Paniasis

Sobre Paniasis disponemos de algunos datos biográficos, a diferencia de otros autores épicos, quizá porque su vida transcurre ya en el siglo V aC. Nació en Halicarnaso, y por su nombre, de origen cario, se le supone descendiente de las fusiones entre los colonos griegos de su ciudad y los carios. Su padre era Poliarco, de buena familia, y era primo, o quizá sobrino, del historiador Heródoto.

Conocedor de la tradición, pero con ciertas dotes originales. El género épico, sin embargo, entraba ya en decdencia, y después de Paniasis encontramos ya más imitación que tradición. De sus obras destacan una Heraclea en nueve mil versos, repartidos en catorce libros, y unas Jónicas en dísticos elegíacos.

En su Heraclea, Paniasis narraba el infanticidio cometido por Heracles. El héroe debía acudir a purificarse a Delfos, y en ese contexto debía de aparecer el siguiente fragmento, conservado por Pausanias:
Una vez que atravesó el nevado Parnaso con sus raudos pies, alcanzó el agua inmortal de Castalia, la hija de Aqueloo.
El oráculo le dice a Heracles que para purificarse debe servir a Euristeo (que le impondrá las doce tareas). Clemente de Alejandría nos deja el siguiente fragmento, donde un personaje desconocido (la propia sacerdotisa de Delfos, o quizá Atenea) trata de consolar al héroe al citar a diversas divinidades que también se vieron obligadas a servir:
Lo sufrió Deméter y lo sufrió el glorioso Zambo de ambos pies, lo sufrió Posidón, sufrió también Apolo el del arco de plata, el servir por un año en casa de un varón mortal. Lo sufrió asimismo Ares de ardido corazón, por coacción de su padre.
Tenemos testimonios de que en la obra aparecían los doce trabajos: el león de Nemea, la hidra de Lerna (pasaje en el que Paniasis parece innovar al incluir varios personajes ayudando a Heracles), y el jabalí de Erimanto. De aquí tenemos un fragmento referido a la acogida que el centauro Folo hace a Heracles antes de la caza del animal:
Después de haber mezclado con él su gran crátera brillante de oro, tomó numerosas copas y bebió la dulce bebida.
También se trataba el viaje en busca del ganado de Gerión. Para ello, la leyenda dice que Heracles atravesó el océano en una copa de oro. En uno de los papiros de Oxirrinco aparece el siguiente fragmento, en el que un personaje (quizá Gerión) le pregunta a Heracles:
¿Cómo cruzaste la corriente de plateados vórtices del Aqueloo, a través de los húmedos caminos de Océano, el ancho río?
Parece que en la versión de Paniasis el combate contra el dragón de las Hespérides lo realiza el propio Heracles (en la tradición, era Atlante, mientras Hércules lo sustituía para sostener el mundo. Anque hay dudas de su atribución a Paniasis, un escolio a Nicandro nos deja el siguiente fragmento:
La reluciente escama destellaba. A veces se asemejaba a los brillos del esmalte azulado, a veces a los del bronce.
Estobeo y Ateneo nos dejan unos fragmentos, esta vez de cierto tamaño, que parecen proceder todos de un mismo pasaje: el banquete en el que Eurito, que había invitado a Heracles, se ve obligado a expulsarlo cuando está embriagado. Es el episodio, por tanto, anterior al saqueo de Ecalia:. Al principio, uno de los comensales (quizá Eurito, o su hijo), anima al resto a beber, pronunciando una defensa del vino:
El vino es en efecto un tesoro igual que el fuego para los que habitan sobre la tierra. Es noble, defensor de males, compañero de toda canción, pues es la parte amable de la fiesta y del regocijo, de la danza a coro y del delicioso amor.
Luego Eurito le recomienda a Heracles que no cometa excesos:
Así pues, amigo mío, puesto que conoces el límite en la dulce bebida, vete con tu legítima esposa y manda a dormir a tus camaradas, pues temo que, una vez bebida la tercera ronda de vino dulce como la miel, la Insolencia soliviante la ira en tus mientes y pongas mal fin a una excelente hospitalidad.
Después del asesinato de Ífito, el hijo de Eurito, Heracles debe ser de nuevo purificado. El poema lo enviaba ahora a servir a la reina Ónfale de Lidia, que le pide matar a una sierpe matadora de hombres. Seguían a esto varias aventuras en Asia Menor. Heracles acude a Pilo para purificarse, pero Neleo se lo niega, así que el héroe saquea la ciudad, y en esta lucha hiere a la propia Hera. Luego ataca Lacedemonia y restaura a Tindáreo, tras lo cual saquea Ecalia.

