), nos hace preguntarnos por qué nada sabemos de una estancia del orador en el Peloponeso por esas fechas.

Éste es el contenido de las epístolas:

I. Sobre la concordia. Escrita poco después de la muerte de Alejandro Magno (323 aC), durante el exilio de Demóstenes en la isla de Calauria y dirigida al Consejo y la Asamblea de Atenas. En ella recomienda mantener la paz con las demás ciudades griegas y ocuparse de los asuntos propios de la ciudad.

II. Sobre su propio regreso. Escrita durante su estancia en Calauria (324-323 aC), donde había llegado desde Trecén, ya que había elegido el exilio voluntario tras fugarse de prisión, encerrado por, supuestamente, haberse apropiado de parte del dinero robado por Hárpalo, consejero y tesorero de Alejandro Magno. Recuerda a los atenienses su trabajo como embajador para la ciudad y sus otros servicios públicos, niega que siquiera conociera a Hárpalo y, a la vista del perdón ofrecido a otros encausados, solicita poder regresar a su patria.

III. Acerca de los hijos de Licurgo. Escrita poco después de la muerte de Licurgo (324 aC), alaba la dedicación política de este orador, cuya labor es tan conocida que, según cuenta, la ciudad está adquiriendo mala fama por el encarcelamiento de sus hijos. Se encarga de recordar diversos casos de individuos del partido del pueblo que, a causa de los filomacedonios, recibieron un mal trato. Por último, se centra en su propia situación, pues se vio obligado a exiliarse por no poder pagar una multa inmerecida.

IV. Acerca de la maledicencia de Terámenes. Se defiende de las injurias del tal Terámenes, que le echa en cara transmitir su mala suerte al pueblo. Pero, según Demóstenes, si así hubiera sido sus gestiones pasadas no hubieran sido alabadas.

V. A Heracleodoro. Una breve carta para suplicar al destinatario que lo mantenga apartado de un juicio en el que actúa como acusador. Como habla de que podría entrar en política, la carta, de ser auténtica, podría fecharse hacia 355 aC. Pero cierta alabanza hacia la escuela de Platón nos hace pensar que es más bien un ejercicio retórico.

VI. Al Consejo y al Pueblo de los atenienses. Muy breve mensaje en el que emplaza a un enviado suyo, con noticias sobre la batalla de Cranón. De escasa calidad y casi nulo contenido, parece más un ejercicio de algún alumno de retórica posterior.

Hiperides: En defensa de Euxenipo

La única obra de Hiperides que se conserva completa, el discurso Pro Euxenipo, está fechada, como el Contra Atenógenes, entre 330 y 324 aC. Por un lado, porque Olimpia es mencionada como soberana de Dodona, y por otro porque Licurgo, que falleció en el 324 aC, estaba entre los acusadores.

Tras la batalla de Queronea, Filipo había devuelto a Atenas la ciudad de Oropo, y de inmediato el terreno que no estaba consagrado había sido dividido en cinco lotes, que se repartieron entre las diez tribus. Sin embargo, se descubrió después que uno de los lotes, ubicado en una colina, había sido anteriormente asignado al héroe Anfiarao (mítico adivino y rey de Argos), por lo que debía ser devuelto. Para esclarecer el asunto se nombró una comisión formada por tres ciudadanos, que debían pasar una noche en el templo de Oropo para que el dios les revelara la verdad durante el sueño (procedimiento denominado enkoímêsis o énklisis {incubatio}).

Formaba parte de dicha comisión Euxenipo, un rico ateniense, propietario de minas, que al parecer nunca había intervenido en política. Fue él quien informó, al día siguiente, de que el sueño había sido favorable a las dos tribus que habían recibido dicho lote. Un tal Polieucto de Cidántidas, sin embargo, propuso que las dos tribus devolvieran el lote, y que esta pérdida fuera compensada por las otras ocho tribus. El proyecto de ley no salió adelante, y Polieucto fue multado.

