Seguimos para este autor la edición de Gredos, traducción de Assela Alamillo y con introducción de José Lasso de la Vega.
Sófocles nace en el 497 o 496 aC, en el seno de una familia pudiente (su padre, Sófilo, era industrial armero), lo que le otorga una educación esmerada y trato con gentes aupadas. Cronológicamente, es el segundo de los grandes trágicos, tras Esquilo y antes de Eurípides. Se dice en una biografía anónima del siglo I aC que uno de sus primeros contactos con el teatro fue en la celebración de la victoria de Salamina (en 480 aC), cuando, con unos 17 años, condujo al coro del peán tocando la lira. Pero su relieve en Atenas no fue sólo literario: llevó una vida política activa, ocupando altas magistraturas durante el apogeo de Pericles (en un par de ocasiones fue estratego, y al menos una vez administrador de la hacienda de la Liga ateniense). Fue Atenas el centro de su trabajo, tanto político como literario: su visión de la ciudad-estado era la de una empresa creadora de futuro, y se ha llegado a decir que rechazó las invitaciones de príncipes y tiranos por no abandonar físicamente Atenas.
Conoció bien a los atenienses, y tenía el punto de mira bien afinado para acertar, incluso con su elevado estilo, el gusto de sus contemporáneos. La primera escenificación de una obra suya llega en 468 aC, y es premiada con el máximo galardón, en competencia con Esquilo. Luego llegarían muchos premios más, entregados por un pueblo bonachón que siempre le libró de las grandes caídas que sufriría Eurípides, como todo autor adelantado a su tiempo. Su voz débil no le dejó representar papeles en sus dramas, como tampoco pudo distinguirse en la oratoria pública. De joven gustó de los ejercicios gimnásticos y de la danza, pero sobre todo de la música.
No mucho después del 460 aC desposó a Nicóstrata (quizás anteriormente casada), con quien tuvo a Yofonte, dramaturgo como su padre. Con una meretriz, Teóride de Sición, tuvo a Aristón, padre a su vez de Sófocles el Joven, poeta trágico y nieta predilecto del abuelo, por encima de otro homónimo y legítimo. Vivió los años gloriosos de Atenas y el comienzo de su ocaso, aunque no presenció su derrota, ya que falleció en 406 o 405 aC. Poco después de su muerte, los atenienses comenzaron a celebrar un sacrificio anual en honor suyo, siendo rebautizado con el nombre de Dexión (el Acogedor); un trato reservado a los fundadores de ciudades y a los antiguos reyes que demuestra la destreza alcanzada entre los suyos.
El respeto a la tradición heredada se compenetra espontáneamente en Sófocles con el espíritu de progreso: al aceptar lo tradicional lo renovaba con una vigorosa innovación. Si su obra tuvo tanta fuerza entre sus contemporáneos fue porque se apoyaba en la historia, la cultura y el pueblo. Estas innovaciones fueron bien acogidas, al ensanchar los moldes antiguos, pero no romperlos. Aunque en sus obras primerizas continuó con los dos actores, aumentó luego a tres. También subió, de doce a quince, el número de miembros del coro, cuyas intervenciones se hacen más breves, aunque sin perder su relieve dramático. Abandonó la trilogía, presentando a concurso obra sueltas; esto provocó que los temas se apartaran de las muy tratadas maldiciones familiares, para centrarse en el dolor de un único personaje y conformar una tragedia de composición cerrada. El drama se articula en episodios y escenas, y su construcción interna (cambios variados, acciones contrarias, acciones paralelas) nos muestran a un autor diestro y efectivo. En ello hay cierta evolución, desde la preponderancia del relato hasta la construcción simétrica de las escenas.
La fuerza de la tragedia sofóclea reside en la figura aislada, en el dolor que descarga sobre el protagonista (aislamiento que comienza ya en el título de la obra). El dolor es absoluto y sin salida; pues la separación existente entre el hombre y sus dioses causa que en este dolor no pueda verse una materia ejemplificadora, ni una condición expiatoria. Pero es así como el héroe trágico de Sófocles descubre su propio ser, encarando su destino con lo mejor de su alma: el dolor genera sabiduría. El coro ayuda, extrañamente, a que el héroe se sienta solo, al intentar consolarle con manidos tópicos sociales, que le contrarían: la incomprensión de las gentes exacerba su dolor.
Por otra parte, al mismo tiempo que sus tragedias nos recuerdan lo
amarga que es la vida, la obra de Sófocles parece sonreír con gracia a
la vida (una cara que, por supuesto, el autor mostraba en los dramas
satíricos, que han llegado a nosotros en un estado lamentable).
Se le atribuyen a Sófocles unas 123 piezas, aunque ya en el siglo IV dC se había hecho una colección con las siete que se conservan íntegras:
- Áyax. Su fecha de representación se ignora, calculándose hacia 447 aC.
- Las Traquinias. De fecha desconocida, los elementos constructivos la sitúan entre la anterior y la siguiente.
- Antígona. Su fecha de representación se ignora, mas se cree que sería 442 aC.
- Edipo Rey. Su fecha se ignora, y algunos elementos extraliterarios la sitúan hacia 429 aC.
- Electra. Su fecha de representación se ignora, aunque la opinión más común la hace de 420 aC.
- Filoctetes. Representada en el 409 aC.
- Edipo en Colono. Representada en 401 aC (muerto ya Sófocles).
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