De la obra sobre las Jónicas tenemos menos datos, y de hecho no disponemos de ningún fragmento que se atribuya específicamente a esta obra. La Suda nos dice que en el poema se presentaban las historias de Codro y Neleo, así como las colonizaciones jónicas.
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Epiménides

Epiménides fue un sacerdote cretense, teólogo y escritor. Fue incluido por algunos entre los Siete Sabios, y su vida se vio pronto envuelta en leyenda: Aristóteles dijo que fue Epiménides quien purificó la ciudad después de que Cilón intentase convertirse en tirano y tanto él como sus seguidores fuesen sentenciados a muerte a pesar de refugiarse en la Acrópolis (596/593 aC o 604/601 aC, según la fuente). Aunque Platón indicó que llegó a Atenas diez años antes de las Guerras Médicas (esto sería un siglo después), quizá confunde la llegada del poeta con la llegada de un libro suyo desde Creta, justo cuando los persas amenazaban Grecia. Por tanto, la producción de Epiménides debe situarse hacia el 600 aC.

Se le atribuyen muchos títulos, de los cuales la mayoría deben ser falsos: un poema de cinco mil versos sobre el nacimiento de los Curetes y los Coribanes, junto a la Teogonía; otro de seis mil quinientos sobre la construcción de la Argo y el viaje de Jasón a la Cólquide; una obra en prosa sobre la constitución política de Creta; otra sobre Mino y Radamantis; unas Purificaciones; Oráculos; una Historia Telquínica.

Lo único que sabemos sobre una Teogonía es que Epiménides reelabora la de Hesíodo e introduce algunas modificaciones: usa un elemento gaseoso como principio universal, incorpora un huevo en lugar de la reproducción sexual y realiza algunos cambios en las genealogías de algunas divinidades menores. En este contexto debía de aparecer el siguiente fragmento, conservado por Eliano:
Pues también yo soy de la raza de Selene de hermosa cabellera, la que, violentamente estremecida, se sacudió a la fiera, el león. Pero en Nemea, estrangulándolo por causa de la soberana Hera lo domeñó la fuerza de la energía heráclea.
Respecto a una Argonáutica, tenemos algunas referencias a la obra, que indican también ligeros cambios genealógicos, pero sin alejarse de la versión hesiódica.

Como adivino, a Epiménides se le atribuían unos Oráculos. Un fragmento, transmitido por Plutarco, parece quitar importancia al ombligo del mundo, el centro de la tierra que, según la tradición, se situaba en Delfos:
Pues no existió un ombligo, centro de la tierra ni del mar. Si alguno existe, es evidente a los dioses, pero invisible a los hombres.
Diferentes autores cristianos (San Pablo, Clemente de Alejandría, San Jerónimo) nos transmiten un verso que podría ser de Epiménides o haberse transmitido como respuesta del oráculo de Delfos al anterior fragmento:
¡Cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos!
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El Margites

En la Antigüedad era creencia extendida, aunque dudosa, que este poema era de Homero. También se le atribuyó, como la Batracomiomaquia, a Pigres. En cualquier caso, para nosotros resulta anónimo, y podemos suponer que fue obra de un habitante de Colofón. Por aquellos autores que lo citan, puede suponerse que su composición si situaría hacia los siglos VII-VI aC.

El contenido del poema es difícil de extraer por los fragmentos conservados. El primer escollo es su versificación, en la que se combinaban hexámetros dactílicos (propios de ls épica) con trímetros yámbicos (usado por la lírica y luego por la comedia ática). Para Aristóteles, el Margites fue fundamental para configurar la comedia, del mismo modo que los poemas homéricos lo fueron para la tragedia. También los oradores del siglo IV aC la citarán con cierta frecuencia.

Su protagonista, el Margites que da nombre a la composición, es un necio miembro de una familia rica. Su proverbial estupidez hará que se le atribuyan anécdotas que no le eran propias, y que se inserte en una larga tradición del tonto que lo hace todo al revés.