Más tarde, con la ayuda de Licurgo, presentó una acusación contra Euxenipo porque consideraba que se había dejado sobornar y había falsificado el sueño revelado por el dios. El proceso fue iniciado por un discurso del propio Licurgo, que se encargó de rebatir un defensor desconocido. Los segundos discursos fueron pronunciados por Polieucto para la acusación y por Hiperides en la defensa. Este último es el discurso que nos ocupa, y el único conservado del proceso.

Dado que la acusación fue introducida mediante el excepcional procedimiento de la eisangelía (reservado para los traidores y para quienes atentaran contra la democracia, así como para los oradores que aceptaran sobornos), en el exordio se denuncia el abuso que se hace de este proceso. También defiende a Euxenipo de las acusaciones que lo hacen estar a sueldo de los macedonios y haber conseguido su riqueza de forma poco honesta.

Se trata de un tema más serio que aquel que ocupaba el Contra Atenógenes, por lo que el tono del discurso es más elevado. Encontramos así al mejor Hiperides, que a la sazón contaba con casi sesenta años: a la lucidez en la argumentación y el orden en que se distribuyen las partes se añade la ligera pero mordaz ironía que empapa toda la obra, así como los bien conseguidos retratos de Euxenipo y Polieucto.

Esta es la sinopsis del discurso, a partir de la numeración de sus epígrafes:
  • 1-8. Mención a los jueces y repugnancia ante el abuso de las eisangelías. Ejemplos de personajes acusados con este tipo de procesos, pero que renunciaron a su defensa y se exiliaron de la ciudad. Bondades de las competencias específicas en los órganos jurídicos atenienses. Explicación de los motivos que cubre la eisangelía.
  • 9-13. Lo extraño que resulta que Polieucto desee que se juzgue a Euxenipo mediante una eisangelía por aceptar sobornos, pero sin que se tenga en cuenta que no es un orador, lo que hace que el procedimiento no sea el adecuado. Conveniencia de la participación de otras personas en la defensa, que Polieucto negó en su discurso. La ayuda pedida por Polieucto en un juicio anterior, y en este mismo, para el que ha llamado al mismísimo Licurgo.
  • 14-18. Comienza la narración de los hechos: la estancia de Euxenipo en el templo, la repartición de las tierras de Oropo entre las tribus, la propuesta de Polieucto. En las palabras del orador se deja entrever que el presente caso sería un acto de venganza por parte de Polieucto, ya que alude en un par de ocasiones a la denuncia y la multa que tuvo que afrontar.
  • 19-26. La acusación de filomacedonismo se basa en que Euxenipo permitió que Olimpia (madre de Alejandro, a la sazón en el gobierno de Macedonia) adornara con una nueva copa la estatua de Salud (Higía). El orador rebate esta acusación exponiendo que Euxenipo nunca ha hablado en favor de Macedonia ni ha hospedado a macedonios en su casa, como otros ciudadanos sí han hecho. Al respecto de esa acción, recuerda que los atenienses restauraron la estatua de Dione en la ciudad de Dodona, que entonces estaba en manos de Olimpia. Si ella no estuviera autorizada a adornar la estatua ateniense, ¿por qué los atenienses iban a poder restaurar una estatua en territorio macedonio?
  • 27-36. Lo innecesario de la acusación. Algunas acusaciones realizadas por Hiperides, en particular la eisangelía contra Filócrates, que permite al orador que la compare con el presente caso. Polieucto no cita los decretos, acusa a un ciudadano particular en una causa reservada a oradores y añade asuntos que no pertenecen al juicio. Entre estos detalles destaca el hecho de que Euxenipo sea rico, una circunstancia que el discurso de Polieucto parece querer aprovechar para poner a los jueces en contra del acusado. Un par de ejemplos de sicofantas que no lograron su objetivo, pues los tribunales desestimaron las denuncias presentadas contra hombres ricos.
  • 37-41. El buen ciudadano no aporta al Estado pequeñas ventajas, sino que se preocupa del futuro del mismo, de la concordia entre los ciudadanos y de la reputación de la ciudad. Solicitud de ayuda a los jueces. De nuevo, inconveniencia del proceso de eisangelía para el caso presente.