Odisea, canto sexto: Llegada de Ulises al país de los feacios

Mientras Ulises duerme cerca de la playa, Atenea acude al palacio de Alcínoo y se presenta en el sueño de su hija Nausícaa, transfigurada como la hija de Dimante, amiga suya. Le dice que, como ya está en edad de casarse, irán juntas a lavar las ropas, pues así podrá aparecer más bella a los ojos de los que ya la pretenden.
Junto con sus esclavas, Nausícaa acude al río a lavar la ropa, y mientras ésta se seca disfrutan de una comida campestre. Luego juegan a la pelota, y Nausícaa comienza a cantar.
Cual Ártemis, que se complace en tirar flechas, va por el altísimo monte Taigeto o por el Erimanto, donde se deleita en perseguir a los jabalíes o a los veloces ciervos, y en sus juegos tienen parte las ninfas agrestes, hijas de Zeus, que lleva la égida, holgándose Leto de contemplarlo, y aquélla levanta su cabeza y su frente por encima de las demás y es fácil distinguirla, aunque todas son hermosas, de igual suerte la doncella, libre aún, sobresalía entre las esclavas.
Ulises despierta con los gritos de las doncellas, y se presenta a ellas tapándose con una rama frondosa. Las sirvientes huyen al verlo, y queda sola Nausícaa. En un largo discurso, Ulises se lamenta de su suerte, cuya parte final relata a la desconocida, a quien pide ayuda.
Nausícaa anima a sus criadas, que entregan al héroe un vestido y aceite para poder lavarse junto a la corriente. También le ofrecen agua y comida, y Nausícaa, al contemplarlo ya limpio, siente el deseo de convertirse en su esposa.
La joven le da instrucciones a Ulises para que las siga, quedando en un bosquecillo cercano a la ciudad, y entrando luego en ella, para que sus vecinos no puedan hablar mal de Nausícaa. El héroe debe entonces preguntar por la casa de Alcínoo, y rogar benevolencia a su esposa.

Alceo

Alceo se nos aparece como orgulloso de su padre (de quien no conocemos el nombre) y de su clan. Entre sus hermanos mayores se cuenta Antiménidas, que luchó con los babilonios y con los lidios, en el segundo caso fallando en su intento de derrocar a Pítaco. Conocemos los nombres de sus amigos (algunos, bellos efebos) y de sus enemigos, así como su relación con Safo. Y todo ello, gracias a los fragmentos conservados de sus obras.

Intervino en la lucha contra los atenienses en Sigeo, en la Tróade (en algún momento entre el 607 y el 603 aC), e igual que hiciera el famoso y polémico Arquíloco, perdió el escudo pero salvó la vida (es decir, huyó).
Siendo su familia aliada de Pítaco, hubo una conjuración contra Mírsilo. Pero Pítaco le reveló el plan al tirano, por lo que Alceo hubo de refugiarse en Pirra (templo común a todos los lesbios), viviendo de forma rústica y añorando la vida política de Mitilene. Entre los fragmentos que atacan la instauración de un tirano, a veces es complicado saber si se refieren a Mírsilo o a Pítaco. Éste sucederá al primero tras su violenta muerte, en torno al 590 aC, y Alceo sufre su segundo destierro. Él y sus aliados pasarán a Sardes, donde ni el apoyo de los lidios les granjeará la victoria.
 Sus poemas maldecirán e insultarán al tirano, animarán a sus amigos o les exhortarán a la lucha, o simplemente solicitarán el fin de la lucha u olvidarán en el banquete la dureza de la vida. Atado a las viejas costumbres y a los valores heroicos, no pudo ver a un hombre del pueblo convirtiéndose en un reformador, desde el puesto que, tal vez, soñó con ocupar él mismo: habla de la ciudad, del pueblo, de la reconciliación; pero con el desengaño respecto a los valores nobles y aristocráticos, y el dolor por un pasado irrecuperable.

Alceo llegará a ser admirado e imitado por Horacio por lo directo y expresivo de su descripción del mundo humano: pasión, añoranza, muerte, tristeza... Es un luchador que se jacta de sus enemigos muertos, pero también un cantor del simposio y del eros. Ampliamente influido por Homero, tomó varios temas heroicos; todavía más fuertes son los influjos hesiódicos, aunque construye todo de forma más directa y expresiva. También toma elementos de Arquíloco: el cumplimiento de la voluntad de Zeus y la necesaria resignación, la nave alegórica del estado, el tema del perjurio y el abandono del escudo, las injurias al enemigo,... Tal vez la advertencia contra el tirano provenga de la de Estesícoro.
Es el inventor de la composición lírica 'a saltos', con himnos regulares y equilibradamente compuestos, y poemas personales violentos y caóticos. Algunas de sus obras se refieren seguramente a encargos de santuarios (Apolo, Eros, Atenea Itonia,...). El poeta se encuentra ya en el camino que convierte el himno en un pretexto para tocar temas propios; el mito, además, desempeña un papel ejemplarizante en poemas personales o en afirmaciones generales. Con temas tradicionales y experiencias de su vida, ha creado una poesía nueva, de frescura y vigor raras veces alcanzados.
Salvo los más estrictamente hímnicos o gnómicos (máximas explicitadas con el mito), es difícil clasificar su obra, al mezclarse himnos religiosos y temas míticos con los simposíacos, políticos, o eróticos, unidos con el tema de la lucha o con viejos recuerdos.