Contamos con un fragmento que debía ir muy cerca del principio del poema:
Llegó a Colofón un anciano y cantor divino, servidor de las Musas y del certero flechador Apolo, llevando en sus manos una lira de grato sonido.
Tanto Aristóteles como Clemente de Alejandría nos transmiten otro fragmento donde se nos describe al protagonista:
Los dioses no lo hicieron cavador, ni labrador, ni hábil para cosa alguna. Fracasaba en toda clase de trabajo.
Zenobio nos deja un proverbio que debía pertenecer a este poema:
Muchas cosas sabe la zorra, mas el erizo una sola, pero importante.
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Aristeas de Proconeso

De la vida de Aristeas de Proconeso cuenta Heródoto una leyenda sobre que se le dio por muerto y luego reapareció, solo para volver a desaparecer más adelante. La Suda le atribuye una Teogonía en prosa (de la que nada sabemos) y lo sitúa en la Olimpíada cincuenta (580-577 aC). Los estudiosos modernos no se ponen de acuerdo en si es una figura mítica o de si existió realmente, y mucho menos de acuerdo están en la fecha de su producción.

Del poema que nos ha dejado fragmentos, las Arismaspeas puede calcularse que es del siglo VII aC: primero porque se alude a la expulsión de los cimerios de la zona del mar de Azov (entre el 670 y el 620 aC), segundo porque este poema sería el primero en hablar de los grifos en Grecia, y se han encontrado representaciones de una grifomaquia (combates contra grifos) de factura griega datadas en el segundo cuarto del siglo VI aC, y tercero porque el poema es conocido por Alcmán (que es del siglo VII aC).

En cualquier caso, el poema tuvo cierto éxito entre líricos y trágicos, y circuló durante el siglo V aC. Luego desapareció, conservado solo como citas (algunas falsas) en resúmenes en prosa. Heródoto parece resumirlo: Aristeas alcanzó el país de los isedones, en el norte, y allí escuchó historias de los arimaspos (hombres de un solo ojo), los grifos que guardan oro y los hiperbóreos. Es posible que describiera las costumbres de estos pueblos, y quizá el propio Heródoto tome de este poema las descripciones de los pueblos.

Tzetzes nos deja un fragmento del poema. Así describe a los arimaspos que dan nombre a la composición:
Un solo ojo tiene cada uno en su graciosa frente, frondosos son sus cabellos, los más robustos de todos los hombres.
Longino, en De lo sublime, nos transmite otro fragmento, aunque quizá sea espurio. El autor habla de un pueblo que sufre la vida del mar, aunque no sabemos quién lo dice ni sobre quiénes:
Admirable cosa esta para nosotros, cosa grande para nuestras mentes. Unos hombres viven en el agua, lejos de tierra, en alta mar. Son desdichados, pues sufren terribles trabajos. Sus ojos, en las estrellas, pero su vida la tienen en el mar. Sin duda que muchas veces, tendiendo sus manos a los dioses, les suplican, on sus entrañas penosamente agitadas.
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La Miníada

Todos los testimonios y fragmentos conservados de este poema aluden a escenas en el Hades, aunque se ignora si toda la narración tenía lugar allí o es casualidad que haya llegado así hasta nosotros. Tampoco se sabe con certeza a qué alude el título: Miníada sería «el poema de los minias», es decir, de los habitantes de Orcómeno, pero no sabemos si el poema trataba de la derrota que los orcomenios infligieron a Heracles o de otra leyenda.

También ignoramos la fecha de composición y el nombre de su autor. Pausanias muestra dudas de que sea Pródico de Focea, mientras algún estudioso ha conjeturado que podría ser Quersias, pero solo porque era de Orcómeno. Dado que algunas pinturas de Polignoto se basaron en la Miníada, el poema debe ser anterior al siglo V aC. Por los rasgos lingüísticos, no puede ser muy anterior.

En los testimonios conservados, un papel fundamental lo ocupa Teseo, héroe ático y protagonista de un descenso a los infiernos en el que iba acompañado de Pirítoo, el rey de los lápitas.

Un primer fragmento, conservado por Pausanias al hablar de una pintura de Polignoto, nos habla del inicio de su recorrido:
No obstante, la barca en la que embarcan muertos que llevaba el anciano barquero Caronte no la hallaron allí, dentro del puerto.
Luego el poema presentaría la multitud de personajes con los que la pareja se va encontrando: Anfión, Támiris, Orión, Meleagro...

En el encuentro con este último se produce una conversación que nos llega en un papiro (aunque quizá no pertenezca a la Miníada, sino a una obra de Hesíodo sobre el tema). El fragmento es largo y está mutilado por el estado del papiro. Meleagro cuenta su muerte y pregunta por qué motivo están allí Teseo y Pirítoo. Teseo le cuenta que Pirítoo pretende sacar del Hades a Perséfone, su hermana, para casarse con ella:
Así también intenta pretender una boda entre los bienaventurados con su propia hermana de madre y del mismo padre. (pues dice) que él mismo, por nacimiento, es pariente más próximo de Perséfone, la hija de Deméter, de hermosa cabellera, que el gran Hades. Asegura en efecto que es hermano de madre y del mismo padre (que ella,) y que en cambio Hades es su tío paterno. Esa es la razón por la que dijo que bajaría a la nebulosa tiniebla.
Meleagro se aterra e intenta disuadirlos, recordándole a Pirítoo que ya está casado.

Desconocemos el final del poema, aunque Polignoto pintó que tanto Teseo como Pirítoo quedaron sentados en tronos de los que no podían levantarse. Es seguro que al menos Teseo escapó de allí.

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Pisandro de Camiro

Nota: existe un mitógrafo helenístico del mismo nombre, así como otro Pisandro, también épico, del siglo III aC.

La fecha de producción del poeta Pisandro puede realizarse solo de forma muy indirecta: dado que Rodas (donde se encuentra Camiro, la patria del poeta) explora el Mediterráneo oriental a mediados del siglo VII aC, es ahí donde muchos estudiosos sitúan la producción de la Heraclea, como trasunto de ese interés colonizador.

La Suda indica que Pisandro escribió una obra sobre los trabajos de Heracles en dos libros, además de otros poemas que se le atribuyeron de forma errónea. Dice allí que «fue el primero que le confirió la clava a Heracles», ejemplo del afán innovador de este poeta, que se siente libre para transformar los detalles de la leyenda. Algunos de ellos quedaron dentro del canon, pues por ejemplo Teócrito nos informa de que «dijo cuántos trabajos llevó a cabo Heracles».

Por todos estos datos podemos suponer con bastante seguridad que la Heraclea de Pisandro trataba los famosos doce trabajos. Por los testimonios que nos llegan sabemos que trataba del león de Nemea (golpearlo con una clava y usar su piel después de matarlo parece que fueron innovaciones de Pisandro), la hidra de Lerna (según Pausanias, es posible que en las versiones anteriores a la de Pisandro el monstruo solo tenía una cabeza), la cierva de Cerinea, los pájaros de Estínfalo (que Pisandro convirtió en devoradores de personas, e hizo a Heracles expulsarlas con el sonido de unos crótalos –en lugar de matarlas–), el robo del ganado de Gerioneo, la búsqueda de las manzanas de oro en el Jardín de las Hespérides y, seguramente, el jabalí de Erimanto.

Para confirmar esta última aparición debemos basarnos en el siguiente verso (convertido en un proverbio, a decir de Hesiquio), en el que aparecen los centauros (que intervienen al inicio de esa leyenda):
No hay sentido común entre los Centauros.
No tenemos testimonios sobre el resto de trabajos (la limpieza de los establos de Augías, la captura del toro de Creta, así como de Cerbero, la búsqueda de los caballos de Diomedes y la consecución del cinturón de Hipólita, reina de las amazonas).

Además de los doce trabajos, debían tratarse otras leyendas sobre Heracles, como su campaña contra Troya o sus aventuras en occidente. Por ejemplo, quizá trataba el tema de los Cércopes, cuando escribe los siguientes versos, conservados por un escolio a Aristófanes:
En las Termópilas, la diosa de ojos de lechuza, Atenea, hizo brotar para él aguas termales, junto al cantil de la mar.
Desconocemos el contexto del siguiente verso, conservado por Estobeo:
No debe provocar indignación el decir incluso una mentira para salvar la vida.
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La Toma de Ecalia

De este poema relacionado con Heracles se dijo en la Antigüedad que era de Homero o de Creófilo de Samos (su supuesto yerno). Como merece esta atribución semimítica, existían también leyendas sobre si la obra era de uno pero la había cedido al otro, o si era del otro y se le había atribuido al uno.

Tampoco sabemos mucho de su fecha de composición, salvo por una tradición que habla de una visita de Licurgo a Samos para recibir el poema de los descendientes de Creófilo. Eso lo situaría en el siglo VII aC.