La Antigüedad conocía diez libros de Alceo; el primero de ellos de himnos. Del resto de la edición, nada sabemos, salvo que fue obra de Aristarco. A continuación, algunos fragmentos que creemos dignos de ser reproducidos. El primero es una muestra (leve) de la dificultad que conlleva la lectura de los autores del período arcaico.
Comparando a Helena y a Tetis:
... según es fama, por funestas (acciones tuyas les llegó) a Príamo y sus hijos, por tu culpa, (un fin) amargo ... a la sagrada Troya. No era semejante la virgen delicada que el Eácida, (invitando) a la boda a todos los felices, se llevó de (la casa) de Nereo, a la morada de Quirón; y desciñó ... el cinturón de la doncella. El amor ... de Peleo y la mejor de las Nereidas; y en un año dio a luz un niño, de los semidioses ..., feliz auriga de rubios corceles. Ellos, en tanto, perecían por Helena y su ciudad por ellos.
Sobre la ayuda de los lidios contra el tirano:
Zeus padre, los lidios doloridos por nuestros infortunios nos dieron dos mil estateras por si podíamos volver a la ciudad sagrada, nosotros que de ninguna ventura habíamos hasta entonces disfrutado ni aun tenido noticia. Pero él, como una zorra de mente astuta, con fáciles palabras creía que nos iba a pasar inadvertido.
Inicio de un poema simposíaco:
Eras amigo para invitarte a cabrito y lechón: ésa es la costumbre.
Comienzo de un himno a Hermes:
Salud, señor de Cilene: mi corazón me incita a celebrarte, a ti a quien en las mismas cimas engendró Maya uniéndose al Crónida, rey de todos los dioses.

Odisea, canto quinto: La balsa de Ulises

Nueva reunión de los dioses, y nueva queja de Atenea por los males de Ulises y el peligro que se cierne sobre Telémaco. Zeus encomienda a Atenea que se mantenga como protectora de Telémaco, y a Hermes le ordena enviar un mensaje a Calipso. Dejará libre al héroe y éste llegará con una balsa a las tierras de los feacios, donde será honrado y podrá llegar a casa.
El mensajero Argifontes no fue desobediente: al punto ató a sus pies los áureos divinos talares, que le llevaban sobre el mar y sobre la tierra inmensa con la rapidez del viento, y tomó la vara con la cual adormece los ojos de los hombres que quiere o despierta a los que duermen.
Hermes obedece, y comunica a la ninfa el deseo de los dioses. En la respuesta, descubrimos que un rayo cayó sobre el barco de Ulises, salvándose él pero falleciendo todos sus compañeros. Calipso acepta la orden divina, y transmite a Ulises la noticia.
Pasa el héroe cuatro días construyendo su balsa con algunos árboles de la isla, usando las herramientas y el lienzo prestados por Calipso. Al quinto, la ninfa le entrega agua y provisiones, y Ulises se echa al mar.
Tras dieciocho días de navegación, cuando ya vislumbra los montes de la tierra de los feacios, Poseidón (que regresa de tierras etíopes) encrespa el mar. Ulises se lamenta:
-¡Ay de mí, desdichado! ¿Qué es lo que, por fin, me va a suceder? (...) ¡Oh, una y mil veces los dánaos que perecieron en la vasta Troya, luchando por complacer a los Atridas! ¡Así hubiera muerto también, cumpliéndose mi destino, el día en que multitud de teucros me arrojaban broncíneas lanzas junto al cadáver del Pelión! Allí obtuviera honras fúnebres y los aqueos ensalzaran mi gloria; pero dispone el hado que yo sucumba con deplorable muerte!
Se presenta a Ulises Ino, hija de Cadmo, que le aconseja deshacerse de las pesadas ropas, saltar al agua, y ponerse bajo el pecho el velo que le entrega. Finalmente, la balsa se quiebra, y él acaba sujeto a uno de los maderos, haciendo lo que Ino le había encargado. Se contenta con ello Poseidón, que marcha a su morada. Atenea calma el oleaje, pero aún le quedan al héroe dos días de nado. Evitando la accidentada costa, Ulises logra llegar a la desembocadura de un río, donde toca por fin tierra. Lanza el velo al mar (tal y como le dijo Ino que hiciera), se aleja de la orilla y cura el cansancio con un largo sueño.