La historia que narra el poema se centra en Eurito, rey de Ecalia que, como hábil arquero, ofreció la mano de su hija Yola como premio para quien lograra vencerlo en una competición de tiro. Cuando Heracles lo vence, Eurito no cumple su promesa, así que el héroe squea Ecaria, mata a Eurito y se lleva a Yola.

Contamos con un verso en el que Heracles se dirige a Yola, aunque desconocemos el contexto:
–Mujer, tú misma lo estás viendo con tus ojos.
Y luego contamos con otro verso aún más misterioso (y dudoso) que nos transmite un escolio a Sófocles:
La soberana Antíoca, hija del antiguo Naubólida
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Los Cércopes

De los seis versos que nos han llegado  sobre los Cércopes (unas criaturas humanas, con cola –«kérkos» es «cola» en griego–, que según Heródoto vivían cerca de las Termópilas), tres de ellos se atribuyen a Diotimo, y de los otros no conocemos el autor. Como Diotimo es un autor de epigramas del siglo III aC, se cree que habría más de una obra sobre esta leyenda.

De hecho, también en las representaciones sobre cerámicas existen detalles diferentes sobre estos hermanos, cuyos nombres y destinos varían entre versiones.

La Suda es la obra donde aparecen los fragmentos conservados. Los de carácter más antiguo dicen así:
Mentirosos, embaucadores que permitieron acciones irremediables, engañadores, que caminando por muchas tierras engañan a los hombres, errantes como son por siempre.
Mientras que los atribuidos a Diotimo son los siguientes:
Los Cércopes, que, hollando los cruces de tres caminos de los beocios hacían mucho daño.
Eran de Ecalia por su raza; Olo y Euríbato, dos varones malaventurados.

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Hegesínoo

Muy poco conocemos de Hegesínoo, salvo el nombre de un poema que nombra Pausanias. Este Atis debía versar sobre cuestiones áticas («atis» es el antiguo adjetivo «ático»). Sin embargo, el fragmento conservado se refiere a una leyenda beocia.

El poema se había perdido ya en tiempos de Pausanias, pero este copia los siguientes versos de Calipo de Corinto, quien los había citado en su historia de los orcomenios:
Y con Ascra se acostó a su vez Posidón, el que conmueve la tierra. Ella le parió un hijo, con el transcurso de las estaciones: Eoclo, que fue el primero que con los hijos de Aloeo fundó Ascra, la que se asienta al pie del Helicón, pródigo en veneros.

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Quersias

No conocemos casi nada de este Quersias, a quien Plutarco situaba en el siglo IV aC. Solo conservamos un fragmento suyo gracias a Pausanias. Nos dice en su testimonio que era natural de Orcómeno, y que sus conciudadanos mencionaban un epigrama suyo sobre la tumba de Hesíodo. Del poema no quedaba recuerdo en época de Pausanias, pero puede copiar los siguientes versos gracias a una cita de Calipo de Corinto:
De Posidón y de la gloriosa Midea nació un hijo, Aspledón, en la espaciosa ciudad.

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Cinetón

Cinetón de Esparta, también llamado de Lacedemonia, es un poeta al que se le atribuyen diversas obras (una Edipodia, una Pequeña Ilíada, una Heraclea y una Telegonía). Solo se han conservado referencias a unas genealogías, cuyo título desconocemos. Es posible que esa Telegonía que se le atribuye fuera un error por Genealogía. Su producción no puede fecharse con fiabilidad, pero se acepta que es del siglo VI aC.

Salvo un escolio a la Ilíada, los testimonios conservados son todos de Pausanias, y no incluyen ninguna cita. Tampoco podemos hacernos una idea de una posible línea argumental, pues las referencias se limitan a hablar de los parentescos entre tal o cual héroe, aunque es interesante para reflejar las diferentes versiones de los mismos mitos.

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Naupactias

El título de este poema alude a la población de Naupacto, en Lócride, que sería donde eran recitados sus versos. Esta ciudad estuvo muy implicada en las colonizaciones, tema tratado en la composición. No conocemos a su autor (quizá Cárcino de Naupacto, famoso autor local) y sobre su fecha solo puede decirse que es anterior al siglo V aC (pues tanto el logógrafo Caronte de Lámpsaco como Ferécides, autor de mitología en prosa, conocen el poema, y ambos son de ese siglo).

Dado que Pausanias lo llamó «poema sobre mujeres», es posible que se tratara de una genealogía sobre línea femenina, al estilo del Catálogo de Hesíodo.

Sin embargo, la mayoría de testimonios están relacionados con el viaje de la Argo, pues proceden de escolios a las Argonáuticas de Apolonio de Rodas (y generalmente tratan de las diferencias entre esta obra y su fuente):
Fue entonces cuando le suscitó a Eetes la divina Afrodita el deseo de unirse en amor con su propia esposa Eurílita, pues le preocupaba en su fuero interno cómo regresaría Jasón tras la empresa a su patria con sus camaradas, combatientes cuerpo a cuerpo.
Existen algunos fragmentos que son difíciles de ubicar, como el siguiente:
Pero él, en la orilla de la mar de anchos caminos, habitaba sus moradas, sobrado de corderos, sobrado de vacas.
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Eumelo de Corinto

Eumelo de Corinto fue un poeta  del siglo VIII aC, miembro de la familia de los Baquíadas, que gobernaron en Corinto durante dos siglos –hasta que fueron derrocados por Cípselo en 657 aC–. Como poeta, Eumelo trata de codificar una mitología local –o de inventarla– con el fin de aumentar la gloria de su patria (una ciudad por entonces en auge, pero que casi no era mencionada en los poemas homéricos).

A Eumelo se le atribuyen tanto la Titanomaquia como los Regresos, además de un poema llamado Corintíacas y una Europia, un Himno procesional a Delos y una Bugonía.

Las Corintíacas tratan del origen de la ciudad de Corinto. Se trata de un poema organizado como una genealogía, comenzando por Éfira, hija de Océano, a la que hace vivir primeramente en Corinto, y a la qu ecasa con Epimeteo (el hermano de Prometeo y relacionado, por tanto, con la creación de los primeros humanos). En un escolio a Píndaro se conserva un fragmento donde se presenta parte de una genealgía que lleva desde Hiperión hasta Corinto.

Una rama de ese linaje termina en Medea, la famosa bruja desposada por Jasón, y un personaje revisitado continuamente por la Angitüedad (quizá procediera de una divinidad ctónica, transformada en maga rejuvenecedora por su asociación con Hécate, y finalmente figura trágica, despreciada y vengativa). La genealogía continúa (ya en otro testimonio) con Sísifo, a quien Medea ha entregado el reino al ser arruinados sus intentos de hacer inmortales a sus hijos.

Mediante la nieta de Sísifo, Leda, el poema enlaza con la genealogía lacedemonia, de ahí que nuevas referencias a la obra traten de Menelao de Esparta. Otros testimonios también se refieren a la saga de los Argonautas, tema anterior a la Odisea.

Un fragmento de cinco versos de Apolonio de Rodas, que según el escolio están tomados de Eumelo, tratan de la siembra de los dientes del dragón, motivo tomado del mito de Cadmo y los orígenes de Tebas:
Y ya por la tierra toda brotaban como espigas los terrígenas. Se erizó en torno suyo de pesados escudos, lanzas dobles y yelmos resplandecientes el recinto de Ares, devastador de mortales. Llegaba el brillo refulgente desde abajo hasta el Olimpo, a través del aire.
La atribución a Eumelo de la Europia se fundamenta solo en uno de los tres fragmentos (inseguros) que se conservan de la obra. El poema entroncaría también con la leyenda tebana: Cadmo era pariente de Europa, que fue raptada por Zeus en forma de toro; en su búsqueda, Cadmo pasa por Tebas y Delfos. Allí construyó un templo en honor a Apolo, supuestamente con un pilar para representar a la divinidad. Clemente de Alejandría nos deja el siguiente fragmento:
Para que le conlguemos al dios el diezmo y el botín de las sacras construcciones del alto pilar.
La única alusión a un Himno procesional a Delos nos deja un fragmento dudoso: contiene rasgos del eólico que no se dan en la épica, y la métrica de los versos lo hacen más propio de un canto coral. Se trataría de una composición para el festival de Zeus en Itome:
Pues al dios de Itome le era deseable la Musa que, pura, tiene libres las sandalias.

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La Danaida

No existen referencias antiguas a este poema, así que es imposible de datar. De hecho, ni siquiera su título se libra de la incertidumbre, pues bien pudiera ser Danaida (es decir, la epopeya de Dánao), o quizá Danaides (sobre las cincuenta hijas de Dánao, como la tragedia perdida de Esquilo).

El poema quizá narrara la huida de Dánao (por consejo de Atenea) para escapar de los cincuenta hijos de su hermano Egipto, y su llegada a Argos, donde acabaría por ser rey. Quizá también contuviera un catálogo de las hijas (casadas finalmente con sus primos, los hijos de Egipto, a los que mataron en las nupcias –salvo Hipermestra, pues Linceo, su marido, había respetado su virginidad–) y sus descendientes.

Quizá de la huida de Egipto trate el fragmento conservado por Clemente de Alejandría:
Y entonces se armaban velozmente las hijas de Dánao frente al río de hermosa corriente, el Nilo soberano.
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La Forónida

 Dado que ninguna de las referencias con las que contamos nos informa sobre su autor, bien podría pensarse que este era un poema anónimo ya en la antigüedad. Sobre su fecha de composición, lo único que podemos saber es que Acusilao de Argos (compilador de genealogías de finales del VI aC y comienzos del V aC) utiliza la Forónida como fuente, por lo que dicho poema sería como muy tarde de finales del VI aC.

El poema trataba de los orígenes de la Argólide, relacionados con Foroneo, un personaje mítico, quizá derivado de un héroe local de Tirinte y considerado el primer hombre. Así nos lo indica Clemente de Alejandría, cuando nos trasmite parte de un verso, al decir que Foroneo es «el padre de los hombres mortales». A Foroneo, según el autor que uno lea, se le atribuye haber reunido a los hombres en una ciudad (Pausanias), ser el primero en levantar un altar a Hera (Higino), dominar el fuego (tradición de los argivos) o ser el primero en establecer un tribunal (en un papiro de Oxirrinco).

En el poema, esta motivación precursora se repite varias veces. Esto puede entenderse por un interés en el "principio de las cosas", como hacía también la naciente filosofía, y/o por un interés triunfalista, con fines propagandísticos, por parte de los argivos.

Quizá el dominio del fuego provocara la aparición de los Dáctilos del Ida, forjadores también míticos. Así, un escolio a Apolonio de Rodas nos deja el siguiente fragmento:
(...) donde tenían sus moradas los hechiceros del Ida, los montaraces varones frigios, Celmis, el gran Damnamaneo y Acmón, el de fuerza fuera de los común, diestros servidores de la montañesa Adrastea, que fueron los primeros en descubrir el oficio del muy habilidoso Hefesto en las hondonadas de los montes: el violáceo hierro. Lo pusieron al fuego y dieron muestras de su conspicua tarea.
Clemente de Alejandría nos deja una cita relacionada con el culto a Hera:
Calítoe, custodia de la reina olímpica, la argiva Hera, que fue la primera que adornó con diademas y borlas el alto pilar de la soberana.
El léxico bizantino Etymologicum Magnum contiene otra pequeña cita a propósito de un epíteto de Hermes, Eriunio (que quizá significara "buen corredor"):
A Hermes su padre lo llamó Eriunio, pues a todos los dioses bienaventurados y a todos los hombres mortales los supera en astucias y en hábiles hurtos.
Por último, en un papiro de Oxirrinco aparece un comentario sobre los epítetos de Atenea:
Pues ni siquiera la de larga arma, la que suscita el combate, resistirá a los jóvenes reunidos.
Es posible que más allá de lo que conocemos, el poema continuara con una genealogía de los descendientes de Foroneo, probablemente llegando a Argos. Según Apolodoro, Foroneo tendría como hijos de la ninfa Telédice a Apis y a Níobe, y de esta Zeus tendría a Argos y a Pelasgo.

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La Focaida

No sabemos si existió de verdad un poema con ese nombre, pues la única referencia que nos queda es del pseudo-Heródoto, y refiere más que nada una leyenda, asignando la obra al propio Homero.

Varios estudiosos creen que se trataría en realidad de otro título para la Miníada, cuyo autor quizá fuera focense. Sin embargo, algún otro ha aventurado que fuera un poema escrito para celebrar los orígenes de Focea.

Sobre la fundación de esta ciudad existen relatos antiguos con influencia mítica, escritos por Nicolás Damasceno y por Caronte de Lámpsaco, que quizá se apoyaban en este poema.

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